martes, 27 de septiembre de 2016

Reorganizando las cosas

Aparte del nivel de trabajo en el curro, que ha aumentado considerablemente, y de las cosillas que hay que hacer en casa con el inicio del curso, estoy tratando de reservar más tiempo para mis proyectos, con el claro propósito de ir terminando dos de ellos. Son muchas cosas, y quiero tener todo bastante bien organizado. Me da la sensación en las últimas semanas de que ya no me muevo siguiendo mis objetivos a medio o largo plazo, sino según llegan tareas rápidas que hay que hacer ya, ya, ya. De hecho, si ya mis entradas suelen ser largas, las últimas son un despropósito, porque quiero escribir y no tengo tiempo, así que cuando escribo, tecleo un chorrazo de información que luego no reviso. Aunque parezca mentira, normalmente reviso (o revisaba) los posts, evitando el caos que en las últimas entradas habréis notado los pocos que leéis esto. Y no puede ser.

Vamos, que vivo al minuto, y eso no me gusta.

Por eso voy a darme un mes de relax y reflexión, en que iré reordenando mi tiempo y organizando mi día a día. ¿Y a qué viene esto? Pues a que dejo temporalmente de escribir. Octubre puede ser el primer mes en que no escriba nada desde hace bastante. Pero no: no dejo el blog. Cuando empecé necesitaba obligarme a escribir. Ahora, me pongo nervioso al pensar que hace más de dos semanas que no escribo nada. Lo que hace cogerle vicio a esto. En fin: con este parón espero quitarme este estrés de no escribir. Me genera estrés, lo reconozco.

Lo que sí mantengo es Sheldonadas. Son posts cortos y, encima, tengo programado ya todo octubre. Incluso alguna cosa para noviembre.

Volveré a Incasequible. Igual hasta reescribo las últimas entradas. Por respeto al lector. Ya veré. Volveré.

¡Nos vemos!

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Esta España nuestra

ADVERTENCIA: Este post es de los largos.

Pese a no haber leído ninguna de sus novelas (tarea en cola desde hace tiempo, como tantas otras), sigo a Arturo Pérez-Reverte en Twitter y suelo leer sus artículos en "Patente de corso". Lo hago porque me gusta leer a un amante de la historia y la lengua. Sé que hay muchos más amantes de ambas cosas por ahí, pero él es mediático, y de ahí que le conozca. Al resto no tanto. Además, Pérez-Reverte tiene un "no sé qué", que hace que me guste leer lo que escribe. Es ese pesimismo al hablar de España y los españoles. Esa forma de cagarse en el mundo, tan vil. Esa manera de dar por perdido al país y sus incorregibles gentes. O, tal vez, lo contrario: ese atisbo de esperanza que se ve en él en algunos momentos, como si se resistiese a mandar a la mierda lo que para él parece irremediablemente arruinado.

Lo curioso es que no siento su lectura agradable porque esté de acuerdo, sino todo lo contrario. Mi visión de España es bastante más positiva que la suya. Mucho más. Es la pizca de desesperación por leer cosas así y no poder contestar, tal vez, lo que me lleva a leerle. Creo que la suya es la visión generalizada que tenemos los españoles de nuestra historia. Como todo, la historia puede ser interpretada. Los hechos son los que son. Pero toda botella puede verse medio llena o medio vacía. Un pesimista siempre puede ver la botella llena como un pozo de agua corrupta, y un optimista la vacía como una oportunidad para llenarla de agua fresca. Pérez-Reverte tiene tras de sí, como viejo perro de la prensa de guerra, un bagaje de conflictos y miserias. Supongo que habrá visto lo más inmisericorde de la naturaleza humana, y eso ha de marcar. Seguro. El problema, claro, es que su influencia es grande, y su pensamiento impregna el de mucha gente.

La historia de España tiene un periodo clave: la Era Moderna, especialmente su inicio. Los siglos XVI y XVII de España son grandiosos. Sin embargo, los españoles tendemos a verlos como una muestra del españolismo más cutre y de la vileza de nuestra nación. Nuestra visión de esos años es negativa. Resulta curioso que, mientras otras naciones observan el momento álgido, en que fueron potencias, como un tiempo positivo del que estar orgullosos, los españoles hacemos lo contrario: España gobernó y lideró en todos los aspectos medio mundo y nosotros sólo vemos pérfidos actos, corruptelas palaciegas y errores, muchos errores. Un asco, vamos.

Siempre he atribuido esa opinión a la ignorancia sobre la historia de España en particular, y del mundo en general. Pero claro: el señor Pérez-Reverte es de todo menos un ignorante. Supongo que es posible que ambas visiones, la generalizada de los españoles y la particular de don Arturo, aunque coincidentes en sus conclusiones, sean diferentes en sus motivos. O igual es que yo soy muy optimista.

Sea como fuere, me parece que en nuestra historia hay muchas cosas, positivas y negativas. Y eso pasa en la de todas las naciones del mundo. Todas las naciones tienen sus miserias. Lo que nos caracteriza no es la cutrez y perfidia: Vayan al sur de Estados Unidos a ver qué encuentran; revisen la historia de la Inglaterra de Enrique VII; lean sobre el colonialismo británico y sus masacres. Claro: todos tienen un armario lleno de mierda. Nosotros también. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos no se recrean exclusivamente en sus errores, una y otra vez. Porque hablar de ellos está bien: recrearse no. Y ocultar el optimismo tampoco.

Y no culpo de eso a quienes contaron pérfidas mentiras sobre nosotros en el s.XV, desde Inglaterra y los Países Bajos, tratando de provocar a la ciudadanía para rebelarse contra el español invasor, no: hicieron lo que pudieron y lo hicieron bien. Culpo de ello a quienes fueron incapaces luego, en España, de rescatar la verdad. Y a quienes son incapaces de rescatarla ahora, teniendo los medios. Culpo a quienes, hoy, creen que para hablar de España hay que mencionar siempre su miseria. A los autores de cine y literatura, incapaces de escribir una línea, de guión o novela histórica, que simplemente deje bien nuestro lugar en la historia. Esa visión siempre negativa. No faltan a la verdad. O sí, porque en muchos casos lo que veo es falso a más no poder, pero se recrean en lo negativo. Venden lo negativo y, al fin, generan una visión negativa. Porque hacer historia no es contar verdades: es contar toda la verdad. Y si te quedas sólo en una parte -siempre la negativa-, cuentas medias verdades que, como suele decirse, son peor que la mentira.

No pretendo ser crítico con el señor Pérez-Reverte: su visión es comprensible, dadas sus experiencias. Pero es que todo hijo de vecino en este país parece hacer lo mismo. Y no: no es porque nuestra historia sea así. Podría alguien escribir una hermosa novela sobre Luis Vicente de Velasco, o una película estupenda sobre la Carrera del Glorioso. Y estoy seguro de que, aún así, con un tema fantástico de españoles que lo hicieron fenomenal, el pulsa-teclas de turno aprovecharía escenas para meter a la Inquisicón en su formato más vil y pseudo-histórico, algún comentario o monólogo sobre la miseria de la España de la época o lo que sea con tal de marcar bien marcadito que los hechos de esa película, novela o producto cultural -que no culturizante- que estamos disfrutando es una excepción. Que sí: que esta historia es muy bonita, pero todo lo demás era absoluta porquería.

Sé que el objeto del cine y la literatura de ficción no es enseñar historia. Para eso están los libros de historia. Los buenos. Pero, pese a no ser su objetivo, la realidad es que lo hacen: son fuentes de conocimiento para muchas personas que o no tienen suficiente interés o, pese a tenerlo, no tienen tiempo que dedicarle y tratan de aunar ocio y saber con la lectura de un libro que, creen erróneamente, les va a enseñar historia. De la buena. Y no: no es así, pero ellos creen que sí. Y nos vamos a un problema filosófico, ético, moral o como quieran llamarlo: Si vendo algo con un objetivo y resulta que las consecuencias son otras -y negativas-, una vez soy consciente, ¿es ético seguir vendiendo lo mismo con la excusa de que dichas consecuencias son culpa del usuario? ¿Es correcto escribir siempre cuentos donde el lobo es el malo porque, total, si alguien quiere saber sobre lobos que lea? Y si luego la sociedad tiene una imagen negativa de ellos, pues que se fastidien los lobos: la culpa es que la gente no se preocupa por conocer la verdad. Pues hombre... No.

No pido a los autores que sean optimistas y cuenten sólo cosas bonitas. Pero sí que no siempre sean tan negativos. La historia de España, mirada con cierto optimismo (realismo, diría yo: equilibrio), es aún más hermosa que vista con pesimismo. Créanme. Pruébenlo. No sé... Me parece que hemos hecho muchas cosas bien. Y que sí: siempre al final la cagamos: Pero eso lo hacen todos. ¿O es que algún país ha sido potencia durante toda la historia? Todos caen, todos lo hicimos. Y Estados Unidos lo hará también. Y China, que es la que asoma ahora. Todos la cagan. Siempre. ¿Y qué? Así es la historia. No somos peores que los demás por ello.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Nuevo curso

Hay dos momentos en el año en que uno hace revisión de lo conseguido y se marca objetivos. Uno es, cómo no, el final del año. O tal vez el principio. Igual da. El otro es el inicio del curso.

Los niños han iniciado el colegio con la típica actividad que no termino de entender: preparar carteles de clase y portadas de cuadernos. No lo entiendo porque sí, vale: que se impliquen en la decoración de clase está bien. Pero luego falta tiempo para ver materia y me da por preguntarme por qué puñetas no empezaron a estudiar antes y, así, aprovechan el tiempo. Son semanas en que no ven nada. Hacen sus mini exámenes para ver qué nivel traen, hacen dibujos, juegos... Y nada de materia. Modernidades. Supongo que lo harán por algo que yo no entiendo.

Así que tenemos propósitos: el mayor debe adquirir mejores hábitos, porque ahora estudia en parte porque estamos encima de él, y el menor tiene que sacar adelante ciertas cosas. Por nuestra parte, yo necesito organizarme para sacar al menos una hora diaria de curro que dedicar a mis proyectos, cosa que puedo hacer con facilidad.

Nuevo curso. Propósitos. Revisión... Lo de poner objetivos claros, colgados en la pared, sobre el monitor, es fantástico. Muy recomendable. Ayuda mucho, y voy camino de conseguirlos todos a poco que me esfuerce un poquito. El caso es que ando contento.

En el curro la cosa va de mal en peor en cuanto a ambiente. Después e ajustes de horarios y chorradas por el estilo y de amenazar con cambiarme las condiciones y expresar voluntad de hacerme viajar (cosa que no me gusta nada), han puesto cámaras y un sistema de control de horas de trabajo. Me alucina la capacidad que tiene la gente para fastidiar un buen ambiente de trabajo de manera innecesaria. En cualquier caso, a mí me ha venido bien, porque, aunque no creo que afecte a mi productividad o capacidad de trabajo, me permite ser más consciente no ya de mis tareas, sino también de los tiempos que le dedico. Aunque no creo que produzca ahora más que antes, sí reconozco que me motiva ver los avances. En fin, estupendo pues.

Llevo un septiembre motivado. Y eso es estupendo. He vuelto de vacaciones animado. Me han venido fenomenal. Encima estoy algo más motivado que de costumbre en el curro: no lo estoy tanto desde hace seis u ocho años, creo yo, y lo estoy en mis proyectos, uno de los cuales está ya terminado a falta de que lo revisemos Canajack y yo. Es fenomenal.

Es la recta final del año. El último empuje. Tres meses y pico que pueden redondear un buen año.

Estoy muy contento.