viernes, 3 de junio de 2016

El sistema democrático que me gustaría tener

El post anterior fue sobre los "juguetes" de ciencia y tecnología que me gustaría tener. Dentro de los deseos, hoy me muevo a otro terreno bien distinto: el sistema democrático que me gustaría tener en España.

Presidencialismo

La desventaja de los sistemas presidencialistas es que pueden no tener el apoyo del legislativo (las cámaras). Pero el sistema parlamentario para mí es peor: puede dejarte en la situación actual, con un gobierno eternamente en funciones y sin elegir nuevo gobierno en la torta de tiempo. Así que haría elecciones donde se elija por un lado el legislativo y por otro el ejecutivo.

Doble vuelta

Para mejorar las cosas y evitar los efectos típicos de "no quiero que este tío gobierne", las elecciones al ejecutivo las haría a doble vuelta. Así, todos votamos y, quienes hayan elegido a un candidato minoritario (que no pasará a segunda vuelta), puede elegir una segunda opción.

Dado que la doble vuelta tiene cierto coste, porque en el fondo son dos elecciones, una alternativa sería que en la hoja la gente pueda escoger un primer y un segundo candidato. De esta manera, se van eliminando los minoritarios y sus votos se pasan a la segunda opción de cada votante. Es más engorroso en cuanto mecánica, pero más barato. De momento, propondría doble vuelta.

Unicameralidad

Yo soy de los que piensan que es necesaria una representación territorial en un país tan diverso como el nuestro, aparte de la representación proporcional. Pero también creo que mejor que tener dos cámaras sería tener una sola cámara de mayor tamaño. Si sumamos los 350 diputados y los 266 senadores que hay en España, en total tenemos más de 616 escaños. En el Congreso, para que se hagan una idea, cada diputado representa una media de unos 130.000 residentes. Eso es la torta. Con esos 616 asientos, la media se quedaría en, aproximadamente, 75.000. ¡Es toda una mejora!

¿Y qué pasa con la representación territorial? Pues cuando una votación sea territorial, se cogen los votos de los diputados que corresponderían a un escaño del actual Senado y se unifican en un solo voto. O sea, que votando una vez, se sabe qué resultado se tendría en la cámara baja y cuál en la alta. Menos votaciones significa menos tiempo y procesos más rápidos y eficientes.

Aumento de escaños

Pero vamos más allá. Si los chinos pueden tener casi 3000 asientos, no veo por qué no podemos nosotros tener un tercio de ellos: 1000. No es tanto, si lo piensan. Una cámara de 1000 asientos no es tan grande. Y, encima, se unificarían ciertos gastos derivados del funcionamiento de los edificios: grabaciones, encargados de sistemas informáticos, seguridad, bedeles... Sí, sería un edificio el doble de grande que el Senado (o no, no crean: el salón de plenos no es precisamente lo que más ocupa en el edificio), pero por el mero hecho de ser una única construcción se ahorraría mucho. Y, lo mejor: la representación sería mucho más detallada. Cada congresista representaría a 46.000 personas, lo que está bastante bien. Ahora mismo, Ceuta tiene un representante, y con ello obtiene mayor representación de lo que debería. Con 1000 escaños obtendría 2 (¡un gran nivel de detalle!), con un error representativo muy inferior: de un error de 50.000 habitantes por escaño a sólo 5000. Flipen, amigos.

Sin listas

En la papeleta para el legislativo, los nombres de los candidatos de la circunscripción. Nada más. Si eso, como ayuda, se puede poner el partido al que pertenece. Sin límite de candidatos: por un partido podrían presentarse varios. A su bola. Si el partido quiere limitarlos, es cosa suya.

Claro que, imaginemos que se presentan tres candidatos del partido "A", y la mayor parte de la gente quiere que gobierne alguien con ideas de "A". ¿Cómo hacer para que el reparto de voto a candidatos "A" no perjudique al partido y, con ello, a los votantes? Pues pudiendo marcar varios. Si yo marco los tres candidatos del partido "A", lo que quiero decir es "quiero que gobierne el que más votos únicos saque de estos tres". Y todos contentos. Se mira el número de votos únicos que saca cada candidato y de ahí se van asignando votos de grupos, según los más votados.

De esta forma, adiós primarias y cosas así: que los votantes escojan, directamente, lo que quieren. ¿No sabe el partido a cuál de tres candidatos poner como cabeza de lista? Pues puede poner los tres. Mejor: así el partido sale ganando, aglomerando votos, y los ciudadanos tienen mayor capacidad de elección, sin intervencionismos oligárquicos internos.

Lo bueno de unir esto y la cámara única de 1000 representantes es que hacer campaña para 46.000 ciudadanos es bastante más sencillo que hacerla para 130.000 que hay ahora de media por diputado. De hecho, si lo hace bien, una persona con presupuesto limitado podría presentarse y hacer un buen papel sin necesidad de un partido respaldándole.

Conclusiones

Quitar el poder a los partidos y dárselo a los políticos de a pie es crucial si queremos mejorar el sistema. Además, hacer que la gente pueda elegir a personas que, desde sus escaños, les representen de manera más cercana, es importantísimo. Que eso ocurra es lo que realmente diferencia un sistema mediocre como el actual de un buen sistema electoral y representativo.

A partir de aquí, las cosas pueden mejorar aún más. Pero la base es tener un ejecutivo independiente, un legislativo realmente representativo, y un sistema más ágil y dinámico. Luego ya... Innovamos más. Pero este paso es crítico si queremos tener un país de primera.

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