domingo, 1 de mayo de 2016

Marte

Recientemente se cumplieron diez años de la llegada de la Mars Reconnaissance Orbiter a Marte. Diez años en que ha obtenido más de 200.000 imágenes del planeta rojo. Actualmente, su actividad se centra en la búsqueda de lugares adecuados para la llegada del hombre. Y eso me ha hecho pensar, como tantas veces, en lo que implica el deseo de llegar a Marte. ¿Qué riesgos tiene? ¿Qué problemas tenemos? ¿A qué riesgos nos enfrentamos? ¿Tiene beneficios?

El primer problema para llegar actualmente es el viaje. En la Tierra estamos protegidos de la radiación solar por un escudo invisible: los cinturones de Van Allen. Pero ahí fuera, entre nuestro planeta y Marte, ese escudo no existe, y cualquier persona que viaje más allá de la Luna corre el riesgo de acabar frita por nuestro amigo el Sol.

Supongamos que resolvemos el problema y que, además, tenemos dinero para enviar a alguien a Marte. La segunda cuestión no es técnica, sino científica. No sabemos aún si en Marte hay organismos autóctonos, que se verían amenazados por los que nosotros enviemos. Hasta ahora, sólo han ido máquinas que suelen estar especialmente limpias y, además, han pasado por ese chorro de radiación solar. Es poco probable que hayamos invadido Marte de flora bacteriana terrícola. Pero los humanos somos un organismo lleno de bacterias hasta arriba. Las necesitamos. Vivimos en simbiosis con ellas. La cuestión es: ¿cometeríamos un "bichocidio" involuntario? ¿Vamos a arriesgar la riqueza biológica que podría haber en marte por pisarlo?

Tercera cuestión: decidimos ir, pese al riesgo de aniquilar a todo bicho viviente en Marte, tenemos la pasta y la tecnología para atravesar el vacío interplanetario. Es más: hemos llevado todo lo necesario para construir una base... ¿de qué tamaño? Si queremos un primer asentamiento y esperamos ahorrar, el problema es que será pequeño. Un asentamiento pequeño permite a poca gente. Y eso nos lleva a la convivencia. El proyecto Biosfera 2, llevado a cabo a principios de los 90, mostró los numerosos problemas que pueden aparecer en asentamientos de pequeño espacio y gente.

Supongamos más... Tenemos los recursos necesarios para montar un asentamiento grande, con bastantes personas, como podría ser un pueblo pequeño. La tecnología permite que el asentamiento sea autosuficiente, porque dada la distancia a la Tierra no se puede depender de recursos externos. El siguiente problema es puramente histórico. Toda vez que una potencia se ha expandido más allá de los límites de comunicación razonables, la gente que vivía lejos se ha acabado independizando. O sea, que si tienes colonias lejos, tan lejos como para no poder mantener una comunicación fluida, esas colonias acabarán creando una cultura muy propia que les llevará a no sentirse parte de la metrópoli. Y esto les llevará a independizarse.

Eso es inevitable con Marte. Allí nacería gente, por fuerza. Y serían marcianos. No tendrían los sentimientos que tenemos nosotros de afinidad hacia la Tierra, da igual que aquello sea un estercolero, un agobio por el tamaño de la zona habitable o lo que sea: será su hogar. Habrán nacido en él. Pero, lo que es más importante, sus problemas no serán los de aquí, y por eso llegará un momento en que no se sentirán escuchados. Entonces, protestarán, se autogobernarán y se independizarán. Y eso, me temo, es inevitable.

Ir a Marte debe de ser una experiencia maravillosa. Pero no pensemos que por mucho que haya tratados de desmilitarización del espacio eso será siempre así. La creación de ejércitos más allá de la Luna es algo difícilmente evitable, y el autogobierno de Marte también. Será un país grande y próspero, con una superficie equivalente a la de toda la superficie seca de la Tierra. Son muchos recursos.

Es cierto que, al principio, mientras sean pequeños, no podrán reclamar muchas cosas, como no lo pudieron hacer tantas colonias en la historia. Pero, poco a poco, se harán grandes. Y entonces mirarán de igual a igual a la metrópoli. Será interesante.

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