domingo, 15 de mayo de 2016

La utilidad de lo que se aprende

Lo he dicho muchas veces: no me gusta la forma de enseñar ciencias en el colegio. En el colegio se enseña mucho y mal. Es una opinión. La mitad de las personas que trabajan conmigo no recuerdan ya la mitad de la química que aprendieron. Ni formulación ni nada de eso, por supuesto. No digamos las leyes de la termodinámica. Ni papa. Prácticamente ninguno. Y me rodean, en su mayoría, ingenieros.

Todos coincidimos en que se aprende en el trabajo: la Universidad enseña mucha teoría, pero de práctica nada. Y, al final, las cosas se aprenden con el uso. En programación, por ejemplo, cualquier lenguaje se aprende usándolo. El primer día tienes al lado la documentación, donde tienes que buscar, cada vez que necesitas usarla, cómo se escribe la función de contar elementos de una lista. El segundo día ya recuerdas esa función, pero no otras. Al mes, abres la documentación sólo cuando necesitas mirar algo, pero en general no te hace falta mirarla. Al año eres un experto en ese lenguaje.

Así se aprende, de verdad, todo. Desde formulación a leyes físicas, pasando por Pantones, lenguajes de programación o diseño de circuitos electrónicos. Pero no es así como enseñan en el colegio. La razón es que necesitan meterte mucha materia en poco tiempo para cumplir con los objetivos.

El sistema tiene ventajas, por supuesto: si no, no se haría así. La gran ventaja es que, por mucho que no nos dediquemos a algo, todo nos "suena". Nos hablan de cosas de química y algo nos ha quedado, lo mismo que de otras disciplinas, como historia (que, por cierto, tampoco me gusta cómo se enseña). La desventaja es que lo que nos suena es menos de la mitad de lo estudiado, así que... ¿realmente compensa enseñar así cuando el aprovechamiento del tiempo es inferior al 50%? Muy inferior, diría yo.

¿Cuál es la alternativa? Cuando, en el siglo XIX, se diseñó el sistema educativo actual, los alumnos no tenían capacidad para obtener información. La obtención de esa información era el problema clave. Así que tiraban de libros. Y más no se podía hacer. Punto. Tienes tiempo, ¿a qué lo dedicas? Pues a leer un libro-resumen de la disciplina. ¿Se puede hacer un experimento? No hay medios. ¿Se puede preparar algún proyecto? De qué, si no tengo ni datos ni información de las necesidades que hay más allá de los muros del colegio.

Pero hoy, información es lo que sobra. Sobra. Hay tantísima que necesitamos filtrarla. Hoy, hay tiempo para experimentar. Así que, mi pregunta es ¿por qué no proponer retos? Si tengo un reto, algo que conseguir, un objetivo atractivo, dispongo de información de sobra para llevarlo a cabo. Ahí, el profesor es una guía, una ayuda. No un tío que te alecciona. Si propones a unos alumnos un reto y logras que les atraiga resolverlo (cosa más sencilla que conseguir que les atraiga estudiarse de memoria cuatro leyes de física), ellos mismos investigarán y aprenderán. Sólo tienes que sugerirles artículos de la Wikipedia que mirar o webs que visitar para que aprendan cosas nuevas. O, si dispones de libro, qué páginas contienen información que les puede ser de utilidad. Ellos irán, verán que tal fórmula o tal otra les viene bien para el caso, y la usarán. Y la aprenderán.

Organizar algo así debe de ser una locura: un follón. Es muchísimo más complejo, de lejos, que hacerse una lista de objetivos, impartirlos, corregir veinte ejercicios y preparar diez preguntas para el examen. Mucho más. Requiere de mucho más trabajo (al principio, al preparar la asignatura), pero los beneficios son enormes.

Cuando yo enseñaba 3D, la verdad es que no preparaba las clases una mierda. Y me arrepiento. Me arrepiento porque, al final, conocía el programa, y simplemente tenía una lista de conceptos y los daba. Punto. Fácil. Poco curro. En aquellos días viajaba dos horas para ir a trabajar y dos para volver, y la jornada era algunas veces de 8 de la mañana a 10 de la noche. Así que me acostaba a las 12:30 y me levantaba a las 5:30. Una paliza. No es por justificarme, pero es cierto que llevaba encima una paliza que como para meterme en follones.

Pero un par de veces planteé proyectos interesantes y, en esas ocasiones me encontré con algo maravilloso. Primero, que muchos alumnos querían crear más, y me freían a preguntas para saber "con qué puedo hacer esto". Les decías que con tal herramienta, sin más. No era necesario explicarles nada. Ellos iban, la exploraban y, si era necesario, se iban a la documentación y aprendían solos. Y lo hacían porque tenían un objetivo. Eso, los que querían hacer más, que siempre los hay, y siempre son una minoría (por desgracia). Pero es que en un par de ocasiones, precisamente porque no me preparaba las clases, les pedí sin darme cuenta hacer algo para lo que era imprescindible una herramienta que no había explicado. ¡Nadie se quejaba! Cogían, preguntaban, les decía dónde estaba ¡y lo hacían emocionados!

A la gente le gusta aprender. Lo que no le gusta es meterse ladrillos en la cabeza. Es una paliza y una mierda, pero diseñar proyectos que incluyan los objetivos del año es una pasada. Y esos objetivos deben plantearse antes de enseñar lo necesario, no después. No han de ser un ejercicio: deben ser la motivación.

Y el método tiene muchas ventajas. Primero, que los alumnos estarían más motivados. Segundo, que el aprendizaje sería de mayor calidad. Tercero, que extrapolar esto a trabajos en equipo (que no en grupo) es muy sencillo. Cuarto, que es muy difícil que en un proyecto de ciencias no se utilice algo de lo aprendido con anterioridad, así que sirven de asentamiento de conceptos anteriores. Quinto, que los alumnos conocerán el uso de la disciplina, no la teoría, con lo que van con más idea a la universidad y tienen más capacidad para elegir correctamente una carrera.

Pero para que todo eso funcione, hay que poner objetivos más bajos, y conseguir que los aprendan mejor. Se trataría de dar el 70% de materia y que se les quede un 100% de ella, mejorando con ello los resultados obtenidos actualmente.

¿Saben por qué echo de menos tener título universitario? No es por trabajar: trabajar ya trabajo. Es porque me lo exigen para enseñar. Y es que me encantaría ser profesor de nuevo. Profesor de ciencias: física, matemáticas, ¡computación o robótica! Guau.

Y de historia, mi amada historia.

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