miércoles, 25 de mayo de 2016

Eterna discusión: videojuegos y violencia

Hace un tiempo vi el DICE Summit de este año 2016. Tras un excesivamente largo y soso discurso del Presidente de la Academia de Artes y Ciencias Interactivas, comienza una charla donde ponen, nada más comenzar, un extracto de un programa de 2012 donde Penn Jillette defiende los videojuegos cuando alguien trata de argumentar que jugarlos tiene que ver con una de las últimas matanzas estudiantiles de Estados Unidos. Hablamos, claro, de "Call of Duty". He aquí el vídeo (en inglés):

La matanza a la que se refieren es la de la Escuela Elemental Sandy Hook, en Connecticut. Un chaval de 20 años entra en ella y dispara contra los niños y los profesores, matando a 20 menores de 8 años y 6 adultos. Realmente trágico.

El chico que perpetró la matanza jugaba a "Call of Duty". También tenía diagnosticados varios problemas psiquiátricos, pero eso no parece importar tanto. Prácticamente todos los chavales que han entrado en un colegio y han tiroteado alumnos y profesores, que han sido varios en Estados Unidos, tenían, como mínimo, problemas psiquiátricos, especialmente relacionados con la empatía y socialización. Sinceramente, creo y a poco que todos lo pensemos podemos considerar, que esos problemas son una fuente más factible para esas tragedias que "Call of Duty". Pero supongo que decir eso provocaría las críticas de pacientes que los tienen y de asociaciones diversas diciendo que "no por tener esta enfermedad somos unos asesinos". Y es verdad.

Las matanzas en colegios se remontan a tiempos muy anteriores a los videojuegos, incluso al cine y la televisión. Se puede encontrar una lista en Wikipedia. Eso, claro, y siendo crítico, no quita para que algunos de los últimos autores de masacres escolares hayan sido jugadores de, no ya videojuegos, sino FPS (género de pegar tiros, tipo "Call of Duty" o "Doom").

La cuestión es, ¿generan los videojuegos actitudes violentas? No soy un experto, pero por lo que he visto y leído, sumado a echarle un poco de sentido común, me hago una idea.

En primer lugar, shooters hay muchos. Desde los más hardcore, tipo "Doom", en plan "sangre, sangre, sangre" a los más light, como "Splatoon", donde disparas pintura. Los primeros no creo que sean buenos para niños de corta edad. Y creo que todos podemos estar de acuerdo. Evitarlo es cosa de los padres. Los simplones y sin sangre ni muertes, como "Splatoon" no hacen daño a nadie.

En segundo lugar, insisto, hablamos de gente con problemas mentales. Si un enfermo mental se pone a atropellar a gente, dudo que la prensa se ponga en modo anti-coches: se preguntarán por qué han dejado conducir a ese tío. Pues los videojuegos igual. No entiendo que a un chaval sociópata medicado o con un perfil depresivo o lo que sea que tengan le dejen ponerse a jugar a un shooter violento. Pero aquí sí: se critica al videojuego. ¿Por qué? Porque es algo que no se ve como útil, algo que no está en la vida de quienes critican y a lo que no tienen ningún afecto. Pero, en el fondo, la situación es idéntica: no des a quien no puede tener un mínimo de responsabilidad porque tiene una enfermedad mental medios para que su cabecita empiece a generar problemas.

Y, siendo padre, entiendo que mi responsabilidad es, precisamente, controlar eso. ¿Tu hijo tiene un problema de ese tipo? Ayúdale. Ponerle delante de un monitor a matar, matar y matar no es precisamente lo más responsable, ¿verdad? Ni lo es ponerle frente a la televisión a ver "Gladiator", que enseña bien de sangre, no digamos una de Tarantino.

Así que dejémonos de criticar lo que desconocemos y vayamos a la razón de las cosas. El problema en toda esta historia, y no es un problema sencillo, es que hay gente con ciertos problemas que no reciben el apoyo ni la supervisión requerida por parte de quienes les rodean. Si ya me asombro cuando viene mi hijo de 8 años diciendo que sus compañeros juegan a "Call of Duty", lo que me parece por parte de sus padres una completa irresponsabilidad, no digamos si en vez de un niño de 8 años es uno de 20 con problemas psiquiátricos.

Quiero suponer que los médicos que tratan a estas personas advierten a sus padres de lo que no deberían permitir (como dejar que perciban cierto grado de violencia, sea en una película o un videojuego). También me encantaría suponer que los padres de este mundo saben a qué juegan sus hijos. Por desgracia, esto último tengo comprobado que no pasa. Resulta curioso cómo las AMPAs y Cuerpos de Seguridad dan charlas en los colegios sobre seguridad en Internet, para proteger a sus hijos de lo que hay ahí fuera, pero, como nos creemos que nuestros niños, hagan lo que hagan, son perfectos, nadie da charlas a los padres para que conozcan los videojuegos a los que juegan sus niños.

Y sirva un ejemplo. En una charla de padres con la tutora de uno de mis hijos surgió el tema de que los niños no eran respetuosos unos con otros. En concreto, una madre mencionó que repiten mucho un adjetivo que a ella le molesta especialmente: "pringao". Hablando del tema con un padre, resulta que se mostró de acuerdo. Cuál sería mi sorpresa al escucharle, cuando su hijo sé perfectamente que es un lector de la serie del "Diario de Greg", cuyo primer volumen se titula "un pringao total". Y me pregunto: ¿ese padre sabe lo que lee su hijo? A mí me da igual: creo que los de Greg no son malos libros, aunque preferiría otros. Pero claro, si no estás de acuerdo con algo que estás dando a tu hijo, la cosa tiene miga.

Entender lo que nuestros hijos consumen es importante. Hay padres obsesos del ejercicio que hacen sus hijos, los hay de lo que comen, de lo que aprenden cada día... Pero luego hay muchos que van a Game y miran la caja de del videojuego que les ha pedido su hijo como si mirase una obra literaria en japonés, preguntándose qué será eso, y van y se lo compran. Con dos narices. Porque sus compañeros lo hacen. O porque su hijo dice que sus compañeros lo hacen. Pero oye, pensará el padre que su hijo está bien educado, por no decir que es perfecto, y sabrá lo que consume.

Con dos narices.

martes, 24 de mayo de 2016

Temas para un blog

Ayer escribí porque me di cuenta de que este blog, Incasequible, ha cumplido dos años. Impresionante para alguien como yo, que carece de disciplina para mantenerse en una tarea demasiado tiempo. El asunto coincide con el hecho de que, además, llevo dos años y medio metido en un proyecto de desarrollo de un juego con otra persona, Canajack, que también es la primera vez en su vida que logra mantenerse tanto tiempo en un proyecto personal.

Ya lo mencioné alguna vez en algún post anterior: algo cambió en mi cabeza hace dos años y medio, que me permite mantenerme en un proyecto durante años y escribir en un blog de manera estable y frecuente. Algo cambió, no sé qué. Igual mi hartazgo de estar en la empresa en que estoy, hartazgo que alimento manteniendo en mi mente cierta manía a la empresa. Aquí se vive muy bien, porque el horario es bueno y la empresa, chapuza tras chapuza, dura y dura... Con lo que es un lugar seguro y estable. Pero no se puede crecer ni hacer nada en condiciones. Y eso frustra. Supongo que va con el carácter de uno. En mi caso, no es ya que no vaya conmigo: es que ahora mismo no quiero que vaya conmigo, porque las ganas de irme me sirven de incentivo para seguir haciendo en mis ratos libres lo que quiero hacer: proyectos para largarme y montar algo por mi cuenta.

Pero eso no justifica escribir en un blog durante dos años. Lo haría si ganase dinero con ello, pero con una media de visitas inferior a 40 por post, como comprenderán, no es el caso. Así que algo cambió en mi cabeza hace dos años y medio y, a decir verdad, no sé qué ni cómo. Me encantaría saberlo, porque podría ayudar a otros en mi situación. Pero la realidad es que no tengo ni idea.

Una lectora de este blog me ha sugerido varias veces tratar de conseguir visitas, promocionar las publicaciones y ganar algo de dinero con esto. Confieso que si no consigo visitas a veces es porque no me apetece. Los seis posts que han superado las 100 visitas tienen en común que han sido promocionados de alguna manera: he publicado en Facebook o me han metido en Menéame. Así que superar las 100 visitas por post es hasta fácil. No creo que eso me diese pasta, pero es que, encima, los posts que publico a continuación de los promocionados suelen beneficiarse también, así que es muy probable que esos 100 fuesen aumentando. No es para ganarse la vida, sin duda, pero me parece interesante: poder, se puede.

Pero no creo que este blog sea para eso. De hecho, es que no lo es. Es un blog puramente personal. Como Sheldonadas, mi otro blog, dedicado a corregir creencias populares incorrectas, en que tengo escritos posts hasta finales de agosto (se irán publicando automáticamente). Son blogs carentes de un interés concreto, nada temáticos. Son personales.

Y me pregunto: si me plantease hacer un blog temático, al que la gente interesada por el tema se enganchase, ¿de qué lo haría? Un blog es mucho curro, así que debería ser algo que me resulte fácil hacer. Y, evidentemente, algo que me apasione. No creo que sea importante que haya mucha gente interesada: más bien, que haya poca gente que escribe sobre el tema, o no en el formato en que lo haga yo.

La primera idea que surgió hace unas semanas, haciendo lluvia de ideas con mi hijo mayor, fue un videoblog, acompañado de blog escrito, sobre juegos de tablero familiares. Familiares y, a lo mejor, no tan familiares. La idea serían vídeos en español con nosotros jugando partidas a esos juegos. Blogs de este tipo en español no hay muchos: casi todos explican el juego y opinan, pero no juegan. Y, de los poquísimos que hemos encontrado, casi todos son infantiles, no familiares.

La segunda idea es un tema que me encanta: Inteligencia artificial y robótica. El problema es que requiere de mucho tiempo, porque hay que desarrollar antes de grabar o explicar, y bastante tengo con mi proyecto del juego para meterme en ese berenjenal.

La tercera idea serían los videojuegos, pero eso está masificado.

Cuarta idea: Automatizaciones para la vida diaria. Uso de IFTTT, herramientas como las de Google, etc. Cómo automatizar tareas de la vida diaria y, sobre todo, del trabajo o la empresa. Tutoriales y guías para utilizar la tecnología para, sobre todo, personas no acostumbradas a ella. Es interesante, qué duda cabe. Y no es complicado. Aunque no sé si eso sería fácil de promocionar. Igual sí...

En fin, es una lluvia de ideas. Antes de dedicar algo de tiempo a esto, debo terminar la versión alfa del juego. Es prioritario. Luego, Dios dirá. Pero por ir dando vueltas a las cosas, no pasa nada.

¿Alguna idea?

lunes, 23 de mayo de 2016

Dos años de Incasequible

Quién lo iba a decir. Hace un momento he abierto blogger y me he dado cuenta de que hace poco más de quince días este blog cumplió dos añitos. Cuando empecé no las tenía todas conmigo. Había iniciado varios blogs, y no los mantuve. Dar contenido a un blog es complicado, porque tienes que hacerlo con cierta frecuencia o te olvidas, y no siempre hay tanto tema del que escribir.

Recuerdo que en la facultad tenía un compañero que quería ser escritor. Y comentó un consejo que le dio alguien una vez. Según él, escribir, si quieres que sea tu trabajo, debe hacerse apetezca o no, como cualquier trabajo, y todos los días debe escribirse algo. Si no tienes ganas o no se te ocurre, da igual: escribe. Yo no lo he seguido al pie de la letra, porque no pretendo hacerme escritor, pero sí he tenido presentes esas palabras y me he obligado en ocasiones, para no perder el ritmo.

Nunca pretendí que este blog se convirtiese en un lugar de masas. Mi concepto de éxito para este blog era alimentarlo durante al menos un año. Y van dos. Así que sí: Incasequible es un éxito. Un éxito personal, que son los más importantes.

Así que, bueno... Gracias a quienes leéis Incasequible. En el fondo, saber que hay quien lee esto, anima. Aunque seáis cuatro gatos. Cuatro gatos incasequibles. Gracias, de verdad.

Para terminar, voy a hacer lo típico que hacen los sitios guays y grandotes. ¡Incasequible en cifras! O, mejor, "las humildes cifras de Incasequible":

  • El primer post, "mi hijo se está echando una partida, ¿y qué?" se escribió el 5 de mayo de 2014.
  • Ese primer post es también el más visitado: 384 visitas. En segundo lugar, con 364, "análisis del vago".
  • Pero la media de lecturas es muchísimo más baja: 38 por post.
  • Seis posts han superado las 100 visitas.
  • Sólo dos meses no tienen entrada alguna en el blog: agosto y septiembre de 2014. Una vez lo retomé en octubre de ese año, he escrito todos los meses al menos un post.

Metería las tontadas sobre las tazas de café y horas dedicadas y todo eso, pero ni lo he contado ni ganas.

Y, ahora, ¡a por un año más!

miércoles, 18 de mayo de 2016

La revolución agraria que viene

En la historia ha habido varias revoluciones agrarias. la primera fue la del neolítico, en que se extendió el uso de la agricultura, produciendo un cambio en la forma de vida de los humanos: pasamos a ser sedentarios. Después rotación de cultivos y mejoras en los sistemas de irrigación generaron otra revolución en la Edad media. Finalmente, entre los siglos XIX y XX se realizaron mejoras en la fertilización de los campos, la gestión de los mismos (mediante la extensión del uso del cercado) y la selección de semillas y ejemplares ganaderos.

Hoy, el campo vive un momento difícil. Los sistemas de producción son complejos, y exigen un uso, para muchos excesivo, de insecticidas, fertilizantes y herbicidas. El problema es que también queremos precios bajos, y eso implica aumentar la producción, pero no queda otra que hacerlo mediante el uso de todos los productos que he citado antes.

En un tiempo en que la gente habla de los drones como herramienta para el campo, lo que sorprende es que todo el mundo, desde los agricultores a los ciudadanos de a pie, pasando por las propias empresas que se dedican a asesorar del tema a los agricultores, piensan en drones voladores. Pero no: no está ahí la gran revolución.

Un dron no es más que un instrumento capaz de navegar solo, ya sea por tierra, mar o aire. Suele usarse el término para los aéreos porque la primera vez que se habló de ellos fue durante las guerras libradas por Estados Unidos en Asia. Los famosos drones aéreos, capaces de volar solos hasta las líneas enemigas y reconocer el terreno, tirotear o bombardear.

Pero, en el fondo, estos robots (que es lo que son, al fin y al cabo, robots capaces de moverse solos y de gestionar su navegación) son sólo uno de los tipos de drones que hay. Los hay marítimos, como la plataforma de SpaceX que recoge los cohetes Falcon al volver a la superficie; y terrestres, cómo no.

El dron terrestre tiene innumerables utilidades para el agricultor. Los robots terrestres pueden llevar a cabo análisis del suelo y controlar la cantidad de fertilizante necesaria para cada zona en producción. Pueden aplicar fertilizantes, arrancar hierbas que identifique como perjudiciales sin uso de herbicidas o aplicarlos sólo donde sea necesario, reduciendo su uso y reduciendo costes. Pueden contar la fruta, controlar su estado de maduración, incluso recolectar sólo las que están en su mejor momento y dejar el resto para más adelante, recorriendo la huerta todos los días y llevando a cabo siempre una recogida óptima. Tras una siembra extensiva, de pastos por ejemplo, un dron permitiría identificar lugares donde hay hormigueros para evitar que se extiendan, generando alarmas que recibe el agricultor o, directamente, eliminando la amenaza de forma rápida, eficaz y barata.

Esa revolución está cerca. El profesor Salah Sukkarieh, de la Universidad de Sydney, es Director de Investigación e Innovación en el Centro Australiano para la Robótica Agrícola. Bajo su dirección se han desarrollado robots que llevan a cabo algunas de estas tareas. Y muchos más están por llegar.

Una alimentación barata, de calidad y eficiente es posible, como siempre, invirtiendo en innovación.

domingo, 15 de mayo de 2016

La utilidad de lo que se aprende

Lo he dicho muchas veces: no me gusta la forma de enseñar ciencias en el colegio. En el colegio se enseña mucho y mal. Es una opinión. La mitad de las personas que trabajan conmigo no recuerdan ya la mitad de la química que aprendieron. Ni formulación ni nada de eso, por supuesto. No digamos las leyes de la termodinámica. Ni papa. Prácticamente ninguno. Y me rodean, en su mayoría, ingenieros.

Todos coincidimos en que se aprende en el trabajo: la Universidad enseña mucha teoría, pero de práctica nada. Y, al final, las cosas se aprenden con el uso. En programación, por ejemplo, cualquier lenguaje se aprende usándolo. El primer día tienes al lado la documentación, donde tienes que buscar, cada vez que necesitas usarla, cómo se escribe la función de contar elementos de una lista. El segundo día ya recuerdas esa función, pero no otras. Al mes, abres la documentación sólo cuando necesitas mirar algo, pero en general no te hace falta mirarla. Al año eres un experto en ese lenguaje.

Así se aprende, de verdad, todo. Desde formulación a leyes físicas, pasando por Pantones, lenguajes de programación o diseño de circuitos electrónicos. Pero no es así como enseñan en el colegio. La razón es que necesitan meterte mucha materia en poco tiempo para cumplir con los objetivos.

El sistema tiene ventajas, por supuesto: si no, no se haría así. La gran ventaja es que, por mucho que no nos dediquemos a algo, todo nos "suena". Nos hablan de cosas de química y algo nos ha quedado, lo mismo que de otras disciplinas, como historia (que, por cierto, tampoco me gusta cómo se enseña). La desventaja es que lo que nos suena es menos de la mitad de lo estudiado, así que... ¿realmente compensa enseñar así cuando el aprovechamiento del tiempo es inferior al 50%? Muy inferior, diría yo.

¿Cuál es la alternativa? Cuando, en el siglo XIX, se diseñó el sistema educativo actual, los alumnos no tenían capacidad para obtener información. La obtención de esa información era el problema clave. Así que tiraban de libros. Y más no se podía hacer. Punto. Tienes tiempo, ¿a qué lo dedicas? Pues a leer un libro-resumen de la disciplina. ¿Se puede hacer un experimento? No hay medios. ¿Se puede preparar algún proyecto? De qué, si no tengo ni datos ni información de las necesidades que hay más allá de los muros del colegio.

Pero hoy, información es lo que sobra. Sobra. Hay tantísima que necesitamos filtrarla. Hoy, hay tiempo para experimentar. Así que, mi pregunta es ¿por qué no proponer retos? Si tengo un reto, algo que conseguir, un objetivo atractivo, dispongo de información de sobra para llevarlo a cabo. Ahí, el profesor es una guía, una ayuda. No un tío que te alecciona. Si propones a unos alumnos un reto y logras que les atraiga resolverlo (cosa más sencilla que conseguir que les atraiga estudiarse de memoria cuatro leyes de física), ellos mismos investigarán y aprenderán. Sólo tienes que sugerirles artículos de la Wikipedia que mirar o webs que visitar para que aprendan cosas nuevas. O, si dispones de libro, qué páginas contienen información que les puede ser de utilidad. Ellos irán, verán que tal fórmula o tal otra les viene bien para el caso, y la usarán. Y la aprenderán.

Organizar algo así debe de ser una locura: un follón. Es muchísimo más complejo, de lejos, que hacerse una lista de objetivos, impartirlos, corregir veinte ejercicios y preparar diez preguntas para el examen. Mucho más. Requiere de mucho más trabajo (al principio, al preparar la asignatura), pero los beneficios son enormes.

Cuando yo enseñaba 3D, la verdad es que no preparaba las clases una mierda. Y me arrepiento. Me arrepiento porque, al final, conocía el programa, y simplemente tenía una lista de conceptos y los daba. Punto. Fácil. Poco curro. En aquellos días viajaba dos horas para ir a trabajar y dos para volver, y la jornada era algunas veces de 8 de la mañana a 10 de la noche. Así que me acostaba a las 12:30 y me levantaba a las 5:30. Una paliza. No es por justificarme, pero es cierto que llevaba encima una paliza que como para meterme en follones.

Pero un par de veces planteé proyectos interesantes y, en esas ocasiones me encontré con algo maravilloso. Primero, que muchos alumnos querían crear más, y me freían a preguntas para saber "con qué puedo hacer esto". Les decías que con tal herramienta, sin más. No era necesario explicarles nada. Ellos iban, la exploraban y, si era necesario, se iban a la documentación y aprendían solos. Y lo hacían porque tenían un objetivo. Eso, los que querían hacer más, que siempre los hay, y siempre son una minoría (por desgracia). Pero es que en un par de ocasiones, precisamente porque no me preparaba las clases, les pedí sin darme cuenta hacer algo para lo que era imprescindible una herramienta que no había explicado. ¡Nadie se quejaba! Cogían, preguntaban, les decía dónde estaba ¡y lo hacían emocionados!

A la gente le gusta aprender. Lo que no le gusta es meterse ladrillos en la cabeza. Es una paliza y una mierda, pero diseñar proyectos que incluyan los objetivos del año es una pasada. Y esos objetivos deben plantearse antes de enseñar lo necesario, no después. No han de ser un ejercicio: deben ser la motivación.

Y el método tiene muchas ventajas. Primero, que los alumnos estarían más motivados. Segundo, que el aprendizaje sería de mayor calidad. Tercero, que extrapolar esto a trabajos en equipo (que no en grupo) es muy sencillo. Cuarto, que es muy difícil que en un proyecto de ciencias no se utilice algo de lo aprendido con anterioridad, así que sirven de asentamiento de conceptos anteriores. Quinto, que los alumnos conocerán el uso de la disciplina, no la teoría, con lo que van con más idea a la universidad y tienen más capacidad para elegir correctamente una carrera.

Pero para que todo eso funcione, hay que poner objetivos más bajos, y conseguir que los aprendan mejor. Se trataría de dar el 70% de materia y que se les quede un 100% de ella, mejorando con ello los resultados obtenidos actualmente.

¿Saben por qué echo de menos tener título universitario? No es por trabajar: trabajar ya trabajo. Es porque me lo exigen para enseñar. Y es que me encantaría ser profesor de nuevo. Profesor de ciencias: física, matemáticas, ¡computación o robótica! Guau.

Y de historia, mi amada historia.

martes, 10 de mayo de 2016

Europa

Ayer fue el Día de Europa. En todas las noticias y periódicos lo celebraban hablando de la situación actual de la Unión Europea, que no atraviesa precisamente su mejor momento. Yo he escrito algunas veces sobre mis sentimientos hacia Europa, pero nunca sobre Europa en sí misma. Me considero más europeo que español, y más español que de tal o cuál provincia, cosa que la verdad no me mueve lo más mínimo. Soy de los que, cuando habla con un norteamericano, prefiere decir que es "de Europa", igual que ellos dicen que son "de Estados Unidos". Y, del mismo modo que yo pregunto de dónde son más concretamente para saber si vienen de Ohio, California o Florida, espero que ellos hagan lo mismo para saber si soy Español, Francés o Alemán.

Huelga, pues, decir que yo creo en Europa. Por desgracia, igual que no creo mucho en esta España, tampoco lo hago en esta Europa. Ambas tienen que evolucionar.

Todos los inicios de siglo, especialmente los que llevan a un inicio de edad, se caracterizan por grandes cambios tecnológicos y sociales. Todos, sin excepción, se resuelven gracias a la innovación, ésa que tan lejos nos queda ahora. Por alguna razón, no sé si psicológica o qué, la sociedad de fin de siglo espera algo del nuevo: vive con una esperanza diferente. Eso le lleva a soñar, exigir y moverse en favor de cambios. Así que la sociedad los impulsa y ocurren.

El final del siglo XIV se caracteriza por el auge renacentista y el inicio de la Edad Moderna: descubrimiento de América, imprenta, revolución de los precios... A finales del XVIII y principios del XIX, las revoluciones constitucionales: Estados Unidos, revolución francesa, expansión del pensamiento ilustrado. A finales del XIX y principios del XX, la segunda revolución industrial lleva al sindicalismo y las ideas anarquistas y comunistas. Y ahora vivimos el final del XX e inicio del XXI, con toda una serie de cambios tecnológicos, ideológicos, culturales y sociales que aún vivimos y hacen entrar en crisis a todas las instituciones.

En esos momentos de grandes crisis, las naciones que lideran cambios en favor de las inquietudes sociales suelen ser las que lideran el siguiente periodo. Por ejemplo, España mantuvo un papel preponderante en la Europa de principios del siglo XV, creando una administración totalmente diferente a lo que se había visto hasta entonces: inventamos la burocracia actual. Puede parecer que fue un gran error, porque hoy la burocracia la consideramos algo muy negativo, pero en su momento era el no va más de la gestión administrativa. Hoy es un sistema caduco y habría que cambiarlo. Pero entonces fue revolucionario. Y lideramos el siguiente siglo (de hecho, los dos siguientes). Éramos innovadores: hicimos la primera carta de derechos, concretamente para los indios; creamos la unidad militar más potente del momento, imbatible durante más de un siglo y medio; inventamos la administración moderna, y dictamos las modas, tendencias y gustos de toda Europa durante 200 años.

En el cambio del siglo XVIII al XIX, Estados Unidos y Francia pasan a ser las primeras democracias del mundo, aunque Reino Unido tenía ya un sistema similar. No es casualidad que Francia y Reino Unido sean las dos grandes potencias del siglo, y que Estados Unidos, poco a poco se alce frente a las naciones europeas.

En el cambio del XIX al XX, Reino Unido lidera todas las revoluciones, dotando de derechos a los trabajadores tras grandes crisis y movimientos obreros. Allí y en Estados Unidos surgen nuevas formas de sociedad, innovadoras e industriales, organizadas en favor del trabajo capitalista moderno que todos en occidente vivimos hoy. Que todos vemos como negativas, pero eso es porque hoy ya no funcionan igual: están viejas y hay que cambiarlas. Ambas son las grandes potencias del siglo, junto a la Unión Soviética, que encuentra sus propias soluciones a los mismos problemas, y Alemania, recién nacida por aquel entonces.

Las naciones jóvenes, más propensas a ser innovadoras, y las sociedades que no tienen miedo a adaptarse a los cambios y buscan en la innovación las soluciones a los problemas que tiene su época, son las que lideran el futuro cercano.

Y eso es lo que no me gusta en España ni en Europa. Todos en España queremos cambiar, pero nadie da recetas nuevas. Y lo mismo pasa en Europa. Este es un periodo de grandes cambios, de exigencias sociales como no vivimos desde hace unos 120 años. Y no estamos a la altura. Todos sabemos que el sistema administrativo, burocratizado, está caduco, pero nadie ofrece en su programa político algo nuevo, como un sistema extremadamente informatizado. Todos sabemos que el sistema político parlamentario bicameral no gusta en España, pero nadie ofrece una toma de decisiones drástica, como crear un sistema presidencialista unicameral donde se aúnen representación de población y territorial. Lo mismo pasa en Europa: los europeos en una gran mayoría votaron que "no" a esa constitución chapucera a más no poder, pero la impusieron y ningún ciudadano de a pie sabe cómo funcionan las instituciones europeas al detalle, porque son un follón de primera. Todos sabemos que hay problemas en legislación laboral, en el sistema educativo... Pero no hay soluciones innovadoras: todas son retoques de lo que hay.

Europa muere de vieja. Así de simple. Y España también. Mueren ambas de cerrazón, estrechez de miras y falta de innovación. Llegará pronto, porque las revoluciones nunca van mucho más allá de la segunda década del siglo, una nación que se asiente sobre nuevas formas de hacer política, de administrar y educar. Y no tiene pinta de que logremos ser nosotros. Nos toca este siglo estar a la cola, menuda faena. Así son las cosas en el mundo de las absurdas discusiones sobre cómo gestionar un sistema que está muerto.

Así es Europa. Y así también España.

viernes, 6 de mayo de 2016

¿Sabe la gente cuánto ganas?

Hace algunos años ya, más de diez, un compañero de trabajo y yo tuvimos una interesante conversación sobre las negociaciones con los jefes referente al salario de uno: pedir una subida o no, cuánto pedir cuando se va a un trabajo nuevo... Uno de los problemas es que a uno le falta información sobre lo que se gana, en general, en un puesto para el que va a ser contratado. Hay webs y sitios donde esto aparece, pero se basan en estadísticas donde, tal vez, se participa más cuanto más se gana, lo que desvía al alza los datos. Independientemente de eso, la conversación cambió mi vida por una simple cosa: me dijo cuánto ganaban él y nuestro jefe.

En Finlandia, Suecia y Noruega, lo que tributan los ciudadanos es público

Que él dijese cuánto ganaba está socialmente mal visto. Que diga lo que gana el jefe, peor aún, claro. Sin embargo, siempre me he preguntado por qué. La razón, supongo, es que es un sentimiento común el rechazo a que los demás sepan algo así de uno, ya sea porque consideramos que ganamos poco, así que preferimos que no se sepa, o porque ganamos más, y decirlo puede sonar a lucimiento personal. Sea como fuere, no está bien visto socialmente.

Y estoy en contra. A mí me ayudó mucho, y en las dos negociaciones siguientes para nuevos puestos de trabajo casi dupliqué mis ingresos. Que otros compañeros en puestos similares al mío sepan lo que gano creo que puede ayudarles, como a mí saber lo que ganan ellos. Si gano más, ellos sabrán que pueden mejorar y negociar mejor. Si es al revés, lo sabré yo. E, independientemente de eso, el que más gana tendrá una inyección de moral. Y si ganamos lo mismo, sabremos que podemos sentir que ganamos lo aparentemente justo o, cuando menos, lo que el mercado parece establecer.

Todo esto viene a que, en el mundo, yo no lo sabía, pero hay cuatro países que han hecho públicas las declaraciones tributarias de sus ciudadanos. Son Finlandia, Suecia, Noruega y... Pakistán. En Noruega, concretamente, se puede ir a una web y buscar cuánto ha tributado otro ciudadano cualquiera. Eso sí: desde hace dos años las búsquedas también son públicas. O sea, que si yo busco lo que gana alguien, ese alguien lo sabrá.

Y me parece maravilloso. Imaginen que se hacen públicas las finanzas de todos los españoles. ¿Qué consecuencias tendría? Pues, según mis conclusiones y las de varios estudios basados en la experiencia de Noruega, Suecia y Finlandia, las ventajas son muchas:

  • Los trabajadores pueden saber cuánto gana gente que trabaja en lo mismo que ellos, mejorando su satisfacción por un buen sueldo o dándoles argumentos para reclamarlo.
  • Estadísticamente, la felicidad de la gente en estos países ha aumentado, sobre todo en las rentas altas.
  • En estos países, la evasión fiscal se ha reducido tras la implantación de cuentas públicas.
  • Permite que haya servicios que aporten datos sobre salarios y rentas basados no sólo en encuestas, sino en datos fiables y completos.
  • Es un punto crucial en la transparencia de cuentas de los políticos y altos cargos de la Administración.

Así pues, ¡promovamos unas cuentas públicas! Si gana poco, le vendrá bien para saber lo que puede lograr. Si gana mucho, su satisfacción personal mejorará notablemente.

domingo, 1 de mayo de 2016

Marte

Recientemente se cumplieron diez años de la llegada de la Mars Reconnaissance Orbiter a Marte. Diez años en que ha obtenido más de 200.000 imágenes del planeta rojo. Actualmente, su actividad se centra en la búsqueda de lugares adecuados para la llegada del hombre. Y eso me ha hecho pensar, como tantas veces, en lo que implica el deseo de llegar a Marte. ¿Qué riesgos tiene? ¿Qué problemas tenemos? ¿A qué riesgos nos enfrentamos? ¿Tiene beneficios?

El primer problema para llegar actualmente es el viaje. En la Tierra estamos protegidos de la radiación solar por un escudo invisible: los cinturones de Van Allen. Pero ahí fuera, entre nuestro planeta y Marte, ese escudo no existe, y cualquier persona que viaje más allá de la Luna corre el riesgo de acabar frita por nuestro amigo el Sol.

Supongamos que resolvemos el problema y que, además, tenemos dinero para enviar a alguien a Marte. La segunda cuestión no es técnica, sino científica. No sabemos aún si en Marte hay organismos autóctonos, que se verían amenazados por los que nosotros enviemos. Hasta ahora, sólo han ido máquinas que suelen estar especialmente limpias y, además, han pasado por ese chorro de radiación solar. Es poco probable que hayamos invadido Marte de flora bacteriana terrícola. Pero los humanos somos un organismo lleno de bacterias hasta arriba. Las necesitamos. Vivimos en simbiosis con ellas. La cuestión es: ¿cometeríamos un "bichocidio" involuntario? ¿Vamos a arriesgar la riqueza biológica que podría haber en marte por pisarlo?

Tercera cuestión: decidimos ir, pese al riesgo de aniquilar a todo bicho viviente en Marte, tenemos la pasta y la tecnología para atravesar el vacío interplanetario. Es más: hemos llevado todo lo necesario para construir una base... ¿de qué tamaño? Si queremos un primer asentamiento y esperamos ahorrar, el problema es que será pequeño. Un asentamiento pequeño permite a poca gente. Y eso nos lleva a la convivencia. El proyecto Biosfera 2, llevado a cabo a principios de los 90, mostró los numerosos problemas que pueden aparecer en asentamientos de pequeño espacio y gente.

Supongamos más... Tenemos los recursos necesarios para montar un asentamiento grande, con bastantes personas, como podría ser un pueblo pequeño. La tecnología permite que el asentamiento sea autosuficiente, porque dada la distancia a la Tierra no se puede depender de recursos externos. El siguiente problema es puramente histórico. Toda vez que una potencia se ha expandido más allá de los límites de comunicación razonables, la gente que vivía lejos se ha acabado independizando. O sea, que si tienes colonias lejos, tan lejos como para no poder mantener una comunicación fluida, esas colonias acabarán creando una cultura muy propia que les llevará a no sentirse parte de la metrópoli. Y esto les llevará a independizarse.

Eso es inevitable con Marte. Allí nacería gente, por fuerza. Y serían marcianos. No tendrían los sentimientos que tenemos nosotros de afinidad hacia la Tierra, da igual que aquello sea un estercolero, un agobio por el tamaño de la zona habitable o lo que sea: será su hogar. Habrán nacido en él. Pero, lo que es más importante, sus problemas no serán los de aquí, y por eso llegará un momento en que no se sentirán escuchados. Entonces, protestarán, se autogobernarán y se independizarán. Y eso, me temo, es inevitable.

Ir a Marte debe de ser una experiencia maravillosa. Pero no pensemos que por mucho que haya tratados de desmilitarización del espacio eso será siempre así. La creación de ejércitos más allá de la Luna es algo difícilmente evitable, y el autogobierno de Marte también. Será un país grande y próspero, con una superficie equivalente a la de toda la superficie seca de la Tierra. Son muchos recursos.

Es cierto que, al principio, mientras sean pequeños, no podrán reclamar muchas cosas, como no lo pudieron hacer tantas colonias en la historia. Pero, poco a poco, se harán grandes. Y entonces mirarán de igual a igual a la metrópoli. Será interesante.