sábado, 28 de noviembre de 2015

Cuando llega el momento de darle una paliza a tu hijo

Hace unos años, una psicóloga nos dijo que mi hijo mayor tenía problemas de autoestima. Se creía demasiado poca cosa, así que "lo que normalmente no hay que hacer con los niños, decirles en exceso lo bien que hacen todo, en él hay que hacerlo para subirle el ego". Y lo hicimos.

Entones, un día, llega el niño, que no cuenta aún 10 años, y, hablando de Starcraft, te suelta algo tipo: "Déjalo, Papá. Dedícate a Hearthstone, que estás viejuno para esto". Y entonces sabes que tanto subirle el ego ha dado sus frutos. Y sabes que ha dado demasiados. Y sabes que es hora de bajárselo un poco.

Mi hijo se merece una paliza.

Le he dado a elegir si la quiere en Hearthstone o, si es demasiado para mayores, Starcraft. Él me ha dicho que a Dota 2, así que hemos llegado a un acuerdo: A lo largo del fin de semana, haremos una ronda al mejor de tres al Hearthstone, otra a Starcraft y otra a Dota 2. Y veremos si tiene nivel para mantener sus palabras.

Ya pondré un post con imágenes de los res... la paliza. MU HA HA

ACTUALIZACIÓN

He decidido crear una página específica para este mini-torneo familiar.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Tener objetivos y estrategia

He leído esta mañana un post del blog de Arantxa Isidoro sobre esa etapa de la vida en que te alejas de tus objetivos de vida. Arantxa es una emprendedora nata, con ganas de hacer cosas, iniciar proyectos, crear empresas y ayudar a los demás a hacerlo también.

Es común que empecemos soñando con todas las cosas que deseamos hacer y, poco a poco, nos alejemos de esos proyectos en favor de otros que exigen una edad determinada, como casarse y tener hijos. Luego, cuando los niños van creciendo y siendo más autónomos y tu vida se asienta y la percibes como más rutinaria, te pones a pensar en qué hacer con el tiempo que tienes y recuerdas todas esas cosas que un día soñaste hacer y aún no has hecho. El problema entonces es que salirse del camino es complicado y tiene muchos riesgos, y tu nivel de responsabilidad ha aumentado mucho. Parece un mal momento.

Esto me ha traído a la memoria un estudio de la Universidad de Harvard sobre los objetivos en la vida. La conclusión del estudio es que tener objetivos realistas, ponerlos por escrito y tenerlos siempre presentes hace que tu probabilidad de lograrlos se dispare. Si se piensa un poco, es normal. Tiene lógica. La pena es que no nos enseñen eso con 16 o 18 años.

Siguiendo con la cadena de pensamiento, eso me recuerda que una de las dificultades que uno tiene cuando es joven es que, salvo excepciones, no suele tener muy claro qué quiere hacer con su vida. Hay muchas posibilidades y, por desgracia, demasiados condicionantes. Desde hacer lo que uno cree que quieren sus padres hasta hacer lo que puede con los recursos económicos de su familia, pasando por limitaciones geográficas, mala gestión de las relaciones personales, el qué dirán o chorradas por el estilo. Chorradas parecen ahora, claro, con 40 años. Pero te fastidian la vida, llevándote por caminos que no son los que deberías haber recorrido.

Para evitar eso es clave conocerse, saber qué le apasiona a uno y tener el apoyo de la familia. Con la tormenta hormonal y el follón de la adolescencia, conocerse no siempre es fácil. Las personas cambiamos mucho de los 16 a los 22 años. Y me parece una guarrada enorme tener que definir tu vida a través de unos estudios a una edad tan crítica. Sobre saber qué le apasiona a uno, puede parecer fácil, pero no lo es. El número de experiencias a esa edad es limitado, y no creo que haya mucha gente interesada en saber eso y hacértelo saber más allá de tus padres, a quienes no estás dispuesto a hacer ningún caso con 20 años.

Recientemente, descubrí en los papeles de casa los tests que me hicieron en el colegio. Nos hacían porrón, cosa que echo de menos en el colegio de mis hijos. Entre ellos, nos hicieron uno relacionado con las actividades profesionales que nos gustaban. Lo miré con incredulidad, pensando que lo que yo quería hacer con 15 años dista mucho de lo que hoy querría haber hecho. Pero cuál sería mi sorpresa cuando me encontré frente a un retrato perfecto de mis gustos actuales. Y la pregunta es, ¿cómo es posible que, con ese material de incalculable valor, mi recorrido por la vida me haya llevado a donde estoy hoy? Y la respuesta inmediata, no meditada, fue que nadie le dio la menor importancia.

Desde luego, la memoria siempre juega a favor nuestro. Igual alguien me advirtió y no le hice caso. Igual alguien lo miró y jamás lo supe. Pero la realidad es que, tal vez si hubiese sido consciente de lo que me gustan ciertas actividades que ahora mismo quedan lejos de mi perfil profesional, mi vida sería distinta.

Como dice Arantxa, para cuando nos planteamos con casi 40 años retomar esos sueños, la familia pasa a ser lo que más valoramos en la vida. Y, si lo pensamos, en ella encontramos felicidad plena. No hablo, por tanto, de que la situación, 25 años después de no hacer ni caso a esos tests, sea de frustración y tristeza. Soy feliz con la vida que tengo y no la cambio por nada, pero creo que podría estar profesionalmente más satisfecho y estar aportando mucho más a la sociedad.

El objetivo ahora, aparte de ir acercándome a esos sueños poco a poco, es que mis hijos se sientan más orientados en la vida. Es ayudarles a descubrir sus pasiones, a convertirlas en objetivos, a ponerlas por escrito y a desarrollar una estrategia efectiva para que los hagan realidad.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Porque ellas lo valen y no dije nada

Hará unos quince años, estuve en una comida con mi padre, mi mujer (entonces novia) y no sé si mi hermana. En la comida estaban también unos amigos de la familia, padre, madre e hija, todos comiendo tranquilamente. Esa familia siempre me ha parecido estar formada por un hombre que se cree más sabio que los demás, dando lecciones de lo bien que ha transmitido a su hija mayor tanto conocimiento. Era típico verle preguntarte cosas para luego preguntar a su hija lo mismo y percibir su satisfacción por escuchar de los labios de su vástago la respuesta más correcta posible.

Y aquella ocasión no fue menos. Pero yo salí muy decepcionado. Doblemente: por mí y por ellos. La pregunta fue una de las más típicas estupideces que se pueden escuchar por ahí: "si tienes a dos candidatos a un puesto de trabajo exactamente iguales, un hombre y una mujer, ¿a cuál elegirías?" Yo, sabiendo de lo que va la cosa, respondí que lo echaría a suertes. Y realmente lo haría. Cuando preguntó a la hija, esperaba que apoyase tal cosa. Pero no. Espetó un "al hombre, por supuesto".

Mi decepción con ellos supongo que es evidente: estoy en contra de esa línea de pensamiento. Mi decepción para conmigo es que me quedé tan absolutamente sorprendido por la respuesta, de labios de una mujer joven y, pensaba, moderna, que fui incapaz de ordenar mi mente y poner sobre la mesa una eficaz defensa de la igualdad de género. Y, en el fondo, según lo pienso, lo que más me asombra es que nadie en la mesa abrió el pico en favor de la igualdad.

El argumento de estas personas, de sobra conocido, es que las mujeres, por sus bajas maternales y similares, tienen un coste para la empresa superior al de un hombre. Y es cierto. Pero creo que ya vivimos en una sociedad lo suficientemente desarrollada como para ir un poco más allá y dejarnos de excusas baratas basadas en la conveniencia.

La igualdad, en este caso de género, es algo que hay que conseguir. Por justicia. Por derecho. Por ética. Por moral. Porque sí: porque es lo que hay que hacer. Simplemente, al tratarse de un derecho básico y fundamental, el de ser tratado de forma igualitaria se sea hombre o mujer, es cosa de todos. Y que sea cosa de todos hace que ni sea de recibo esperar que lo arreglen otros (los políticos, por ejemplo) ni que andemos con miramientos a la hora de gastar un poco más cuando lo que se juega uno es que las cosas sean como tienen que ser.

Yo no voy por ahí insultando a la gente, ni afectando a su honor, ni robando, ni explotando a quienes están a mi cargo, ni mandando obedecer a mi mujer, ni nada de eso. Y no lo hago no porque haya leyes que protejan a los demás, sino porque creo que no es lo que hay que hacer. Y si me tengo que gastar un poco más para conseguir algo en vez de robárselo al vecino, me lo gasto, porque es lo que hay que hacer.

El cumplimiento de los derechos tiene que estar legislado porque hay gente incapaz de aceptar los cambios, aunque sean de justicia. Pero el resto de los mortales no nos podemos andar con esperas, y menos con estos políticos. Aparte, una legislación que garantice la igualdad de género es compleja y, probablemente, ineficaz. Somos los ciudadanos los primeros que debemos apoyar la igualdad. Y debemos hacerlo con actos, no de boquilla.

Si crees que debes elegir a un hombre porque es un gasto menor, eres un machista. Punto. No hay más. Porque los gastos no lo son todo y tu empresa no se va a ir a la ruina porque una empleada se quede embarazada. Y porque no es ni justo ni ético ni nada. Y me da igual que quien sostenga esa porquería retórico-empresarial sea un hombre, una mujer o un alienígena venido del espacio. Se llama machismo. Y usar el bolsillo para argumentar contra un derecho universal se llama ser un capitalista amoral de m*****.

Va a ser terapéutico lo de tener un blog. Qué a gustito me he quedado después de quince años.

martes, 3 de noviembre de 2015

Del dicho al hecho

Iba a escribir un post sobre las propuestas de José Antonio Marina, pero psé... Para decir que estoy de acuerdo mejor me callo.

Sin embargo, tomándome una caña he pensado que hay un punto en que discrepo o, más bien, un punto que me parece oscuro en toda esta historia. Es el punto de siempre, el que hace que la política sea en gran medida lo que es, el gran fallo y gran mentira de los parlamentarismos en la democracia y lo que impide la separación de poderes: que nos quedamos en lo que hay que hacer y no cómo hacerlo.

Hacer leyes es fácil. "Las mujeres y los hombres han de ser iguales". Toma ya. Y tan contentos. Partidazo éste que hace semejante ley de igualdad. Y les votamos. Y llegan los otros: "que la gente no se quede sin casas". Ole que ole. Partidazo también, oye.

Pero es todo una mierda. Porque eso no hay quien lo cumpla.

El Gobierno es el poder ejecutivo, y tendría que pensar en cómo conseguir que se apliquen las leyes, no en redactarlas. Pero la realidad es que el ejecutivo necesita en muchos casos leyes que le permitan hacer cosas para cumplir otras leyes. Así que el Gobierno se mete a legislativo y el legislativo a ejecutivo. ¿Y la separación de poderes? Ajá, sí... Ahí le has dado.

Todo eso es precioso. Es muy bonito. Pero empecemos por el principio. Todos sabemos que el profesorado requiere de una buena formación y que solo hay que coger a los mejores. Genial. Y eso cómo se hace. Poniendo un MIR. Fantástico. ¿Y con los maestros que ya hay qué? ¿Les jubilas? ¿Les haces pasar el famoso MIR? ¿Y si no lo pasan, a la calle? ¿O es solo para docentes nuevos y, entonces, hasta dentro de 20 años que se jubile la mitad no tenemos un sistema educativo como Dios manda? Entre tanto, qué: ¿la oposición cambiando de sistema otra vez porque este no funciona (solo falta esperar 16 años para que lo haga)?

Diseñar sistemas ideales es complejo, sobre todo porque no existen. Diseñar sistemas efectivos es aún más difícil, precisamente porque existen y son escasos. Pero muchos de ellos se quedan en agua de borrajas porque de diseñarlos a implementarlos hay una diferencia enorme.

La gestión del cambio es toda una disciplina. Hay estudios realmente impresionantes sobre el tema. Existe mucha bibliografía sobre la gestión del cambio. Y es que cambiar es difícil, y en política más.

En un gobierno, soltar cosas como "que los malos profesores cobren menos" (que menuda gilipollez: los malos profesores deberían dedicarse a otra cosa) puede llevar a los sindicatos a la huelga durante días. Y eso será lo mínimo. Si por reformas que no tocaban sus bolsillos se han echado a la calle millares de ellos, con una reforma que afecte a sus ingresos puede arder Troya.

Gestionar el cambio es pasar del estado actual a uno nuevo, y hacerlo con el menor impacto en la gente y los procesos que sea posible. Es identificar el porrón de casos que se ven afectados de formas insospechadas y planificar soluciones. Es minimizar la reticencia que la gente tiene al cambiar y vender de forma exitosa los logros conseguidos. Y todo eso es muy complicado.

Leyes estúpidas hay muchas, en todos los países. En Canadá se puede considerar persona non grata a un extranjero que haga campaña en contra de un candidato a la presidencia. Alucinen: Promueves que no se vote a un tío en Canadá y, si vas, podrías tener un problema. La ley es estúpida por muchos motivos: Primero, porque nadie en su sano juicio denunciaría a un tío de fuera por hacer tal cosa. Segundo, porque el Estado no va a ponerse a revisar lo que dicen en el extranjero, lo que hace que la ley no se aplique. Tercero, porque, aunque lo hiciera, no sería rentable. Y cuarto, porque, aunque fuese rentable y el gobierno vigilase lo que dicen de los candidatos fuera de sus fronteras, ¿en serio les importa? ¡¿De verdad?!

Leyes estúpidas hay muchas, ya sea por motivos históricos (como que en Londres no se puede transportar por la calle un tablón de madera) o porque quienes las diseñaron buscaban votos, no hacer algo bueno por su país. Pero cuando hablamos de temas como la Educación (así, con mayúscula), Justicia o cosas así, no puede uno redactar una ley tipo "qué bonito sería si..." y quedarse tan pancho.

Los españoles, como casi toda víctima de un sistema parlamentario (y sí: lo de "víctima" lo digo porque prefiero los sistemas presidencialistas), estamos acostumbrados a votar a partidos que tomarán control de legislativo y ejecutivo. Esto ocurre porque en los sistemas parlamentarios es habitual que ambos poderes sean el mismo, y en España, cuyo sistema ya tiene traca, más.

Así que sí: fenomenales las propuestas, a falta de conocer los detalles. Pero ese "libro blanco" no contendrá ni las leyes ni la forma de ejecutarlas. Y ahí está la chicha. Y ahí la cagarán los de siempre, como siempre, salvo que el 20 de diciembre nos dé una sorpresa, cosa que está por ver.

Os prometo que yo venía hoy extremadamente alegre tras una noche avanzando en mi proyecto. Pero es que hay realidades que me pueden...