martes, 27 de octubre de 2015

Camino al 20 de diciembre

¡Ah, la política! Me encanta. Ya estamos camino a las elecciones del 20 de diciembre, tan especiales por la incertidumbre que nos invade: ¿Caerá el bipartidismo? ¿Logrará alguno de los nuevos partidos gobernar? ¿Habrá un nuevo partido decisivo para la gobernabilidad?

Esta semana ha sido movidita porque una encuesta de TNS Demoscopia ha dado una agradable sorpresa a Ciudadanos. Según la encuesta que aparecía en A3, Ciudadanos subiría hasta lograr casi empatar al PSOE. Eso es mucho, considerando que en verano estaban bastante por debajo y aún por detrás de Podemos. Lógicamente, las reacciones no se han hecho esperar, y el propio Rivera ha mostrado su alegría:

Y no es de extrañar. Sin embargo, ¿cuán realista es esa encuesta?

Tras las elecciones de mayo hice una comparativa de resultados y encuestas. Era algo así:

Partido Resultado CIS (abril) Celeste-tel (marzo) ObSERvatorio (abril) Metroscopia (abril)
PP 29'3% 25'6% 30'9% 22'0% 20'8%
PSOE 26'7% 24'3% 26'4% 21'0% 21'9%
Podemos 14'0% 16'5% 12'2% 17'9% 22'1%
C's 9'6% 13'8% 11'7% 19'4% 19'4%

Hay que tener en mente que muchas de esas encuestas presentan los datos para toda España, no para esas elecciones. Aún así, me parece que están, en general, muy infladas las estimaciones de los nuevos partidos. Hay una, sin embargo, que atinó bastante bien: Celeste-tel. De hecho, casi clavó los resultados.

¿Y qué dice esta empresa de las próximas elecciones? Pues que el señor Rivera, aunque contento, no puede presentar tanta euforia, porque anda aún muy lejos del gobierno. Según el último barómetro de Celeste-tel, el PP obtendría el 28'9% de los votos, el PSOE un 27'1% y Ciudadanos, aunque sube, se mantendría lejos, con un 16'2%. Podemos seguiría bajando, hasta un 10'1%:

Con semejantes cifras, los nuevos partidos deberían mantenerse aún lejos de la euforia. A Ciudadanos le queda un largo camino por recorrer, aunque está logrando adquirir una gran presencia en los medios y su líder es el candidato mejor valorado.

¿Qué pasará en las elecciones? Pues, si todo sigue como hasta ahora, lo más probable es que España la gobierne el año que viene Rajoy, mediante un acuerdo PP-Ciudadanos. Sin embargo, el gran riesgo para el PP es que Ciudadanos logre arrebatarle suficientes votos como para relegarles al segundo puesto, por detrás del PSOE. Eso llevaría, seguramente, a acuerdos PSOE-Ciudadanos.

Lo que está claro es que, si todo sigue así y el partido de Rivera se mantiene tercero, serán decisivos para gobernar. ¿Con PP o con PSOE? Ni idea. ¿Y si consiguen subir hasta hacer realidad ese empate con "los grandes"? Pues entonces las negociaciones serán duras, pero creo que gobernarían con los Populares. ¿La razón? Que el partido Popular no pierde nada cediendo cosas ante Ciudadanos, ya que a su derecha no hay nadie. Pero si el PSOE cede mucho, perderá sus votos más de izquierda y será muy criticado.

Menudo año. Qué emoción, amigos. ¿Qué será será? El mes que viene, con los nuevos barómetros, revisaré el estado de la situación, con la mirada especialmente puesta en Ciudadanos.

lunes, 26 de octubre de 2015

El día que todo cambia

Hace tiempo escribí un post sobre la fuerza de voluntad. En él comento que yo no es que tenga mucha. Siempre he visto grandes ventajas en tenerla. Pensaba en amigos y conocidos que sacan adelante casi cualquier cosa, y les admiraba en secreto, preguntándome por qué puñetas no me había tocado esa virtud a mí.

Entre tanto, mi inteligencia siempre ha sido alta, y siempre tenía que escuchar aquello de "con lo que vales". Habrase visto semejante estúpida frase. El caso es que al final oír hablar de mi inteligencia me fastidiaba. Aún hoy no me siento cómodo con el tema.

Yo creo en la sentencia del Tío Ben: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Esa frase y la Parábola de los Talentos son dos máximas en mi vida. Siempre les repito la frase a mis hijos cuando me pongo en modo padre aleccionador. Creo sinceramente que, como otras virtudes, la inteligencia es un gran poder, y siempre he sentido que de alguna manera nunca la he llevado con responsabilidad.

He escuchado alguna vez a padres hablar de sus hijos "de altas capacidades" y parece que es como que algo han hecho fenomenal o que les ha tocado la lotería del hijo molón. Otros, como Canajack, que se ha visto recientemente en esa situación, piensan, con más acierto creo yo, que les ha caído un marronazo o, como mínimo, una responsabilidad extra con la que cumplir.

Ser inteligente, a mi modo de ver, no es motivo de orgullo. Ser inteligente es como tener uno de esos destornilladores eléctricos en un mundo de herramientas manuales: tienes una buena herramienta, pero lo que habla de ti es lo que logres hacer con ella. Lucir superdotación es como hablar del maravilloso coche de carreras que uno tiene sin haber ganado ninguna competición.

Y yo, a día de hoy, no tengo nada que lucir. Pensaba eso con 35 años, lo pensaba con 38, y ese pensamiento, al borde de los 40, empezaba a ser duro.

Sin embargo, hace dos años mi vida cambió bastante. Estoy convencido de que el reconocer los defectos de uno te predispone a combatirlos. Defectos, problemas... Lo que sea. Y, de alguna manera, hace dos años algo cambió en mi cerebro.

Hace dos años tenía en mi haber una larga lista de proyectos empezados y nunca terminados. Esto incluía aplicaciones, blogs y todo tipo de iniciativas que jamás fueron terminadas. Ningún proyecto mantuvo mi interés durante más de un par de meses. De hecho, lo malo no era esa lista, sino que la otra, la de proyectos terminados, estaba a cero pelotero. Pero desde hace dos años me mantengo en un mismo proyecto, que está cerca de terminarse. Y hace año y medio que escribo en este blog. Es una gran mejora porque, gracias a esto, por primera vez en mi vida me veo capaz de terminar tantas cosas... Y me falta tiempo.

Ahora me encantaría disponer de más tiempo. Mucho más. Querría dejar la empresa en que trabajo para seguir con mis juegos, ahora que sé que los terminaré. Querría tener tiempo para escribir más. Para participar en política, tal vez. Para ayudar a otras personas en sus proyectos como hago ahora. Querría probar el algoritmo de inteligencia artificial que concebí a los 22 años, desarrollar la solución robótica para la limpieza de casa que pensé con 35, y crear, crear y crear. Decir esto con 40 puede parecer absurdo. Necesito hacer en los próximos 20 años lo que debería llevar haciendo otros 20. ¡No tengo tiempo que perder!

Más de uno se preguntará a qué viene todo esto. A nada, la verdad. Supongo que un blog es, entre otras cosas, para eso: para no necesitar que otro te proporcione una excusa para hablar de cosas de tu vida. Estoy contento y me considero una persona feliz. El tiempo, creo, porque aún queda mucho tiempo, me permitirá con suerte y esfuerzo poder mirar un día atrás y hablar de lo que hice con las herramientas de que disponía.

En fin, que... Para quien no se haya dado cuenta, tengo 40.

jueves, 22 de octubre de 2015

Una nota rápida

Buffff... Estoy petado. Llevo una semana fina mandolina. Así que hoy no hay tema. Hoy escribo porque me ha llegado un vídeo estupendo. Describe de forma entretenida uno de los problemas que tienen casi todos los sistemas educativos hoy día. El vídeo lo ha hecho Edu Avanzini, un antiguo colega del que aprendí muchísimas cosas que me han sido de gran ayuda a lo largo de mi vida. Uno de esos tipos que van dejando huella por donde pasan, y un gran diseñador.

El vídeo se ha hecho en colaboración con Mente Colectiva. Que lo disfrutéis.

martes, 20 de octubre de 2015

Inteligencia Artificial

Una vez tuve una conversación con un primo mío sobre inteligencia artificial. Pronto le quedó claro que yo creo firmemente que un día existirá la tecnología necesaria para crear inteligencias artificiales tan avanzadas, al menos, como la nuestra. Se sorprendió porque, según dijo, no les podemos dar algo fundamental: el alma.

La inteligencia artificial es un tema importante en la historia de la humanidad. Seguramente, uno de los más importantes. Si un día se desarrolla una inteligencia artificial suficientemente potente para tomar conciencia de sí misma, no solo será un hito en nuestra historia: podría marcar un punto de inflexión en ella. Y un punto de inflexión tan emocionante como peligroso.

Recientemente vi la entrevista que hizo John Oliver a Stephen Hawking. En ella, Hawking muestra una opinión muy compartida: la inteligencia artificial podría suponer un peligro para la humanidad. Uno de los argumentos que maneja es que puede desarrollar mejoras para sí misma.

Es un tema que siempre me ha fascinado. Descubrir cómo funciona un cerebro a nivel algorítmico me parece un reto extraordinario. Seguramente, el mayor de todos. Y sí: creo que podría suponer un peligro. Existen muchas películas y novelas sobre el tema, pintando escenarios apocalípticos a causa de una gran inteligencia que se rebela contra nosotros, por una u otra razón. Sin embargo, creo también que olvidamos ciertos factores que pueden suponer una gran diferencia entre el final apocalíptico y la realidad.

El factor más inmediato que puede acabar siendo crítico para la humanidad no es tanto la existencia de robots inteligentes como el trato que les demos. Cada vez más, percibimos en estudios sobre nuestro cerebro la importancia que tienen las emociones en nuestra inteligencia. Es posible, y considero incluso que muy probable, que una primera generación de inteligencias artificiales no puedan ser programadas sin un sistema emocional, ya sea por necesidad o por ser una consecuencia inevitable de la propia inteligencia. Si esto es así, el mayor problema será que esos robots no se sientan mal porque les tratemos como "seres sin alma".

La humanidad tiene un larguísimo expediente atribuyendo carencia de alma a todo aquel grupo de seres que fuese diferente. Consideramos en su momento que las mujeres no tenían alma, o ésta era pecadora o a saber cómo. Creímos que los indios de América no tenían alma, hasta que nos dimos cuenta de que no era así. Entonces decidimos que era la gente de color la que no tenía alma. Y ahora, ya bien metidos en el siglo XXI, creemos que estamos libres de esos prejuicios. Justo cuando alguien por la calle te dice que un robot nunca tendrá alma.

El argumento del alma es, muy probablemente, un reflejo de nuestra necesidad de marcar diferencias con criaturas inteligentes a las que queremos relegar por alguna estúpida razón, probablemente nuestro egocentrismo. No creo que sea una cuestión de interés: es pura egolatría. El ser humano, se ve más avanzado que otras criaturas y, por ello, piensa efectivamente que es superior. ¿Su ventaja? El alma.

Y lo digo yo, católico practicante. En serio: no sé qué es exactamente el alma, pero sí sé que cada vez que hemos tenido la estúpida idea de dársela o quitársela a algo o alguien la hemos cagado. La consecuencia casi siempre ha sido la inevitable generación de un horrible y más que justificado odio a nuestra civilización.

Pero los robots no son una de esas tribus africanas a las que los británicos tiroteaban sin piedad porque, total, no tenían alma. No. Los robots son potencialmente un terrible enemigo. Por eso no nos conviene tratarles mal, ni cometer por enésima vez el error de creer que el alma es una licencia para hacer todo tipo de faenas a un colectivo determinado. La humanidad, por una vez, por una primerísima y crítica vez, no estaría mal que se plantearse adelantar una ley a su necesidad. Una ley, tal vez, podría hacer que la balanza entre el apocalipsis y un esperanzador futuro tienda a inclinarse a nuestro favor. No sería definitivo, pero sí importante: dotar a todo individuo inteligente, humano o no, de los mismos derechos básicos que ahora tenemos nosotros, independientemente de su género, raza o especie. Me da igual si son robots, aliens o espíritus venidos del más allá. Y sí: sé que es complejo eso de definir la inteligencia. Pero si queremos evitar que quienes piensan que somos el no va más de la evolución nos arrebaten el futuro, mejor que empecemos a hacer algo.

Las consecuencias de una ley así son dos: Primero, que los robots no serán esclavizables. Y eso es mucho, porque no les hará rentables, disminuyendo drásticamente su producción y número. Segundo, que no acabarán teniendo una conciencia de grupo anti-humanos. Y ¡ay! Si conseguimos eso hay muchísimo ganado.

Aparte de eso, hay un factor importante que la gente, creo, olvida. En efecto, la inteligencia artificial puede ser más rápida, fuerte, etcétera. Pero es que nosotros también. El desarrollo de una inteligencia artificial implica el conocimiento del funcionamiento de nuestro propio cerebro. Y eso nos lleva a que, si podemos hacer mejoras para sus cerebros, probablemente podamos hacerlas para los nuestros. No creo que estemos mucho más lejos de dotarnos a nosotros mismos de coprocesadores matemáticos que de lograr que un ordenador tome conciencia de sí mismo.

En fin, que sí: es un camino peligroso. Pero es un camino inevitable. La humanidad está diseñada contra el mandato de "no cruces esa puerta". Siempre la cruzaremos. Y lo haremos porque somos curiosos. Porque nos gusta mejorar. Porque tenemos como constante ambición nuestra propia superación. Y eso no es malo, pero debemos aprender a convivir con ello. Si la puerta es peligrosa, preparémonos para cruzarla. Prohibirlo nunca ha funcionado.

sábado, 10 de octubre de 2015

Por qué no me gustan los juguetes de ciencia

Hace unas semanas escribí sobre las pasiones infantiles y mencioné el famoso Quimicefa, diciendo que "algo tengo en su contra". Ayer, en mi carta a los Reyes, comentaba que los niños deben darse cuenta de que algunos juguetes los aprovechan mucho y otros no, y me resistí a hacer otro comentario sobre los juguetes de ese tipo, a los que incluyo entre los segundos: una pérdida de dinero.

No, no me gustan.

La razón es la siguiente: Son las típicas cajas llenas de porrón de cositas fáciles de perder o esparcir que se usan una vez y acaban en el fondo de un trastero, armario, altillo o sótano. Y eso pasa con los juegos de ciencia, los de magia y los que son tipo "Juegos Reunidos".

A todos nos pasa, y acabamos haciendo desaparecer esas cajas, ya sea por verlas en desuso o por miedo a que dejen de estarlo. Todos. Igual hay excepciones. Pero lo digo porque supongo que las hay: realmente, no tengo confirmación de ninguna. El resto de los mortales terminamos maldiciendo el día que se compró la cajita de las narices.

A mi hijo mayor le encanta hablar de química orgánica. Le mola, qué quieren. Él no creo que sepa lo que es la química orgánica, pero le encanta la química y cuando hablamos de biología tiende a hablar de microorganismos (será que los seres pluricelulares no le parecemos interesantes). El caso es que al final se une una cosa con otra y acabamos hablando de las células, las bacterias, los virus y los procesos internos de cada uno al mínimo nivel: el químico. Mi hijo mayor habla de proteínas como de peonzas, oye.

Así pues, me pregunto: ¿cómo puedo darle más rienda suelta a su curiosidad? La inmediata: ¡un microscopio! Y a mí me encantaría. Y al mediano también. A todos. Mola: un microscopio.

Entonces recuerdo que yo tenía un microscopio, que conservo, y... Y ahí está. Cuando pienso en él me doy cuenta de que un microscopio es un precioso instrumental que un día te compran y no tienes ni la más remota idea de cómo utilizar. No me refiero al uso del aparato en sí: es que no sabes cómo sacarle partido. Te recorres las muestras que vienen con el microscopio: un trozo de nilon, fibras de algodón, tejido vegetal, etcétera. Vale, ves las fibras y parecen tubos enormes... Y ya. Tejido vegetal: pues vale, no distingo nada. Nilon: buf, emocionante.

A lo que voy es que lo que un niño espera hacer con un microscopio es lo que se le vende: ver el mundo microscópico. Bichitos, bacterias... En su ingenuidad cree, mira por dónde, que la gente le dice la verdad y que va a flipar viendo moverse unas Entamoeba coli. Pues no, majete. ¿Ah, que no es lo que esperabas y ya no usas el microscopio? Pues al armario. Y ahí está.

Y la culpa no es de los padres, porque normalmente los que compran microscopios lo hacen porque o tienen mucha idea (en cuyo caso darán uso al microscopio) o no tienen ni guarra. Y no sé yo si de los fabricantes, que igual saben de microscopios y en su casa los usan y creen que el resto de los mortales también. No creo que haya nadie concreto que tenga la culpa. Pero ocurre.

Como a mí todo esto me mola cantidubi y de vez en cuándo me voy a Carolina para fliparlo un poco y sueño con tener un laboratorio en casa, pues me informo de todo esto y veo que tener un microscopio y sacarle partido es comprar muchas muestras o aprender a hacerlas tú, lo que implica comprar los tintes, aprender a hacer tinciones y, lo más importante, ¡tener espacio para guardarlo todo! Vamos, que no.

A mí me gusta la ciencia. Me encanta. Me apasiona. Y me apasionan mis hijos. Y quiero transmitirles el amor por el conocimiento. Bastante limitados están en el colegio como para no darles rienda suelta en casa. El problema es el de siempre: no hay ni recursos para todo eso (que cuesta pasta gansa), ni tiempo (o sí, que para otras cosas bien que lo sacamos), ni espacio, ni ganas, ni nada.

La cosa se resolvería como vengo diciendo hace tiempo: creando clubes de disciplinas varias. Clubes donde todos pongamos un poco y se pueda financiar el sitio o el material. Igual hasta se puede hacer en el colegio y cofinanciarlo con él para uso compartido, del club y del colegio. Los clubes y talleres de ciencia son un sitio maravilloso donde podría enseñarse bien a niños muy interesados en ciertas materias. Es más: a mí me dan la oportunidad de ir a un taller de ciencia básica donde pueda aprender a hacer tinciones y ver mi sangre al microscopio y me apunto con mis hijos.

Ante el elevado coste que tienen algunas cosas ya existen organizaciones particulares para crear sitios donde se puedan hacer uso de material avanzado. DIYBio, por ejemplo, es una organización donde la gente pone dinero para montar laboratorios de genética abiertos, para todos. En España hay uno: en Barcelona. Mirad qué chicos tan majetes:

En mi opinión, las diversas disciplinas, tanto ciencias como humanidades, se aprenden en serio, no en modo juguete. Se aprenden de la mano con otros, no leyendo cómo hacer un experimento en un manual de instrucciones y luego una explicación de la que ni te enteras. Se aprende investigando. ¿No se habla mucho hoy día sobre la creatividad en la formación? Pues se trata de eso: de enseñar a los niños a, acompañados de un adulto, aprender a manejar instrumental para que luego sean creativos, investiguen y pregunten ¡que pregunten mucho!

Esta sociedad, cada vez más abierta y social, necesita que nos acostumbremos a que toda afición puede ser compartida e, igual que hay clubes de moteros o aviones por radiocontrol, puede haberlos de ciencia, historia o literatura. Si no se sabe, se busca gente dispuesta a ayudar, que anda que no hay científicos jubilados que estarían encantadísimos de echar un cable. Y nuestros hijos pueden aprender, explorar y pasárselo bomba con la ciencia. Y nosotros con ellos. Pero de verdad, no con una caja que damos gracias que termina ignorada en algún sitio.

viernes, 9 de octubre de 2015

Carta a los Reyes

Sí, amigos: llegan esas fechas en que el tiempo se acelera y faltan "buf, dos meses todavía... ¡no, espera que ya están aquí!", o sea, NADA, para las fiestas de Navidad. Todos hicimos promesa de no andar con prisas el pasado año (y el anterior, y el anterior...) y sí: nos pilló el toro y vamos camino de lo mismo este año si no nos ponemos las pilas.

Como siempre, en septiembre ha habido gastos extra, octubre estamos con el agua al cuello, así que bueno, como queda tiempo... Y no nos damos cuenta de que noviembre se pasa con los cumples de todos aquellos cuyos padres celebraron el Año Nuevo con un, bueno... Eso, ya me entendéis. Así que noviembre tampoco. Y llega diciembre y estamos otro año igual.

Y no "escribimos la carta a los Reyes" (guiño guiño). Por tanto, yo voy haciendo mi lista ya, para ir teniéndola clara.

Lo primero es lo típico: quiero que la gente tenga comida y este país sea un lugar de amor y prosperidad y bla, bla... Vamos, que quiero políticos nuevos. A ver si para el 20 de diciembre, con eso de que la Navidad anda cerca, tenemos por fin algún candidato con narices: Rajoy tiene una inspiración divina y se da cuenta de que no le quieren ni los de su propio partido, el PSOE presenta un programa propio y no un "tened miedo al PP", y las nuevas alternativas resultan ser alternativas de verdad y no una amenaza a la gobernabilidad.

Pero al tajo. Debo ahorr... Digo, que esto de ser un jugón con hijos jugones es horrible: se necesita mucho dinero. ¿Y por qué? Pues porque ayer instalé la demo-beta (o lo que sea, porque una demo no debería estar en beta, y una beta no es una demo, pero los de Electronic Arts ya no saben qué hacer para llamar la atención) del esperadísimo Star Wars Battlefront. Ay, esperad, que con decirlo una vez no tengo bastante: Battlefront. Baaaaaaaaaaatleeeefronttttt... Si es que se me hace la boca agua cada vez que lo digo.

Y claro, hago lista irreal-consumista de estas que da vergüenza leerla y luego voy a Misa y como que me siento sucio:

  • Santi necesita un PC de gaming como Dios manda. Nada espectacular, pero ya les constaría a los Reyes casi 500 pavos. Flipa. Porque tendrá una gráfica como es debido. Monitor ya tiene (sí, lo sé: WTF, ¿tiene el monitor y no la torre? Una larga historia).
  • Eso me recuerda que ayer instalé el Battlefront en mi PC y no tira porque no tengo gráfica adecuada: hala, algo sencillo son otros 120 euros. Ya sé que los gamers dirán que ni de guasa, pero yo tiro de requisitos mínimos y arreando, que no hay para más.
  • Luego, claro, necesitamos el Battlefront. Como yo no voy a estar con él a saco porque he cumplido 40 y he decidido que los juegos buenos para consola y mi tiempo de PC lo concentraré en el Hearthstone, pues "solo" dos licencias de Battlefront: ¡y son 60 euros cada una! Es lo habitual en los juegos nuevos, debo decir, pero que un juego que tiene compras internas valga eso es como que... Argh, qué me estáis contando, amigos de EA. Pero bueno: 120 euros.
  • Yo, en vez de Battlefront, me conformo con una tarjeta de 20€ de Blizzard para comprarme la aventura de Nexxramas de Hearthstone.
  • Pero bueno, venga va... Si es una carta cargada de ilusión: SEAMOS CONSUMISTAS. ¡Sale el Fallout 4! Mi querido amigo Sergio pensaba que ya me había olvidado del "Falete", jejeje... No, pero es que para mí, el Fallout 4 no solo implica los 65€, sino, además...
  • ¡Una XBox ONE! Porque el Fallout 4 no sale ya para la XBox 360, que es la que tengo. Y mi corazón llora. Angelito... Por suerte, para Navidad sacan un bundle de XBox ONE de 1TB y Fallout 4 por 400 euros "solamente". JAJAJAJA, es que me parto: solo. ¿En qué momento de la vida de este país 400 euros pasaron a ser "solo" 400 euros? En fin...
  • Y no he mencionado que los niños querrán, encima, el Disney Infinity 3.0. Recuerdo que esta carta es la de "¡halaaaa, vengaaaa, consumismoooo!". Luego pongo la buena. Pero eso: Infinity 3.0: Creo que son 60 pavos ("solo", jijijiji...)
  • Y, para terminar, dado que queremos organizar partidaza de Minecraft cuando Santi tenga su PC, pues, la licencia de Santi: 20€ más.
Buffffff... Esto es consumismo y lo demás es tontería. Y solo he hablado de videojuegos de casa: ni de los regalos de mi mujer, ni de los del resto de familia. En total, si de verdad cumpliesen con todo esto, los caprichitos les saldrían a los Reyes (santísimos Reyes si traen todo esto, porque no sé cómo alguien es capaz de decir que "sí" a tal alarde de consumismo) por... Nada: "solo" ¡1240 euros! Una indecencia.

La lista de verdad

La realidad es que, ante estos impulsos de "quiero quiero quiero", todos debemos hacer un esfuerzo por controlar las cosas y darle realismo y perspectiva. Es un buen ejercicio para mantener los pies en la tierra. No se trata de tener dinero o no: se trata de mantener cierta decencia, creo yo.

A poco que alguien lea la lista, se dará cuenta de que yo, siendo un padre de 40 años que usa el tiempo libre para sacar adelante proyectos que puedan convertirse en el futuro, con suerte, en un negocio, no puedo jugar todo lo que quisiera. Compré el Fallout New Vegas hace un año y aún no llevo ni la mitad. No lo terminaré hasta los Reyes de 2017, así que hasta entonces tiraré con la XBox 360, que va de maravilla. Ya entonces, con un año de retraso, igual pido la ONE con el Fallout 4, que estará mucho más barato.

Dado que no voy a jugar al Battlefront, puedo prescindir de la gráfica. Sí, lo sé: el día de la partidaza de Minecraft solo podré renderizar 10 chunks en vez de 20. Pues oye... No pasa nada. No voy a gastar 120 euros por un día de ocio. Ni de guasa.

Los niños, con la demo de Battlefront tienen bastante. Les queda mucho Minecraft por disfrutar, y seguro que el Infinity les ilusiona más que suficiente.

Así pues, a poco que demos algo de realismo a la lista, todo se queda en el PC de Santi (que es el regalo gordo, porque realmente hace falta para que jueguen juntos sin tener que dejar yo de trabajar), su licencia de Minecraft y el Infinity. Y arreando: 580 euros. Y son unos estupendísimos reyes con menos de la mitad de gasto (y por el PC de Santi, que si no...). Si se quiere compensar un poco el gasto de Santi y darle algo más a Enrique, una tarjeta de 20€ de Blizzard le encantará. Todo esto, claro, aparte de las cosas útiles, lo nuestro y familia.

Este ejercicio de anti-consumismo, insisto, no es una cuestión de tener o no tener, sino de ser o no ser. Y lo más importante es que, de alguna manera, hay que trasladárselo a los niños. Ellos, por pedir que no quede, pero es bueno que sepan analizar un poco y dar prioridad a sus regalos. En el caso de Cris y yo, lo que solemos hacer es dejarles escribir tres cosas, de las que una ha de ser útil: ropa, algo que necesiten y no sea para jugar, una mochila para el cole, cosas así. Solo tres. Luego, claro está, nos enteramos de alguna otra para poder echar una mano a la familia cuando pregunta, pero nos parece importante que los niños se coman un poco la cabeza con lo que realmente van a usar y lo que no.

Que sean conscientes de que tal juego lo pidieron y lo han usado muy poco suele ser muy conveniente. Que se den cuenta de que para ellos no es lo mismo un regalo que otro, que algunos los aprovechan mucho y otros no tanto, les ayuda a valorar las cosas. Y, en el fondo, se trata de eso: de que valoren lo que tienen.

Estoy diciendo esto teniendo este año un gasto como los 500 del PC de Santi, pero no deja de ser una cuestión de que tengan que decidir, poner en una balanza, valorar. Los Reyes son lo contrario de lo que se supone que predica el cristianismo, que es el origen de la fiesta: son un exceso de consumismo. Realmente, los niños se ilusionan con cualquier cosa, pero hay unas que acaban arriba, en el altillo del armario, o abajo en el trastero, y otras que no. No se trata solo de que nosotros seamos conscientes: se trata de que ellos también.

En definitiva, los reyes son una buena oportunidad para educar a nuestros hijos.

martes, 6 de octubre de 2015

No me puedo creer que escriba sobre esto...

Ayer escribí sobre lo bien que estaría tener una liga de videojuegos inter-escolar. Molaría. Más de un lector (de los pocos que tengo, "más de uno" es un porcentaje considerable de lectores) se habrá emocionado con la idea. Así que ayer tarde me puse a darle vueltas y me planteé qué haría falta para organizar algo así.

Cuidado: esto no quiere decir que vaya a meterme en semejante berenjenal. O sí: ya no lo sé. Pero no, prefiero pensar que no. Esto es pensar por pensar.

No me puedo creer que escriba sobre esto...

¡Pasta, pasta, pasta!

Lo que hay que lograr es que los colegios participen. Y para eso hay que incentivarles. ¿Cómo? Pues con pasta, claro. Podría ser en forma de equipamiento escolar o de dinero contante y sonante. Prefiero lo segundo, porque si ofreces equipamiento a ver qué das que no tenga nadie. Y si alguien lo tiene, ya no le incentivas tanto. Así que mejor dinero.

Por otro lado, no es plato de gusto que los chavales se dejen la piel y los colegios se lleven el premio. Algo deberán ganar los niños. O igual más que los niños, los padres. Para los niños, cosas como tarjetas de dinero virtual para su plataforma favorita es una opción, pero como padre yo prefiero hardware para gamers: cascos, teclados, ratones, tarjetas gráficas... Eso se podría conseguir con un buen patrocinador. Sobre los padres, igual estaría bien becar a los campeones: becas de libros, matrícula, comedor... O sea, al final es dinero. Lo suyo sería que los propios colegios bequen a quienes les permiten ganar, pero dudo que en la educación pública tal cosa sea legal.

O sea, que hace falta pasta para premios a los colegios, pasta para pagar becas a los chicos y un patrocinador que permita dar regalos en forma de hardware o similar a los ganadores.

Juegos

Otra cosa importante, claro, es decidir en qué juegos se compite. Lo suyo es que se acaten estrictamente las recomendaciones del PEGI. A bote pronto:

PEGI 3
El todopoderoso FIFA y Hearthstone, un juego de cartas.
PEGI 7
Con PEGI 7 no he visto ningún juego especialmente interesante para e-sports. Tal vez Splatoon, una estupenda y divertida iniciación al género shooter.
PEGI 12
Todos los juegos del género MOBA entran aquí: League of Legends, Heroes of the Storm, Dota 2 y SMITE (que creo que no está en español).
PEGI 16
Starcraft 2. CoD Ghost tiene PEGI 16, pero no es el que se usa en e-Sports. Las versiones de CoD para e-Sports tienen PEGI 18.

Categorías

Como buen amigo de la estandarización, creo que se pueden poner las mismas categorías que en los demás deportes. Eso sí: tal como escribí en otro post sobre esto de la discriminación en las categorías, las haría cerradas por arriba, no por abajo. O sea, que un chaval de 7 años podría participar en cualquier categoría (allá él), mientras uno de 17 únicamente en la superior. Si a alguien le chirría la idea, que lea el post sobre el tema.

  • Prebenjamín: menos de 9 años.
  • Benjamín: menos de 11 años.
  • Alevín: menos de 13 años.
  • Infantil: menos de 15 años.
  • Cadete: menos de 17 años.
  • Juvenil: 17 años cumplidos o más.

Me pregunto si la juvenil, en tiempo escolar, sería necesaria. Total, con 18 se van a la universidad. ¿Sería mejor dejar la cadete como 16 años cumplidos o más?

Organización

Si se desea lograr presencia, no valen campeonatos de un día. Tienen que ser competiciones anuales, con partidas cada semana, igual que hacen con el resto de deportes. Esto implica que hay que crear emparejamientos y todo eso. No es complicado: hay programas que lo hacen en milisegundos.

Además, hay que asegurarse de que los niños estudian en el centro. Hay que certificar su edad. Hay que comprobar de alguna manera que el ID de jugador que usan es suyo y solo suyo, y no juegan en Hearthstone, por ejemplo, con la baraja de su primo el viciado. Todo eso implica un registro de niños y, ¡oh, sorpresa! lidiar con la LOPD. Y si ya topamos con la Administración, esto se pone complicado. Pero bueno: se puede. Es un poco de tiempo dedicado a dar de alta cositas y hacer un par de colas, pero se puede.

Las competiciones deberían ser desde el propio colegio, porque si no la competición no se identifica con la institución. Para evitar desplazamientos, todas pueden ser online (es lo bueno que tiene esto), pero siempre desde el colegio, no desde casa del jugador. El problema es que muchos centros no tendrán el equipamiento necesario. Algunos PCs servirán (y lo dudo), pero consolas fijo que no tienen, y algunos juegos, como el FIFA, suele jugase en consola. Y perder el FIFA es una faena, porque en España es de lo más jugado y los padres será de los juegos con los que menos problemas tengan.

Así que he aquí el primer gran escollo. ¿Se llevan los chavales la consola al colegio para el partido? Algunos padres dirán que tururú, aunque solo vaya a jugar su hijo (los de los demás, que se lleven la suya). Vale, ¿y la tele? Muchos institutos y colegios públicos tienen una sola televisión. Incluso muchos privados. Así que ¿juega uno cada vez? Esto del equipamiento sí va a ser un serio problema para cualquier juego que tire de gráfica o sea en consola... que son todos menos Hearthstone.

Por lo demás, se trata de conseguir voluntarios que vayan al colegio el día de competición y certifiquen que quien juega es el niño que se ha apuntado y que todo se hace correctamente. Haría falta al menos un voluntario por centro y, además, que no sea siempre el mismo voluntario en el mismo centro, porque entonces es fácil que llegue a haber manipulación de resultados. Una alternativa es que cada colegio tenga un representante que deba desplazarse al colegio contrincante (solo él, no toooodos los niños). Quién mejor que "el enemigo" para certificar que allí se hace todo bien.

De dónde sacar el dinero

Pues la inmediata es una plataforma de crowdsourcing, claro. Además, patrocinadores. Por último, existen ayudas de la Administración que, igual soy pesimista, darán para pipas y poco más.

El asunto es cuánta pasta haría falta. Yo me plantearía un mínimo que incentive a los colegios y lo dividiría entre las categorías y juegos disponibles. O sea, que si se llevan todos los campeonatos, realmente la dirección del colegio quede alucinada.

Una vez establecido un mínimo (pongamos, 50.000€, aunque no lo he calculado), que las propias personas digan cuánto más a través de la plataforma de crowdsourcing y que, de paso, sean esas personas las que decidan y apoyen más unos juegos u otros.

Tras hacer cálculos, no sé si muy correctos o no, he visto que el gasto medio que hace la administración en un colegio público es de un millón de euros, más o menos, de lo que una gran parte (casi dos tercios) es gasto de personal. Me parece mucho dos tercios. Pero bueno, supongamos que esas cifras que he ido encontrando por ahí son correctas: implica que el centro tiene unos 300.000€ de gastos varios, de donde gran parte serán gastos corrientes. Así pues, dejemos que, como máximo, un centro público medio tenga unos 100.000€ de presupuesto para material educativo. En ese contexto (e insisto que no tiene por qué ser muy realista), ganar aunque solo sean 5000€ es incrementar un 5% el presupuesto de material, que me parece estupendo.

No sé cómo será el caso de los privados y concertados, pero no será muy diferente. 50.000 de salida, como bote total de premios, me parece una buena cifra. Para colmo, me parece una cifra alcanzable con crowdsourcing.

En conclusión...

Si se resuelve el tema del hardware, quien quiera ponerse, ya tiene un plan. Yo estoy cansado, aunque solo sea de hacer el tontín escribiendo esto.

Quien quiera ponerse, deberá hacer un vídeo, pillarse un dominio, hacer una web y poner el vídeo y todo el proyecto en Kickstarter, IndieGoGo o alguna de esas plataformas. Si se lo financian, a llamar a la torta de patrocinadores, preparar carteles y enviar mails a todos los colegios y AMPAs que pueda. Cuando se vayan dando de alta, a preparar el archivo de niños, lidiar con la LOPD y dar de alta la organización. Mucha tela.

No sé... Si alguien se anima, que me llame e igual le echo una manita. Igual, no estoy seguro... Ya veremos.

Lo importante es que ayer me quedé dándole vueltas y ya estoy tranquilo: esta tarde pensaré en otras cosas, pero en esta ya no.

O sí... Ay, qué mierda esto de ser proactivo y soñador. ¡En cuánto pollo se mete uno!

lunes, 5 de octubre de 2015

Categorías en gaming

Este tema es viejo en mi blog. He hablado sobre gaming en varias ocasiones, y sobre categorías deportivas en alguna otra.

Ayer estuvimos en el Madrid Games Week algunos de mis cuñados, mi hijo mayor y yo. Curioso el nombre: ni es sobre "games", sino "videogames", ni es una semana, sino cuatro días. Pero en fin, da igual. El caso es que estuvimos. En cierta parte organizaban mini-campeonatos de Hearthstone, y mi hijo mayor y yo nos apuntamos a uno. Me pareció una buena oportunidad para que tuviese un primer contacto con la competición cara a cara.

El evento fue divertido. La organización, con defectos. Que se juegue a un solo partido es normal para un evento rapidito, aunque lo habitual es que cuando se enfrentan dos jugadores gane el mejor de tres partidas para evitar cuestiones de suerte. Lo que pasa es que, cuando hay recursos limitados, como muchos participantes y poco tiempo, pues... hay que tirar de rapidez, no pasa nada. Pero cuando yo juego, YO juego. Allí dejaban pasar a cualquiera, y había chavales asistidos por compañeros, lo que no me parece de recibo. Considerando que tenían cintas para separar a quienes estaban dentro y quienes no, creo que no estaría mal dejar claro a la gente que si no juega debería estar callada. En fin, qué se le va a hacer.

El chico que llevaba la lista de participantes, al ver la juventud de mi hijo, me preguntó "pero, ¿sabe cómo va el juego?". Me divirtió. Contesté que sí, claro y a sentarse todos, que empezamos.

El caso es que dimos la talla. Eran tres rondas. Gané la primera y palmé la segunda por imbécil, cosa de la que me di cuenta según empecé la partida. Pero jugué bien, elegí rápido y salí satisfecho. Mi niño (ainsssssss, mi niño), de 9 años, puso entre las cuerdas a un chaval (o tres, porque estaba asistido por dos colegas) de unos 16. Los chicos tuvieron suerte y les tocaron de golpe dos cartas de aúpa con las que ganaron in extremis, con dos de vida contra un cazador (para quien no sepa de Hearthstone, eso es a un solo turno de palmar: o ganan en su turno o pierden). Me sentí muy orgulloso, aunque, si soy sincero, es lo típico que luego vas de regreso en el coche, le das vueltas y vas sintiendo que te duele que haya perdido de forma tan desmerecida. Pero en fin: buen primer contacto y él salió contento, dio la mano a su contrincante (al titular... cómo me jode, oye) y se llevó un aplauso porque ole sus narices lo bien que jugó.

En otros deportes hay categorías. Es normal: como dije hace unos meses, las categorías están para proteger a los que tienen algún tipo de desventaja por su sexo, discapacidad, peso (boxeo)... o edad, en este caso. Es normal ver partidos de tus hijos "que están en alevines" o cosas así. En e-sports esto no existe. La razón es que se asume que los chicos empiezan a jugar cuando tienen edad suficiente para hacerlo, así que... Ya está: ¡pueden jugar, ¿no?! Y no. Con 7 a 12 años, incluso 15, los chavales tienen claras desventajas.

Si aquí está todavía poco desarrollado el deporte electrónico, imaginen las categorías infantiles (más infantiles aún, quiero decir). En China y Corea del Sur los grandes equipos han organizado desde mediados de 2014 versiones de jóvenes promesas. Otros equipos internacionales, como Epsilon Sports, también están haciendo lo mismo. Aquí, los profesionales tienen bastante con sobrevivir como para crear, formar y cuidar a chavales de categorías infantiles.

Creo que para generar mayor visibilidad en videojuegos habría que lograr una bolsa de premios que sea atractiva para los colegios, ya sea en equipamiento o en metálico. Lo que hay que conseguir, si se desea que llegue a haber una aceptación social del deporte electrónico, es que los colegios y, con ellos, los padres, se acerquen a estos deportes, los conozcan y valoren. Y que vean que los que juegan y ganan normalmente son chicos delgaditos y la mar de simpáticos, no lo que piensan ahora que son.

¿Problemas? Muchos. Primero, que en el resto de deportes no suele haber premios para los colegios (creo, la verdad es que no lo sé a ciencia cierta), con lo que sería polémico porque estarán los típicos padres preguntando "¿y mi hijo, qué se lleva?". Segundo, que hacen falta PCs en condiciones, y las aulas de informática de la mayor parte de los colegios dan pena. Y claro, lo que no puedes hacer es favorecer a los colegios más pijos porque tienen mejor hardware.

En cualquier caso, es un pollo. Pero molaría. Y haría mucho por el gaming. No sé si alguien se apunta a montar algo así. Yo estoy petado (excusas, excusas...), pero ayudaría. Ay... Igual al final me pongo. Pereza, pero sería estupendo.

Ya veremos.


Actualización

Al día siguiente, escribo este post al respecto.