miércoles, 11 de marzo de 2015

Cinco meses haciendo historia

Hace poco más de cinco meses, mi hijo empezó a recibir clases particulares de Dota 2. Recientemente, un amigo me preguntó si había notado alguna evolución en él tras estos cinco meses, y me puse a pensar en la respuesta. Llevo pensando en ella un par de semanas, y creo que merece un post.

En primer lugar, sacar conclusiones es difícil por varios motivos. Primero, porque la duración aún es escasa. Segundo, porque mi hijo está en una edad de rápida evolución, y diferenciar qué cambios son achacables al manejo de Dota y cuáles no es complicado. Tercero, porque mi propia posición es muy subjetiva y es seguro que impregnará cualquier opinión o parecer que yo pueda dar, aunque sea de forma involuntaria. Pese a ello, ahí van mis observaciones...

Mi hijo hace algo en los videojuegos (en general) que antes no hacía. Ignoro la fuente de ese cambio, pero me parece relevante comentarlo. Los videojuegos requieren tomar decisiones rápidas para las que hay que tener en cuenta muchos factores al mismo tiempo. En los géneros de estrategia, MOBA y similares, los personajes y unidades tienen muchas habilidades diferentes, los escenarios infinidad de condiciones y características, y todo ello debes tenerlo en cuenta de forma casi inmediata si quieres ser competitivo. Esto no es fácil. Yo mismo, en el Fallout, que es un juego más relajado, cuando entro en combate me centro en él. Alguien me dispara, así que debo ponerme a resguardo, buscar al agresor, planificar rápidamente una estrategia y combatir. Sin embargo, me dejo muchas cosas en el tintero que podrían facilitarme las cosas. En los años que he jugado a la serie Fallout, fácilmente le he echado 300 horas, y aún olvido buscar entre mis cosas algo que tomar que incremente mis opciones en el combate. Siempre. Tras combatir, reviso mi inventario en busca de medicinas y siempre acabo diciendo "¡tenía aquí un jet y no lo he tomado!". A Enrique esto le pasaba y ya no. Todo lo de la partida lo tiene en cuenta. Es impresionante. De hecho, al jugar yo y ponerse él a mirarme siempre me acaba diciendo "papá, no olvides esto", "papá, no olvides lo otro", para terminar con un "¡pero por qué no has usado la ulti! Y yo no sé si agradecer el aviso o mandarle a paseo.

En segundo lugar, y al hilo de lo anterior, cuando actualizan un juego y hay personajes nuevos, nos solemos poner a mirar sus habilidades. Yo las leo y veo los efectos inmediatos y evidentes sobre la partida. Él va más allá y en seguida te comenta que la habilidad nueva, unida con la de tal otro personaje puede tener ciertos efectos que a mí ni se me habían ocurrido; o que podría usarse de tal manera que en la documentación no aparece, con estupendos resultados. Tiene una capacidad que antes no tenía para identificar interrelaciones bastante rebuscadas de forma rápida y efectiva. Puede ser por la edad. Puede ser por el juego. Lo ignoro, pero es genial dialogar con alguien con una mente que es capaz de encontrar esas interacciones de manera tan ágil. En esas ocasiones me siento alejado de mis emociones paternas: parece como si tratase con alguien de mi trabajo, experto en algo que no es mi especialidad. Y me encanta.

Aparte del razonamiento, algo que sin duda ha mejorado es su manejo de teclado y ratón. Es cuestión de práctica, evidentemente. Antes iba mirando el teclado. Ya no. Nunca. Coloca bien los dedos, coge bien el ratón y se sienta... Mal. Voy tratando de mejorar ese aspecto.

Otra cosa que he notado es que se ha vuelto menos emocional en el juego. Antes tendía a enfadarse, sobresaltarse, alegrarse y, en general, tomárselo de manera bastante personal. Aunque aún le sientan mal algunas cosas, la verdad es que ha evolucionado mucho en ese aspecto. Puede ser simplemente madurez.

Algunos se preguntarán qué impacto ha tenido esto en sus estudios. En octubre y noviembre, nada más empezar, tuvo un par de momentos en que dejó deberes sin hacer o algún examen sin preparar bien. Como alguna de esas ocasiones coincidió con el día de sus clases, hubo crisis en casa y mi mujer rápidamente planteó el abandono de la iniciativa. No creo que fuese causa de las clases, porque no solo ocurrió en esos días, pero a la larga creo que relacionar ambas cosas ha sido positivo: Cuando alguien, nada más empezar algo, se confía, una llamada de atención rápida y contundente suele funcionar bien. Y el crío saca las buenas notas de costumbre, cada vez de manera más independiente. No ha habido más problemas en estos meses.

En definitiva, ignoro el impacto preciso que están teniendo las clases en mi hijo. Desde luego, no he percibido ninguno negativo. Me gusta verle disfrutar. Sería interesante tomar dos grupos de control, uno con clases y otro sin ellas y estudiar las consecuencias, igual que ya se ha hecho con adultos.

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