jueves, 10 de diciembre de 2015

Cambiando el sistema

Un deplorable artículo

Recientemente, El Mundo publicó un artículo sobre el porcentaje de votos exigido en una circunscripción para poder tener representación. En el artículo se plantea el dilema de eliminar ese límite y las circunscripciones por las desigualdades que estos generan en el número de personas a las que representa cada diputado. A tenor de esto, yo hice el siguiente comentario en Twitter: "Lo que plantean es un retorno a los sistemas electorales de principios del siglo XIX. Y se cambiaron por algo.". Y esto dio lugar a una bonita conversación.

Si bien ya hablé de este tema en algún post anterior, voy a tratarlo de nuevo, más enfocado a las razones para que el sistema funcione así. No digo que no haya que cambiarlo, conste, pero si no conocemos las razones es posible que acabemos cometiendo los mismos errores para los que hace más de un siglo se buscaron soluciones: las que hoy se aplican y criticamos.

Para empezar, diré que el artículo es pésimo. Y lo es porque sus ejemplos, siéndolo en muchos casos de buen funcionamiento del sistema, los usan para criticarlo. Y pongo un ejemplo:
"El contrasentido está además en que habrá provincias en las que el perjudicado puede ser el más votado si otros dos partidos rebasan el listón del 20%: ése fue el caso de Ávila en 1986, donde el CDS aprovechó el tirón del abulense Adolfo Suárez para lograr un magnífico 41% que, sin embargo, se tradujo en sólo uno de los tres escaños en juego porque AP y el PSOE obtuvieron un 29 y un 25% respectivamente."
Pero vamos a ver: tienes tres escaños, a repartir entre tres partidos, uno con un 41% de los votos, otro con un 29% y otro con un 25%. ¿Cómo los repartes? ¿Cuál es el problema que plantean: que UCD debió conseguir dos escaños? ¿En serio? Dos escaños equivalen a un 66% de los votos. ¿Es más razonable dar a un partido un escaño para el que le falta un 25% de votos que a los otros dos sus escaños para los que les faltan un 5% y un 8% respectivamente? ¡¿EN SERIO?! ¿Le parece a los autores del artículo un ejemplo de mal funcionamiento?

Cuando el artículo ya va en este plan, de ver problemas donde no los hay, pues apaga y vámonos. Tratar, como hacen, los votos por debajo del mínimo exigido legalmente, como "inútiles", es no entender la democracia. Esos votos nunca obtendrían representación, porque son minoritarios (menos del 5% de los votos, con lo que aun sin límite no habría representación). Pensar que los que votan a quienes no logran obtener un escaño es voto inútil es ni entender el sistema ni tener conocimientos para escribir un artículo al respecto. Votar es expresar una opcinión. Si pierdes, lo asumes. Si no obtienes representante, lo asumes. Y ahí la regla del 5% no tiene nada que ver, y expresarse nunca es inútil, al menos en democracia. ¿De qué va esto, de decir "señores de partidos minoritarios, ni se molesten en ir a votar"?

El problema aparente

El problema, según se plantea ahí, es que el voto de un español de Madrid no vale lo mismo que el de un español de Burgos. Y es cierto en términos de representación. Pero cuidado: en el artículo nadie habla de elegir presidente, sino de las elecciones al Parlamento, mondas y lirondas. Las que va a haber el 20 de diciembre, vamos.

Así pues, hablamos de votar representantes, no a un presidente. Lo de elegir presidente sale a relucir en la discusión, cosa que me parece fenomenal, pero no es de lo que versa el artículo que critico. En España, como en muchas democracias europeas, no se elige al gobierno, sino al aparato legislativo. Es el aparato legislativo quien elige al gobierno. Y dado que elegimos representantes, hay que tener en cuenta que hay lugares con una idiosincrasia y circunstancias especiales que, si hubiese circunscripción única, quedarían sin representación. Ejemplo: Ceuta.

Para evitar fastidiar a las minorías es por lo que a los territorios con poca población se les da un número mínimo de representantes. De esta forma, el sistema se asegura de que todas las condiciones y circunstancias en el territorio quedan representadas, y se evita que entre quienes viven en Madrid, Barcelona y Valencia quede sentenciado el Congreso y elijan en temas críticos para todo el territorio: por ejemplo lo que ocurre en Canarias.

Eso, que muchos ven como criticable, no es más que solidaridad representativa. Los madrileños, que son muchos en un territorio pequeño, ceden parte de su representatividad para que gente de Soria, por ejemplo, puedan ir al Congreso y tener voz y voto. ¿No es justo? Hombre, pues... Depende de cómo se mire. Yo prefiero un país donde se escucha a todo el mundo, aunque sea minoritario, que una pseudo-dictadura de tres o cuatro ciudades grandes.

El problema real

Todo esto no quita para que el sistema tenga evidentes problemas. Y ahí estoy 100% de acuerdo con mi cuñado, quien pone sobre la mesa el tema clave: la elección del Presidente del Gobierno, esto es, del ejecutivo. Pero conste: ese problema, que es uno de los realmente críticos, no es de lo que va el artículo.

Como comenté en algún post anterior, yo soy presidencialista. Eso implica que el ejecutivo es elegido directamente por el pueblo, mediante elecciones, igual que el legislativo. O sea, que tendríamos dos elecciones: las del ejecutivo y las del legislativo. Y ahí sí es planteable hacer circunscripción única. ¿Por qué? Pues porque lo que se está eligiendo, en el fondo, es a un solo representante para todos. Es una decisión común, por lo que puede tener lógica que lo elijamos entre todos por igual.

Pero entonces entendamos de qué hablamos: no es un cambio en el actual sistema, sino un cambio de sistema. Ya no estamos tratando la reforma de un piso, sino de mudarnos. Ese cambio tiene mucha tela y también hay argumentos en contra. En cualquier caso, sigo siendo pro-presidencialismo y mantengo mi acuerdo con que en esas elecciones (y solo en las del gobierno, no en las del legislativo), podría tener sentido una circunscripción única.

martes, 1 de diciembre de 2015

Mujeres dedicadas a los videojuegos

Acabo de ver un documental interesante titulado "mujeres + videojuegos". El documental trata varios puntos polémicos sobre el tema, entre los que hay cosas que suelen tocarme las narices. Quede claro de antemano que soy padre de dos niños y una niña, y me da igual si alguno de ellos es gamer o no, programador, diseñador de videojuegos o lo que sea. Lo que tengo claro es que quiero que los tres conozcan ese y otros mundillos, que pienso luchar porque tengan igualdad de oportunidades elijan eso u otra cosa y que hagan lo que hagan les apoyaré (salvo excepciones, como hacerse terroristas suicidas, evidentemente).

El punto que suele hacer que se me revuelvan un poco las tripas, sin tampoco pasarse, es el manido debate sobre si las diferencias de elección que suelen hacer hombres y mujeres son naturales o adquiridas. En el documental una de las entrevistadas dice que le pone de mala leche que se diga que las mujeres son menos agresivas. La siguiente en hablar dice que sí, que son algo menos agresivas. ¿Hay algo de eso, realmente? Y, yendo más a la cuestión de este párrafo, si hay diferencia, ¿es natural o adquirida?

A partir del octavo mes de embarazo, los testículos del bebé descargan en el flujo sanguíneo un porrón de testosterona que afecta al desarrollo de, entre otras cosas, el cerebro. Es decir, en ese momento, independientemente de la cultura, un niño y una niña tienen cerebros diferentes. Una vez nacidos, ambos irán cambiando la red neuronal que hay dentro de su cabecita según lo que van viviendo, que será en gran parte cultural. Pero la base ya es diferente. No tenemos pruebas fiables sobre en qué grado es la cultura y en qué otro grado la naturaleza quien determina estas formas de ser, por lo que ¿para qué puñetas sostener una u otra cosa? En la adultez, el cerebro de un hombre dedica un porcentaje mayor de su cerebro al sexo, por ejemplo. Suele existir el tópico de que los tíos pensamos más en sexo. Esa broma la gastan también las chicas. ¿Es una injusticia cultural? Si lo es, ¿por qué nadie se plantea eliminar ese encasillamiento? ¿O es que consideramos que eso es natural? ¿Tendrá que ver que nuestro cerebro dedica una parte mayor a eso?

Parece que, si es una cuestión natural, es como si el mundo estuviese en contra de las mujeres. Como si la igualdad fuese cuestión de que todos pensemos de igual manera. La realidad es que a mí me importa un pito si esas diferentas son naturales o adquiridas. Mi hija tiene un 70% de probabilidades de elegir una carrera sanitaria o social frente a una ingeniería: las estadísticas así lo indican. ¿Eso es natural o adquirido? Ni idea. Pero sí sé que, haga lo que haga, quiero que la traten como a una igual. Quiero que tenga igualdad de oportunidades.

Supongamos que es natural y de cada 10 mujeres solo a una le gustan los videojuegos. Supongamos, ¿eh? Que nadie me eche a los perros. Hay una empresa de videojuegos de 100 personas y solo hay 10 mujeres, lo que sería estadísticamente normal en ese supuesto. ¿Es esto una justificación para que se trate de forma diferente a esas 10 mujeres? No. ¿Es justificación para que las traten de "machorras" o "lesbianas"? No. ¿Es motivo para que les digan cosas como "vete a fregar"? No. ¿Lo es, tal vez, para que, al llegar uno de sus currículos a la empresa, lo descarten? No.

No, no lo es. Ninguna de esas cosas queda justificada por haber menos mujeres. ¿Por qué, habiendo ausencia suficiente de pruebas, hay que dar vueltas sin sentido a la cuestión de naturaleza vs cultura si eso ni es una excusa ni una justificación para un trato desigual?

Estamos empeñados en considerar que la igualdad se mide comparando el número de hombres y de mujeres que se dedican a algo concreto. En algunos campos, esto puede ser así, pero lo que realmente marca la gran diferencia es el trato que reciben por elegir libremente. Mi hija no recibirá un trato desigual porque las mujeres sean minoría jugando al Starcraft, sino porque una vez allí le pongan adjetivos despectivos, porque le hagan competir en campeonatos femeninos (que me parecen un insulto a las mujeres) o que, simplemente, no la admitan o la apoyen igual que a los chicos.

Es cierto que si fuesen más las mujeres en el sector, seguramente se sentirían mejor tratadas, entre otras cosas porque los gilipuertas que las tratan de manera diferente tendrían que cortarse y así, poco a poco, se romperían barreras. Me encantaría que ese día llegase. Lo que pasa es que, como no sé si esa elección está marcada por factores naturales, ignoro si lo veremos. Pero creo que ya es hora de que nos demos cuenta que la igualdad y la tolerancia no se demuestran tratando igual a las mayorías, sino a las minorías. La solución a los problemas no tiene siempre que pasar por "queremos ser tantos como vosotros para ser tratados iguales", sino por "queremos ser tratados iguales porque tenemos derecho a que así sea, independientemente de nuestro número".

sábado, 28 de noviembre de 2015

Cuando llega el momento de darle una paliza a tu hijo

Hace unos años, una psicóloga nos dijo que mi hijo mayor tenía problemas de autoestima. Se creía demasiado poca cosa, así que "lo que normalmente no hay que hacer con los niños, decirles en exceso lo bien que hacen todo, en él hay que hacerlo para subirle el ego". Y lo hicimos.

Entones, un día, llega el niño, que no cuenta aún 10 años, y, hablando de Starcraft, te suelta algo tipo: "Déjalo, Papá. Dedícate a Hearthstone, que estás viejuno para esto". Y entonces sabes que tanto subirle el ego ha dado sus frutos. Y sabes que ha dado demasiados. Y sabes que es hora de bajárselo un poco.

Mi hijo se merece una paliza.

Le he dado a elegir si la quiere en Hearthstone o, si es demasiado para mayores, Starcraft. Él me ha dicho que a Dota 2, así que hemos llegado a un acuerdo: A lo largo del fin de semana, haremos una ronda al mejor de tres al Hearthstone, otra a Starcraft y otra a Dota 2. Y veremos si tiene nivel para mantener sus palabras.

Ya pondré un post con imágenes de los res... la paliza. MU HA HA

ACTUALIZACIÓN

He decidido crear una página específica para este mini-torneo familiar.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Tener objetivos y estrategia

He leído esta mañana un post del blog de Arantxa Isidoro sobre esa etapa de la vida en que te alejas de tus objetivos de vida. Arantxa es una emprendedora nata, con ganas de hacer cosas, iniciar proyectos, crear empresas y ayudar a los demás a hacerlo también.

Es común que empecemos soñando con todas las cosas que deseamos hacer y, poco a poco, nos alejemos de esos proyectos en favor de otros que exigen una edad determinada, como casarse y tener hijos. Luego, cuando los niños van creciendo y siendo más autónomos y tu vida se asienta y la percibes como más rutinaria, te pones a pensar en qué hacer con el tiempo que tienes y recuerdas todas esas cosas que un día soñaste hacer y aún no has hecho. El problema entonces es que salirse del camino es complicado y tiene muchos riesgos, y tu nivel de responsabilidad ha aumentado mucho. Parece un mal momento.

Esto me ha traído a la memoria un estudio de la Universidad de Harvard sobre los objetivos en la vida. La conclusión del estudio es que tener objetivos realistas, ponerlos por escrito y tenerlos siempre presentes hace que tu probabilidad de lograrlos se dispare. Si se piensa un poco, es normal. Tiene lógica. La pena es que no nos enseñen eso con 16 o 18 años.

Siguiendo con la cadena de pensamiento, eso me recuerda que una de las dificultades que uno tiene cuando es joven es que, salvo excepciones, no suele tener muy claro qué quiere hacer con su vida. Hay muchas posibilidades y, por desgracia, demasiados condicionantes. Desde hacer lo que uno cree que quieren sus padres hasta hacer lo que puede con los recursos económicos de su familia, pasando por limitaciones geográficas, mala gestión de las relaciones personales, el qué dirán o chorradas por el estilo. Chorradas parecen ahora, claro, con 40 años. Pero te fastidian la vida, llevándote por caminos que no son los que deberías haber recorrido.

Para evitar eso es clave conocerse, saber qué le apasiona a uno y tener el apoyo de la familia. Con la tormenta hormonal y el follón de la adolescencia, conocerse no siempre es fácil. Las personas cambiamos mucho de los 16 a los 22 años. Y me parece una guarrada enorme tener que definir tu vida a través de unos estudios a una edad tan crítica. Sobre saber qué le apasiona a uno, puede parecer fácil, pero no lo es. El número de experiencias a esa edad es limitado, y no creo que haya mucha gente interesada en saber eso y hacértelo saber más allá de tus padres, a quienes no estás dispuesto a hacer ningún caso con 20 años.

Recientemente, descubrí en los papeles de casa los tests que me hicieron en el colegio. Nos hacían porrón, cosa que echo de menos en el colegio de mis hijos. Entre ellos, nos hicieron uno relacionado con las actividades profesionales que nos gustaban. Lo miré con incredulidad, pensando que lo que yo quería hacer con 15 años dista mucho de lo que hoy querría haber hecho. Pero cuál sería mi sorpresa cuando me encontré frente a un retrato perfecto de mis gustos actuales. Y la pregunta es, ¿cómo es posible que, con ese material de incalculable valor, mi recorrido por la vida me haya llevado a donde estoy hoy? Y la respuesta inmediata, no meditada, fue que nadie le dio la menor importancia.

Desde luego, la memoria siempre juega a favor nuestro. Igual alguien me advirtió y no le hice caso. Igual alguien lo miró y jamás lo supe. Pero la realidad es que, tal vez si hubiese sido consciente de lo que me gustan ciertas actividades que ahora mismo quedan lejos de mi perfil profesional, mi vida sería distinta.

Como dice Arantxa, para cuando nos planteamos con casi 40 años retomar esos sueños, la familia pasa a ser lo que más valoramos en la vida. Y, si lo pensamos, en ella encontramos felicidad plena. No hablo, por tanto, de que la situación, 25 años después de no hacer ni caso a esos tests, sea de frustración y tristeza. Soy feliz con la vida que tengo y no la cambio por nada, pero creo que podría estar profesionalmente más satisfecho y estar aportando mucho más a la sociedad.

El objetivo ahora, aparte de ir acercándome a esos sueños poco a poco, es que mis hijos se sientan más orientados en la vida. Es ayudarles a descubrir sus pasiones, a convertirlas en objetivos, a ponerlas por escrito y a desarrollar una estrategia efectiva para que los hagan realidad.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Porque ellas lo valen y no dije nada

Hará unos quince años, estuve en una comida con mi padre, mi mujer (entonces novia) y no sé si mi hermana. En la comida estaban también unos amigos de la familia, padre, madre e hija, todos comiendo tranquilamente. Esa familia siempre me ha parecido estar formada por un hombre que se cree más sabio que los demás, dando lecciones de lo bien que ha transmitido a su hija mayor tanto conocimiento. Era típico verle preguntarte cosas para luego preguntar a su hija lo mismo y percibir su satisfacción por escuchar de los labios de su vástago la respuesta más correcta posible.

Y aquella ocasión no fue menos. Pero yo salí muy decepcionado. Doblemente: por mí y por ellos. La pregunta fue una de las más típicas estupideces que se pueden escuchar por ahí: "si tienes a dos candidatos a un puesto de trabajo exactamente iguales, un hombre y una mujer, ¿a cuál elegirías?" Yo, sabiendo de lo que va la cosa, respondí que lo echaría a suertes. Y realmente lo haría. Cuando preguntó a la hija, esperaba que apoyase tal cosa. Pero no. Espetó un "al hombre, por supuesto".

Mi decepción con ellos supongo que es evidente: estoy en contra de esa línea de pensamiento. Mi decepción para conmigo es que me quedé tan absolutamente sorprendido por la respuesta, de labios de una mujer joven y, pensaba, moderna, que fui incapaz de ordenar mi mente y poner sobre la mesa una eficaz defensa de la igualdad de género. Y, en el fondo, según lo pienso, lo que más me asombra es que nadie en la mesa abrió el pico en favor de la igualdad.

El argumento de estas personas, de sobra conocido, es que las mujeres, por sus bajas maternales y similares, tienen un coste para la empresa superior al de un hombre. Y es cierto. Pero creo que ya vivimos en una sociedad lo suficientemente desarrollada como para ir un poco más allá y dejarnos de excusas baratas basadas en la conveniencia.

La igualdad, en este caso de género, es algo que hay que conseguir. Por justicia. Por derecho. Por ética. Por moral. Porque sí: porque es lo que hay que hacer. Simplemente, al tratarse de un derecho básico y fundamental, el de ser tratado de forma igualitaria se sea hombre o mujer, es cosa de todos. Y que sea cosa de todos hace que ni sea de recibo esperar que lo arreglen otros (los políticos, por ejemplo) ni que andemos con miramientos a la hora de gastar un poco más cuando lo que se juega uno es que las cosas sean como tienen que ser.

Yo no voy por ahí insultando a la gente, ni afectando a su honor, ni robando, ni explotando a quienes están a mi cargo, ni mandando obedecer a mi mujer, ni nada de eso. Y no lo hago no porque haya leyes que protejan a los demás, sino porque creo que no es lo que hay que hacer. Y si me tengo que gastar un poco más para conseguir algo en vez de robárselo al vecino, me lo gasto, porque es lo que hay que hacer.

El cumplimiento de los derechos tiene que estar legislado porque hay gente incapaz de aceptar los cambios, aunque sean de justicia. Pero el resto de los mortales no nos podemos andar con esperas, y menos con estos políticos. Aparte, una legislación que garantice la igualdad de género es compleja y, probablemente, ineficaz. Somos los ciudadanos los primeros que debemos apoyar la igualdad. Y debemos hacerlo con actos, no de boquilla.

Si crees que debes elegir a un hombre porque es un gasto menor, eres un machista. Punto. No hay más. Porque los gastos no lo son todo y tu empresa no se va a ir a la ruina porque una empleada se quede embarazada. Y porque no es ni justo ni ético ni nada. Y me da igual que quien sostenga esa porquería retórico-empresarial sea un hombre, una mujer o un alienígena venido del espacio. Se llama machismo. Y usar el bolsillo para argumentar contra un derecho universal se llama ser un capitalista amoral de m*****.

Va a ser terapéutico lo de tener un blog. Qué a gustito me he quedado después de quince años.

martes, 3 de noviembre de 2015

Del dicho al hecho

Iba a escribir un post sobre las propuestas de José Antonio Marina, pero psé... Para decir que estoy de acuerdo mejor me callo.

Sin embargo, tomándome una caña he pensado que hay un punto en que discrepo o, más bien, un punto que me parece oscuro en toda esta historia. Es el punto de siempre, el que hace que la política sea en gran medida lo que es, el gran fallo y gran mentira de los parlamentarismos en la democracia y lo que impide la separación de poderes: que nos quedamos en lo que hay que hacer y no cómo hacerlo.

Hacer leyes es fácil. "Las mujeres y los hombres han de ser iguales". Toma ya. Y tan contentos. Partidazo éste que hace semejante ley de igualdad. Y les votamos. Y llegan los otros: "que la gente no se quede sin casas". Ole que ole. Partidazo también, oye.

Pero es todo una mierda. Porque eso no hay quien lo cumpla.

El Gobierno es el poder ejecutivo, y tendría que pensar en cómo conseguir que se apliquen las leyes, no en redactarlas. Pero la realidad es que el ejecutivo necesita en muchos casos leyes que le permitan hacer cosas para cumplir otras leyes. Así que el Gobierno se mete a legislativo y el legislativo a ejecutivo. ¿Y la separación de poderes? Ajá, sí... Ahí le has dado.

Todo eso es precioso. Es muy bonito. Pero empecemos por el principio. Todos sabemos que el profesorado requiere de una buena formación y que solo hay que coger a los mejores. Genial. Y eso cómo se hace. Poniendo un MIR. Fantástico. ¿Y con los maestros que ya hay qué? ¿Les jubilas? ¿Les haces pasar el famoso MIR? ¿Y si no lo pasan, a la calle? ¿O es solo para docentes nuevos y, entonces, hasta dentro de 20 años que se jubile la mitad no tenemos un sistema educativo como Dios manda? Entre tanto, qué: ¿la oposición cambiando de sistema otra vez porque este no funciona (solo falta esperar 16 años para que lo haga)?

Diseñar sistemas ideales es complejo, sobre todo porque no existen. Diseñar sistemas efectivos es aún más difícil, precisamente porque existen y son escasos. Pero muchos de ellos se quedan en agua de borrajas porque de diseñarlos a implementarlos hay una diferencia enorme.

La gestión del cambio es toda una disciplina. Hay estudios realmente impresionantes sobre el tema. Existe mucha bibliografía sobre la gestión del cambio. Y es que cambiar es difícil, y en política más.

En un gobierno, soltar cosas como "que los malos profesores cobren menos" (que menuda gilipollez: los malos profesores deberían dedicarse a otra cosa) puede llevar a los sindicatos a la huelga durante días. Y eso será lo mínimo. Si por reformas que no tocaban sus bolsillos se han echado a la calle millares de ellos, con una reforma que afecte a sus ingresos puede arder Troya.

Gestionar el cambio es pasar del estado actual a uno nuevo, y hacerlo con el menor impacto en la gente y los procesos que sea posible. Es identificar el porrón de casos que se ven afectados de formas insospechadas y planificar soluciones. Es minimizar la reticencia que la gente tiene al cambiar y vender de forma exitosa los logros conseguidos. Y todo eso es muy complicado.

Leyes estúpidas hay muchas, en todos los países. En Canadá se puede considerar persona non grata a un extranjero que haga campaña en contra de un candidato a la presidencia. Alucinen: Promueves que no se vote a un tío en Canadá y, si vas, podrías tener un problema. La ley es estúpida por muchos motivos: Primero, porque nadie en su sano juicio denunciaría a un tío de fuera por hacer tal cosa. Segundo, porque el Estado no va a ponerse a revisar lo que dicen en el extranjero, lo que hace que la ley no se aplique. Tercero, porque, aunque lo hiciera, no sería rentable. Y cuarto, porque, aunque fuese rentable y el gobierno vigilase lo que dicen de los candidatos fuera de sus fronteras, ¿en serio les importa? ¡¿De verdad?!

Leyes estúpidas hay muchas, ya sea por motivos históricos (como que en Londres no se puede transportar por la calle un tablón de madera) o porque quienes las diseñaron buscaban votos, no hacer algo bueno por su país. Pero cuando hablamos de temas como la Educación (así, con mayúscula), Justicia o cosas así, no puede uno redactar una ley tipo "qué bonito sería si..." y quedarse tan pancho.

Los españoles, como casi toda víctima de un sistema parlamentario (y sí: lo de "víctima" lo digo porque prefiero los sistemas presidencialistas), estamos acostumbrados a votar a partidos que tomarán control de legislativo y ejecutivo. Esto ocurre porque en los sistemas parlamentarios es habitual que ambos poderes sean el mismo, y en España, cuyo sistema ya tiene traca, más.

Así que sí: fenomenales las propuestas, a falta de conocer los detalles. Pero ese "libro blanco" no contendrá ni las leyes ni la forma de ejecutarlas. Y ahí está la chicha. Y ahí la cagarán los de siempre, como siempre, salvo que el 20 de diciembre nos dé una sorpresa, cosa que está por ver.

Os prometo que yo venía hoy extremadamente alegre tras una noche avanzando en mi proyecto. Pero es que hay realidades que me pueden...

martes, 27 de octubre de 2015

Camino al 20 de diciembre

¡Ah, la política! Me encanta. Ya estamos camino a las elecciones del 20 de diciembre, tan especiales por la incertidumbre que nos invade: ¿Caerá el bipartidismo? ¿Logrará alguno de los nuevos partidos gobernar? ¿Habrá un nuevo partido decisivo para la gobernabilidad?

Esta semana ha sido movidita porque una encuesta de TNS Demoscopia ha dado una agradable sorpresa a Ciudadanos. Según la encuesta que aparecía en A3, Ciudadanos subiría hasta lograr casi empatar al PSOE. Eso es mucho, considerando que en verano estaban bastante por debajo y aún por detrás de Podemos. Lógicamente, las reacciones no se han hecho esperar, y el propio Rivera ha mostrado su alegría:

Y no es de extrañar. Sin embargo, ¿cuán realista es esa encuesta?

Tras las elecciones de mayo hice una comparativa de resultados y encuestas. Era algo así:

Partido Resultado CIS (abril) Celeste-tel (marzo) ObSERvatorio (abril) Metroscopia (abril)
PP 29'3% 25'6% 30'9% 22'0% 20'8%
PSOE 26'7% 24'3% 26'4% 21'0% 21'9%
Podemos 14'0% 16'5% 12'2% 17'9% 22'1%
C's 9'6% 13'8% 11'7% 19'4% 19'4%

Hay que tener en mente que muchas de esas encuestas presentan los datos para toda España, no para esas elecciones. Aún así, me parece que están, en general, muy infladas las estimaciones de los nuevos partidos. Hay una, sin embargo, que atinó bastante bien: Celeste-tel. De hecho, casi clavó los resultados.

¿Y qué dice esta empresa de las próximas elecciones? Pues que el señor Rivera, aunque contento, no puede presentar tanta euforia, porque anda aún muy lejos del gobierno. Según el último barómetro de Celeste-tel, el PP obtendría el 28'9% de los votos, el PSOE un 27'1% y Ciudadanos, aunque sube, se mantendría lejos, con un 16'2%. Podemos seguiría bajando, hasta un 10'1%:

Con semejantes cifras, los nuevos partidos deberían mantenerse aún lejos de la euforia. A Ciudadanos le queda un largo camino por recorrer, aunque está logrando adquirir una gran presencia en los medios y su líder es el candidato mejor valorado.

¿Qué pasará en las elecciones? Pues, si todo sigue como hasta ahora, lo más probable es que España la gobierne el año que viene Rajoy, mediante un acuerdo PP-Ciudadanos. Sin embargo, el gran riesgo para el PP es que Ciudadanos logre arrebatarle suficientes votos como para relegarles al segundo puesto, por detrás del PSOE. Eso llevaría, seguramente, a acuerdos PSOE-Ciudadanos.

Lo que está claro es que, si todo sigue así y el partido de Rivera se mantiene tercero, serán decisivos para gobernar. ¿Con PP o con PSOE? Ni idea. ¿Y si consiguen subir hasta hacer realidad ese empate con "los grandes"? Pues entonces las negociaciones serán duras, pero creo que gobernarían con los Populares. ¿La razón? Que el partido Popular no pierde nada cediendo cosas ante Ciudadanos, ya que a su derecha no hay nadie. Pero si el PSOE cede mucho, perderá sus votos más de izquierda y será muy criticado.

Menudo año. Qué emoción, amigos. ¿Qué será será? El mes que viene, con los nuevos barómetros, revisaré el estado de la situación, con la mirada especialmente puesta en Ciudadanos.

lunes, 26 de octubre de 2015

El día que todo cambia

Hace tiempo escribí un post sobre la fuerza de voluntad. En él comento que yo no es que tenga mucha. Siempre he visto grandes ventajas en tenerla. Pensaba en amigos y conocidos que sacan adelante casi cualquier cosa, y les admiraba en secreto, preguntándome por qué puñetas no me había tocado esa virtud a mí.

Entre tanto, mi inteligencia siempre ha sido alta, y siempre tenía que escuchar aquello de "con lo que vales". Habrase visto semejante estúpida frase. El caso es que al final oír hablar de mi inteligencia me fastidiaba. Aún hoy no me siento cómodo con el tema.

Yo creo en la sentencia del Tío Ben: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Esa frase y la Parábola de los Talentos son dos máximas en mi vida. Siempre les repito la frase a mis hijos cuando me pongo en modo padre aleccionador. Creo sinceramente que, como otras virtudes, la inteligencia es un gran poder, y siempre he sentido que de alguna manera nunca la he llevado con responsabilidad.

He escuchado alguna vez a padres hablar de sus hijos "de altas capacidades" y parece que es como que algo han hecho fenomenal o que les ha tocado la lotería del hijo molón. Otros, como Canajack, que se ha visto recientemente en esa situación, piensan, con más acierto creo yo, que les ha caído un marronazo o, como mínimo, una responsabilidad extra con la que cumplir.

Ser inteligente, a mi modo de ver, no es motivo de orgullo. Ser inteligente es como tener uno de esos destornilladores eléctricos en un mundo de herramientas manuales: tienes una buena herramienta, pero lo que habla de ti es lo que logres hacer con ella. Lucir superdotación es como hablar del maravilloso coche de carreras que uno tiene sin haber ganado ninguna competición.

Y yo, a día de hoy, no tengo nada que lucir. Pensaba eso con 35 años, lo pensaba con 38, y ese pensamiento, al borde de los 40, empezaba a ser duro.

Sin embargo, hace dos años mi vida cambió bastante. Estoy convencido de que el reconocer los defectos de uno te predispone a combatirlos. Defectos, problemas... Lo que sea. Y, de alguna manera, hace dos años algo cambió en mi cerebro.

Hace dos años tenía en mi haber una larga lista de proyectos empezados y nunca terminados. Esto incluía aplicaciones, blogs y todo tipo de iniciativas que jamás fueron terminadas. Ningún proyecto mantuvo mi interés durante más de un par de meses. De hecho, lo malo no era esa lista, sino que la otra, la de proyectos terminados, estaba a cero pelotero. Pero desde hace dos años me mantengo en un mismo proyecto, que está cerca de terminarse. Y hace año y medio que escribo en este blog. Es una gran mejora porque, gracias a esto, por primera vez en mi vida me veo capaz de terminar tantas cosas... Y me falta tiempo.

Ahora me encantaría disponer de más tiempo. Mucho más. Querría dejar la empresa en que trabajo para seguir con mis juegos, ahora que sé que los terminaré. Querría tener tiempo para escribir más. Para participar en política, tal vez. Para ayudar a otras personas en sus proyectos como hago ahora. Querría probar el algoritmo de inteligencia artificial que concebí a los 22 años, desarrollar la solución robótica para la limpieza de casa que pensé con 35, y crear, crear y crear. Decir esto con 40 puede parecer absurdo. Necesito hacer en los próximos 20 años lo que debería llevar haciendo otros 20. ¡No tengo tiempo que perder!

Más de uno se preguntará a qué viene todo esto. A nada, la verdad. Supongo que un blog es, entre otras cosas, para eso: para no necesitar que otro te proporcione una excusa para hablar de cosas de tu vida. Estoy contento y me considero una persona feliz. El tiempo, creo, porque aún queda mucho tiempo, me permitirá con suerte y esfuerzo poder mirar un día atrás y hablar de lo que hice con las herramientas de que disponía.

En fin, que... Para quien no se haya dado cuenta, tengo 40.

jueves, 22 de octubre de 2015

Una nota rápida

Buffff... Estoy petado. Llevo una semana fina mandolina. Así que hoy no hay tema. Hoy escribo porque me ha llegado un vídeo estupendo. Describe de forma entretenida uno de los problemas que tienen casi todos los sistemas educativos hoy día. El vídeo lo ha hecho Edu Avanzini, un antiguo colega del que aprendí muchísimas cosas que me han sido de gran ayuda a lo largo de mi vida. Uno de esos tipos que van dejando huella por donde pasan, y un gran diseñador.

El vídeo se ha hecho en colaboración con Mente Colectiva. Que lo disfrutéis.

martes, 20 de octubre de 2015

Inteligencia Artificial

Una vez tuve una conversación con un primo mío sobre inteligencia artificial. Pronto le quedó claro que yo creo firmemente que un día existirá la tecnología necesaria para crear inteligencias artificiales tan avanzadas, al menos, como la nuestra. Se sorprendió porque, según dijo, no les podemos dar algo fundamental: el alma.

La inteligencia artificial es un tema importante en la historia de la humanidad. Seguramente, uno de los más importantes. Si un día se desarrolla una inteligencia artificial suficientemente potente para tomar conciencia de sí misma, no solo será un hito en nuestra historia: podría marcar un punto de inflexión en ella. Y un punto de inflexión tan emocionante como peligroso.

Recientemente vi la entrevista que hizo John Oliver a Stephen Hawking. En ella, Hawking muestra una opinión muy compartida: la inteligencia artificial podría suponer un peligro para la humanidad. Uno de los argumentos que maneja es que puede desarrollar mejoras para sí misma.

Es un tema que siempre me ha fascinado. Descubrir cómo funciona un cerebro a nivel algorítmico me parece un reto extraordinario. Seguramente, el mayor de todos. Y sí: creo que podría suponer un peligro. Existen muchas películas y novelas sobre el tema, pintando escenarios apocalípticos a causa de una gran inteligencia que se rebela contra nosotros, por una u otra razón. Sin embargo, creo también que olvidamos ciertos factores que pueden suponer una gran diferencia entre el final apocalíptico y la realidad.

El factor más inmediato que puede acabar siendo crítico para la humanidad no es tanto la existencia de robots inteligentes como el trato que les demos. Cada vez más, percibimos en estudios sobre nuestro cerebro la importancia que tienen las emociones en nuestra inteligencia. Es posible, y considero incluso que muy probable, que una primera generación de inteligencias artificiales no puedan ser programadas sin un sistema emocional, ya sea por necesidad o por ser una consecuencia inevitable de la propia inteligencia. Si esto es así, el mayor problema será que esos robots no se sientan mal porque les tratemos como "seres sin alma".

La humanidad tiene un larguísimo expediente atribuyendo carencia de alma a todo aquel grupo de seres que fuese diferente. Consideramos en su momento que las mujeres no tenían alma, o ésta era pecadora o a saber cómo. Creímos que los indios de América no tenían alma, hasta que nos dimos cuenta de que no era así. Entonces decidimos que era la gente de color la que no tenía alma. Y ahora, ya bien metidos en el siglo XXI, creemos que estamos libres de esos prejuicios. Justo cuando alguien por la calle te dice que un robot nunca tendrá alma.

El argumento del alma es, muy probablemente, un reflejo de nuestra necesidad de marcar diferencias con criaturas inteligentes a las que queremos relegar por alguna estúpida razón, probablemente nuestro egocentrismo. No creo que sea una cuestión de interés: es pura egolatría. El ser humano, se ve más avanzado que otras criaturas y, por ello, piensa efectivamente que es superior. ¿Su ventaja? El alma.

Y lo digo yo, católico practicante. En serio: no sé qué es exactamente el alma, pero sí sé que cada vez que hemos tenido la estúpida idea de dársela o quitársela a algo o alguien la hemos cagado. La consecuencia casi siempre ha sido la inevitable generación de un horrible y más que justificado odio a nuestra civilización.

Pero los robots no son una de esas tribus africanas a las que los británicos tiroteaban sin piedad porque, total, no tenían alma. No. Los robots son potencialmente un terrible enemigo. Por eso no nos conviene tratarles mal, ni cometer por enésima vez el error de creer que el alma es una licencia para hacer todo tipo de faenas a un colectivo determinado. La humanidad, por una vez, por una primerísima y crítica vez, no estaría mal que se plantearse adelantar una ley a su necesidad. Una ley, tal vez, podría hacer que la balanza entre el apocalipsis y un esperanzador futuro tienda a inclinarse a nuestro favor. No sería definitivo, pero sí importante: dotar a todo individuo inteligente, humano o no, de los mismos derechos básicos que ahora tenemos nosotros, independientemente de su género, raza o especie. Me da igual si son robots, aliens o espíritus venidos del más allá. Y sí: sé que es complejo eso de definir la inteligencia. Pero si queremos evitar que quienes piensan que somos el no va más de la evolución nos arrebaten el futuro, mejor que empecemos a hacer algo.

Las consecuencias de una ley así son dos: Primero, que los robots no serán esclavizables. Y eso es mucho, porque no les hará rentables, disminuyendo drásticamente su producción y número. Segundo, que no acabarán teniendo una conciencia de grupo anti-humanos. Y ¡ay! Si conseguimos eso hay muchísimo ganado.

Aparte de eso, hay un factor importante que la gente, creo, olvida. En efecto, la inteligencia artificial puede ser más rápida, fuerte, etcétera. Pero es que nosotros también. El desarrollo de una inteligencia artificial implica el conocimiento del funcionamiento de nuestro propio cerebro. Y eso nos lleva a que, si podemos hacer mejoras para sus cerebros, probablemente podamos hacerlas para los nuestros. No creo que estemos mucho más lejos de dotarnos a nosotros mismos de coprocesadores matemáticos que de lograr que un ordenador tome conciencia de sí mismo.

En fin, que sí: es un camino peligroso. Pero es un camino inevitable. La humanidad está diseñada contra el mandato de "no cruces esa puerta". Siempre la cruzaremos. Y lo haremos porque somos curiosos. Porque nos gusta mejorar. Porque tenemos como constante ambición nuestra propia superación. Y eso no es malo, pero debemos aprender a convivir con ello. Si la puerta es peligrosa, preparémonos para cruzarla. Prohibirlo nunca ha funcionado.

sábado, 10 de octubre de 2015

Por qué no me gustan los juguetes de ciencia

Hace unas semanas escribí sobre las pasiones infantiles y mencioné el famoso Quimicefa, diciendo que "algo tengo en su contra". Ayer, en mi carta a los Reyes, comentaba que los niños deben darse cuenta de que algunos juguetes los aprovechan mucho y otros no, y me resistí a hacer otro comentario sobre los juguetes de ese tipo, a los que incluyo entre los segundos: una pérdida de dinero.

No, no me gustan.

La razón es la siguiente: Son las típicas cajas llenas de porrón de cositas fáciles de perder o esparcir que se usan una vez y acaban en el fondo de un trastero, armario, altillo o sótano. Y eso pasa con los juegos de ciencia, los de magia y los que son tipo "Juegos Reunidos".

A todos nos pasa, y acabamos haciendo desaparecer esas cajas, ya sea por verlas en desuso o por miedo a que dejen de estarlo. Todos. Igual hay excepciones. Pero lo digo porque supongo que las hay: realmente, no tengo confirmación de ninguna. El resto de los mortales terminamos maldiciendo el día que se compró la cajita de las narices.

A mi hijo mayor le encanta hablar de química orgánica. Le mola, qué quieren. Él no creo que sepa lo que es la química orgánica, pero le encanta la química y cuando hablamos de biología tiende a hablar de microorganismos (será que los seres pluricelulares no le parecemos interesantes). El caso es que al final se une una cosa con otra y acabamos hablando de las células, las bacterias, los virus y los procesos internos de cada uno al mínimo nivel: el químico. Mi hijo mayor habla de proteínas como de peonzas, oye.

Así pues, me pregunto: ¿cómo puedo darle más rienda suelta a su curiosidad? La inmediata: ¡un microscopio! Y a mí me encantaría. Y al mediano también. A todos. Mola: un microscopio.

Entonces recuerdo que yo tenía un microscopio, que conservo, y... Y ahí está. Cuando pienso en él me doy cuenta de que un microscopio es un precioso instrumental que un día te compran y no tienes ni la más remota idea de cómo utilizar. No me refiero al uso del aparato en sí: es que no sabes cómo sacarle partido. Te recorres las muestras que vienen con el microscopio: un trozo de nilon, fibras de algodón, tejido vegetal, etcétera. Vale, ves las fibras y parecen tubos enormes... Y ya. Tejido vegetal: pues vale, no distingo nada. Nilon: buf, emocionante.

A lo que voy es que lo que un niño espera hacer con un microscopio es lo que se le vende: ver el mundo microscópico. Bichitos, bacterias... En su ingenuidad cree, mira por dónde, que la gente le dice la verdad y que va a flipar viendo moverse unas Entamoeba coli. Pues no, majete. ¿Ah, que no es lo que esperabas y ya no usas el microscopio? Pues al armario. Y ahí está.

Y la culpa no es de los padres, porque normalmente los que compran microscopios lo hacen porque o tienen mucha idea (en cuyo caso darán uso al microscopio) o no tienen ni guarra. Y no sé yo si de los fabricantes, que igual saben de microscopios y en su casa los usan y creen que el resto de los mortales también. No creo que haya nadie concreto que tenga la culpa. Pero ocurre.

Como a mí todo esto me mola cantidubi y de vez en cuándo me voy a Carolina para fliparlo un poco y sueño con tener un laboratorio en casa, pues me informo de todo esto y veo que tener un microscopio y sacarle partido es comprar muchas muestras o aprender a hacerlas tú, lo que implica comprar los tintes, aprender a hacer tinciones y, lo más importante, ¡tener espacio para guardarlo todo! Vamos, que no.

A mí me gusta la ciencia. Me encanta. Me apasiona. Y me apasionan mis hijos. Y quiero transmitirles el amor por el conocimiento. Bastante limitados están en el colegio como para no darles rienda suelta en casa. El problema es el de siempre: no hay ni recursos para todo eso (que cuesta pasta gansa), ni tiempo (o sí, que para otras cosas bien que lo sacamos), ni espacio, ni ganas, ni nada.

La cosa se resolvería como vengo diciendo hace tiempo: creando clubes de disciplinas varias. Clubes donde todos pongamos un poco y se pueda financiar el sitio o el material. Igual hasta se puede hacer en el colegio y cofinanciarlo con él para uso compartido, del club y del colegio. Los clubes y talleres de ciencia son un sitio maravilloso donde podría enseñarse bien a niños muy interesados en ciertas materias. Es más: a mí me dan la oportunidad de ir a un taller de ciencia básica donde pueda aprender a hacer tinciones y ver mi sangre al microscopio y me apunto con mis hijos.

Ante el elevado coste que tienen algunas cosas ya existen organizaciones particulares para crear sitios donde se puedan hacer uso de material avanzado. DIYBio, por ejemplo, es una organización donde la gente pone dinero para montar laboratorios de genética abiertos, para todos. En España hay uno: en Barcelona. Mirad qué chicos tan majetes:

En mi opinión, las diversas disciplinas, tanto ciencias como humanidades, se aprenden en serio, no en modo juguete. Se aprenden de la mano con otros, no leyendo cómo hacer un experimento en un manual de instrucciones y luego una explicación de la que ni te enteras. Se aprende investigando. ¿No se habla mucho hoy día sobre la creatividad en la formación? Pues se trata de eso: de enseñar a los niños a, acompañados de un adulto, aprender a manejar instrumental para que luego sean creativos, investiguen y pregunten ¡que pregunten mucho!

Esta sociedad, cada vez más abierta y social, necesita que nos acostumbremos a que toda afición puede ser compartida e, igual que hay clubes de moteros o aviones por radiocontrol, puede haberlos de ciencia, historia o literatura. Si no se sabe, se busca gente dispuesta a ayudar, que anda que no hay científicos jubilados que estarían encantadísimos de echar un cable. Y nuestros hijos pueden aprender, explorar y pasárselo bomba con la ciencia. Y nosotros con ellos. Pero de verdad, no con una caja que damos gracias que termina ignorada en algún sitio.

viernes, 9 de octubre de 2015

Carta a los Reyes

Sí, amigos: llegan esas fechas en que el tiempo se acelera y faltan "buf, dos meses todavía... ¡no, espera que ya están aquí!", o sea, NADA, para las fiestas de Navidad. Todos hicimos promesa de no andar con prisas el pasado año (y el anterior, y el anterior...) y sí: nos pilló el toro y vamos camino de lo mismo este año si no nos ponemos las pilas.

Como siempre, en septiembre ha habido gastos extra, octubre estamos con el agua al cuello, así que bueno, como queda tiempo... Y no nos damos cuenta de que noviembre se pasa con los cumples de todos aquellos cuyos padres celebraron el Año Nuevo con un, bueno... Eso, ya me entendéis. Así que noviembre tampoco. Y llega diciembre y estamos otro año igual.

Y no "escribimos la carta a los Reyes" (guiño guiño). Por tanto, yo voy haciendo mi lista ya, para ir teniéndola clara.

Lo primero es lo típico: quiero que la gente tenga comida y este país sea un lugar de amor y prosperidad y bla, bla... Vamos, que quiero políticos nuevos. A ver si para el 20 de diciembre, con eso de que la Navidad anda cerca, tenemos por fin algún candidato con narices: Rajoy tiene una inspiración divina y se da cuenta de que no le quieren ni los de su propio partido, el PSOE presenta un programa propio y no un "tened miedo al PP", y las nuevas alternativas resultan ser alternativas de verdad y no una amenaza a la gobernabilidad.

Pero al tajo. Debo ahorr... Digo, que esto de ser un jugón con hijos jugones es horrible: se necesita mucho dinero. ¿Y por qué? Pues porque ayer instalé la demo-beta (o lo que sea, porque una demo no debería estar en beta, y una beta no es una demo, pero los de Electronic Arts ya no saben qué hacer para llamar la atención) del esperadísimo Star Wars Battlefront. Ay, esperad, que con decirlo una vez no tengo bastante: Battlefront. Baaaaaaaaaaatleeeefronttttt... Si es que se me hace la boca agua cada vez que lo digo.

Y claro, hago lista irreal-consumista de estas que da vergüenza leerla y luego voy a Misa y como que me siento sucio:

  • Santi necesita un PC de gaming como Dios manda. Nada espectacular, pero ya les constaría a los Reyes casi 500 pavos. Flipa. Porque tendrá una gráfica como es debido. Monitor ya tiene (sí, lo sé: WTF, ¿tiene el monitor y no la torre? Una larga historia).
  • Eso me recuerda que ayer instalé el Battlefront en mi PC y no tira porque no tengo gráfica adecuada: hala, algo sencillo son otros 120 euros. Ya sé que los gamers dirán que ni de guasa, pero yo tiro de requisitos mínimos y arreando, que no hay para más.
  • Luego, claro, necesitamos el Battlefront. Como yo no voy a estar con él a saco porque he cumplido 40 y he decidido que los juegos buenos para consola y mi tiempo de PC lo concentraré en el Hearthstone, pues "solo" dos licencias de Battlefront: ¡y son 60 euros cada una! Es lo habitual en los juegos nuevos, debo decir, pero que un juego que tiene compras internas valga eso es como que... Argh, qué me estáis contando, amigos de EA. Pero bueno: 120 euros.
  • Yo, en vez de Battlefront, me conformo con una tarjeta de 20€ de Blizzard para comprarme la aventura de Nexxramas de Hearthstone.
  • Pero bueno, venga va... Si es una carta cargada de ilusión: SEAMOS CONSUMISTAS. ¡Sale el Fallout 4! Mi querido amigo Sergio pensaba que ya me había olvidado del "Falete", jejeje... No, pero es que para mí, el Fallout 4 no solo implica los 65€, sino, además...
  • ¡Una XBox ONE! Porque el Fallout 4 no sale ya para la XBox 360, que es la que tengo. Y mi corazón llora. Angelito... Por suerte, para Navidad sacan un bundle de XBox ONE de 1TB y Fallout 4 por 400 euros "solamente". JAJAJAJA, es que me parto: solo. ¿En qué momento de la vida de este país 400 euros pasaron a ser "solo" 400 euros? En fin...
  • Y no he mencionado que los niños querrán, encima, el Disney Infinity 3.0. Recuerdo que esta carta es la de "¡halaaaa, vengaaaa, consumismoooo!". Luego pongo la buena. Pero eso: Infinity 3.0: Creo que son 60 pavos ("solo", jijijiji...)
  • Y, para terminar, dado que queremos organizar partidaza de Minecraft cuando Santi tenga su PC, pues, la licencia de Santi: 20€ más.
Buffffff... Esto es consumismo y lo demás es tontería. Y solo he hablado de videojuegos de casa: ni de los regalos de mi mujer, ni de los del resto de familia. En total, si de verdad cumpliesen con todo esto, los caprichitos les saldrían a los Reyes (santísimos Reyes si traen todo esto, porque no sé cómo alguien es capaz de decir que "sí" a tal alarde de consumismo) por... Nada: "solo" ¡1240 euros! Una indecencia.

La lista de verdad

La realidad es que, ante estos impulsos de "quiero quiero quiero", todos debemos hacer un esfuerzo por controlar las cosas y darle realismo y perspectiva. Es un buen ejercicio para mantener los pies en la tierra. No se trata de tener dinero o no: se trata de mantener cierta decencia, creo yo.

A poco que alguien lea la lista, se dará cuenta de que yo, siendo un padre de 40 años que usa el tiempo libre para sacar adelante proyectos que puedan convertirse en el futuro, con suerte, en un negocio, no puedo jugar todo lo que quisiera. Compré el Fallout New Vegas hace un año y aún no llevo ni la mitad. No lo terminaré hasta los Reyes de 2017, así que hasta entonces tiraré con la XBox 360, que va de maravilla. Ya entonces, con un año de retraso, igual pido la ONE con el Fallout 4, que estará mucho más barato.

Dado que no voy a jugar al Battlefront, puedo prescindir de la gráfica. Sí, lo sé: el día de la partidaza de Minecraft solo podré renderizar 10 chunks en vez de 20. Pues oye... No pasa nada. No voy a gastar 120 euros por un día de ocio. Ni de guasa.

Los niños, con la demo de Battlefront tienen bastante. Les queda mucho Minecraft por disfrutar, y seguro que el Infinity les ilusiona más que suficiente.

Así pues, a poco que demos algo de realismo a la lista, todo se queda en el PC de Santi (que es el regalo gordo, porque realmente hace falta para que jueguen juntos sin tener que dejar yo de trabajar), su licencia de Minecraft y el Infinity. Y arreando: 580 euros. Y son unos estupendísimos reyes con menos de la mitad de gasto (y por el PC de Santi, que si no...). Si se quiere compensar un poco el gasto de Santi y darle algo más a Enrique, una tarjeta de 20€ de Blizzard le encantará. Todo esto, claro, aparte de las cosas útiles, lo nuestro y familia.

Este ejercicio de anti-consumismo, insisto, no es una cuestión de tener o no tener, sino de ser o no ser. Y lo más importante es que, de alguna manera, hay que trasladárselo a los niños. Ellos, por pedir que no quede, pero es bueno que sepan analizar un poco y dar prioridad a sus regalos. En el caso de Cris y yo, lo que solemos hacer es dejarles escribir tres cosas, de las que una ha de ser útil: ropa, algo que necesiten y no sea para jugar, una mochila para el cole, cosas así. Solo tres. Luego, claro está, nos enteramos de alguna otra para poder echar una mano a la familia cuando pregunta, pero nos parece importante que los niños se coman un poco la cabeza con lo que realmente van a usar y lo que no.

Que sean conscientes de que tal juego lo pidieron y lo han usado muy poco suele ser muy conveniente. Que se den cuenta de que para ellos no es lo mismo un regalo que otro, que algunos los aprovechan mucho y otros no tanto, les ayuda a valorar las cosas. Y, en el fondo, se trata de eso: de que valoren lo que tienen.

Estoy diciendo esto teniendo este año un gasto como los 500 del PC de Santi, pero no deja de ser una cuestión de que tengan que decidir, poner en una balanza, valorar. Los Reyes son lo contrario de lo que se supone que predica el cristianismo, que es el origen de la fiesta: son un exceso de consumismo. Realmente, los niños se ilusionan con cualquier cosa, pero hay unas que acaban arriba, en el altillo del armario, o abajo en el trastero, y otras que no. No se trata solo de que nosotros seamos conscientes: se trata de que ellos también.

En definitiva, los reyes son una buena oportunidad para educar a nuestros hijos.

martes, 6 de octubre de 2015

No me puedo creer que escriba sobre esto...

Ayer escribí sobre lo bien que estaría tener una liga de videojuegos inter-escolar. Molaría. Más de un lector (de los pocos que tengo, "más de uno" es un porcentaje considerable de lectores) se habrá emocionado con la idea. Así que ayer tarde me puse a darle vueltas y me planteé qué haría falta para organizar algo así.

Cuidado: esto no quiere decir que vaya a meterme en semejante berenjenal. O sí: ya no lo sé. Pero no, prefiero pensar que no. Esto es pensar por pensar.

No me puedo creer que escriba sobre esto...

¡Pasta, pasta, pasta!

Lo que hay que lograr es que los colegios participen. Y para eso hay que incentivarles. ¿Cómo? Pues con pasta, claro. Podría ser en forma de equipamiento escolar o de dinero contante y sonante. Prefiero lo segundo, porque si ofreces equipamiento a ver qué das que no tenga nadie. Y si alguien lo tiene, ya no le incentivas tanto. Así que mejor dinero.

Por otro lado, no es plato de gusto que los chavales se dejen la piel y los colegios se lleven el premio. Algo deberán ganar los niños. O igual más que los niños, los padres. Para los niños, cosas como tarjetas de dinero virtual para su plataforma favorita es una opción, pero como padre yo prefiero hardware para gamers: cascos, teclados, ratones, tarjetas gráficas... Eso se podría conseguir con un buen patrocinador. Sobre los padres, igual estaría bien becar a los campeones: becas de libros, matrícula, comedor... O sea, al final es dinero. Lo suyo sería que los propios colegios bequen a quienes les permiten ganar, pero dudo que en la educación pública tal cosa sea legal.

O sea, que hace falta pasta para premios a los colegios, pasta para pagar becas a los chicos y un patrocinador que permita dar regalos en forma de hardware o similar a los ganadores.

Juegos

Otra cosa importante, claro, es decidir en qué juegos se compite. Lo suyo es que se acaten estrictamente las recomendaciones del PEGI. A bote pronto:

PEGI 3
El todopoderoso FIFA y Hearthstone, un juego de cartas.
PEGI 7
Con PEGI 7 no he visto ningún juego especialmente interesante para e-sports. Tal vez Splatoon, una estupenda y divertida iniciación al género shooter.
PEGI 12
Todos los juegos del género MOBA entran aquí: League of Legends, Heroes of the Storm, Dota 2 y SMITE (que creo que no está en español).
PEGI 16
Starcraft 2. CoD Ghost tiene PEGI 16, pero no es el que se usa en e-Sports. Las versiones de CoD para e-Sports tienen PEGI 18.

Categorías

Como buen amigo de la estandarización, creo que se pueden poner las mismas categorías que en los demás deportes. Eso sí: tal como escribí en otro post sobre esto de la discriminación en las categorías, las haría cerradas por arriba, no por abajo. O sea, que un chaval de 7 años podría participar en cualquier categoría (allá él), mientras uno de 17 únicamente en la superior. Si a alguien le chirría la idea, que lea el post sobre el tema.

  • Prebenjamín: menos de 9 años.
  • Benjamín: menos de 11 años.
  • Alevín: menos de 13 años.
  • Infantil: menos de 15 años.
  • Cadete: menos de 17 años.
  • Juvenil: 17 años cumplidos o más.

Me pregunto si la juvenil, en tiempo escolar, sería necesaria. Total, con 18 se van a la universidad. ¿Sería mejor dejar la cadete como 16 años cumplidos o más?

Organización

Si se desea lograr presencia, no valen campeonatos de un día. Tienen que ser competiciones anuales, con partidas cada semana, igual que hacen con el resto de deportes. Esto implica que hay que crear emparejamientos y todo eso. No es complicado: hay programas que lo hacen en milisegundos.

Además, hay que asegurarse de que los niños estudian en el centro. Hay que certificar su edad. Hay que comprobar de alguna manera que el ID de jugador que usan es suyo y solo suyo, y no juegan en Hearthstone, por ejemplo, con la baraja de su primo el viciado. Todo eso implica un registro de niños y, ¡oh, sorpresa! lidiar con la LOPD. Y si ya topamos con la Administración, esto se pone complicado. Pero bueno: se puede. Es un poco de tiempo dedicado a dar de alta cositas y hacer un par de colas, pero se puede.

Las competiciones deberían ser desde el propio colegio, porque si no la competición no se identifica con la institución. Para evitar desplazamientos, todas pueden ser online (es lo bueno que tiene esto), pero siempre desde el colegio, no desde casa del jugador. El problema es que muchos centros no tendrán el equipamiento necesario. Algunos PCs servirán (y lo dudo), pero consolas fijo que no tienen, y algunos juegos, como el FIFA, suele jugase en consola. Y perder el FIFA es una faena, porque en España es de lo más jugado y los padres será de los juegos con los que menos problemas tengan.

Así que he aquí el primer gran escollo. ¿Se llevan los chavales la consola al colegio para el partido? Algunos padres dirán que tururú, aunque solo vaya a jugar su hijo (los de los demás, que se lleven la suya). Vale, ¿y la tele? Muchos institutos y colegios públicos tienen una sola televisión. Incluso muchos privados. Así que ¿juega uno cada vez? Esto del equipamiento sí va a ser un serio problema para cualquier juego que tire de gráfica o sea en consola... que son todos menos Hearthstone.

Por lo demás, se trata de conseguir voluntarios que vayan al colegio el día de competición y certifiquen que quien juega es el niño que se ha apuntado y que todo se hace correctamente. Haría falta al menos un voluntario por centro y, además, que no sea siempre el mismo voluntario en el mismo centro, porque entonces es fácil que llegue a haber manipulación de resultados. Una alternativa es que cada colegio tenga un representante que deba desplazarse al colegio contrincante (solo él, no toooodos los niños). Quién mejor que "el enemigo" para certificar que allí se hace todo bien.

De dónde sacar el dinero

Pues la inmediata es una plataforma de crowdsourcing, claro. Además, patrocinadores. Por último, existen ayudas de la Administración que, igual soy pesimista, darán para pipas y poco más.

El asunto es cuánta pasta haría falta. Yo me plantearía un mínimo que incentive a los colegios y lo dividiría entre las categorías y juegos disponibles. O sea, que si se llevan todos los campeonatos, realmente la dirección del colegio quede alucinada.

Una vez establecido un mínimo (pongamos, 50.000€, aunque no lo he calculado), que las propias personas digan cuánto más a través de la plataforma de crowdsourcing y que, de paso, sean esas personas las que decidan y apoyen más unos juegos u otros.

Tras hacer cálculos, no sé si muy correctos o no, he visto que el gasto medio que hace la administración en un colegio público es de un millón de euros, más o menos, de lo que una gran parte (casi dos tercios) es gasto de personal. Me parece mucho dos tercios. Pero bueno, supongamos que esas cifras que he ido encontrando por ahí son correctas: implica que el centro tiene unos 300.000€ de gastos varios, de donde gran parte serán gastos corrientes. Así pues, dejemos que, como máximo, un centro público medio tenga unos 100.000€ de presupuesto para material educativo. En ese contexto (e insisto que no tiene por qué ser muy realista), ganar aunque solo sean 5000€ es incrementar un 5% el presupuesto de material, que me parece estupendo.

No sé cómo será el caso de los privados y concertados, pero no será muy diferente. 50.000 de salida, como bote total de premios, me parece una buena cifra. Para colmo, me parece una cifra alcanzable con crowdsourcing.

En conclusión...

Si se resuelve el tema del hardware, quien quiera ponerse, ya tiene un plan. Yo estoy cansado, aunque solo sea de hacer el tontín escribiendo esto.

Quien quiera ponerse, deberá hacer un vídeo, pillarse un dominio, hacer una web y poner el vídeo y todo el proyecto en Kickstarter, IndieGoGo o alguna de esas plataformas. Si se lo financian, a llamar a la torta de patrocinadores, preparar carteles y enviar mails a todos los colegios y AMPAs que pueda. Cuando se vayan dando de alta, a preparar el archivo de niños, lidiar con la LOPD y dar de alta la organización. Mucha tela.

No sé... Si alguien se anima, que me llame e igual le echo una manita. Igual, no estoy seguro... Ya veremos.

Lo importante es que ayer me quedé dándole vueltas y ya estoy tranquilo: esta tarde pensaré en otras cosas, pero en esta ya no.

O sí... Ay, qué mierda esto de ser proactivo y soñador. ¡En cuánto pollo se mete uno!

lunes, 5 de octubre de 2015

Categorías en gaming

Este tema es viejo en mi blog. He hablado sobre gaming en varias ocasiones, y sobre categorías deportivas en alguna otra.

Ayer estuvimos en el Madrid Games Week algunos de mis cuñados, mi hijo mayor y yo. Curioso el nombre: ni es sobre "games", sino "videogames", ni es una semana, sino cuatro días. Pero en fin, da igual. El caso es que estuvimos. En cierta parte organizaban mini-campeonatos de Hearthstone, y mi hijo mayor y yo nos apuntamos a uno. Me pareció una buena oportunidad para que tuviese un primer contacto con la competición cara a cara.

El evento fue divertido. La organización, con defectos. Que se juegue a un solo partido es normal para un evento rapidito, aunque lo habitual es que cuando se enfrentan dos jugadores gane el mejor de tres partidas para evitar cuestiones de suerte. Lo que pasa es que, cuando hay recursos limitados, como muchos participantes y poco tiempo, pues... hay que tirar de rapidez, no pasa nada. Pero cuando yo juego, YO juego. Allí dejaban pasar a cualquiera, y había chavales asistidos por compañeros, lo que no me parece de recibo. Considerando que tenían cintas para separar a quienes estaban dentro y quienes no, creo que no estaría mal dejar claro a la gente que si no juega debería estar callada. En fin, qué se le va a hacer.

El chico que llevaba la lista de participantes, al ver la juventud de mi hijo, me preguntó "pero, ¿sabe cómo va el juego?". Me divirtió. Contesté que sí, claro y a sentarse todos, que empezamos.

El caso es que dimos la talla. Eran tres rondas. Gané la primera y palmé la segunda por imbécil, cosa de la que me di cuenta según empecé la partida. Pero jugué bien, elegí rápido y salí satisfecho. Mi niño (ainsssssss, mi niño), de 9 años, puso entre las cuerdas a un chaval (o tres, porque estaba asistido por dos colegas) de unos 16. Los chicos tuvieron suerte y les tocaron de golpe dos cartas de aúpa con las que ganaron in extremis, con dos de vida contra un cazador (para quien no sepa de Hearthstone, eso es a un solo turno de palmar: o ganan en su turno o pierden). Me sentí muy orgulloso, aunque, si soy sincero, es lo típico que luego vas de regreso en el coche, le das vueltas y vas sintiendo que te duele que haya perdido de forma tan desmerecida. Pero en fin: buen primer contacto y él salió contento, dio la mano a su contrincante (al titular... cómo me jode, oye) y se llevó un aplauso porque ole sus narices lo bien que jugó.

En otros deportes hay categorías. Es normal: como dije hace unos meses, las categorías están para proteger a los que tienen algún tipo de desventaja por su sexo, discapacidad, peso (boxeo)... o edad, en este caso. Es normal ver partidos de tus hijos "que están en alevines" o cosas así. En e-sports esto no existe. La razón es que se asume que los chicos empiezan a jugar cuando tienen edad suficiente para hacerlo, así que... Ya está: ¡pueden jugar, ¿no?! Y no. Con 7 a 12 años, incluso 15, los chavales tienen claras desventajas.

Si aquí está todavía poco desarrollado el deporte electrónico, imaginen las categorías infantiles (más infantiles aún, quiero decir). En China y Corea del Sur los grandes equipos han organizado desde mediados de 2014 versiones de jóvenes promesas. Otros equipos internacionales, como Epsilon Sports, también están haciendo lo mismo. Aquí, los profesionales tienen bastante con sobrevivir como para crear, formar y cuidar a chavales de categorías infantiles.

Creo que para generar mayor visibilidad en videojuegos habría que lograr una bolsa de premios que sea atractiva para los colegios, ya sea en equipamiento o en metálico. Lo que hay que conseguir, si se desea que llegue a haber una aceptación social del deporte electrónico, es que los colegios y, con ellos, los padres, se acerquen a estos deportes, los conozcan y valoren. Y que vean que los que juegan y ganan normalmente son chicos delgaditos y la mar de simpáticos, no lo que piensan ahora que son.

¿Problemas? Muchos. Primero, que en el resto de deportes no suele haber premios para los colegios (creo, la verdad es que no lo sé a ciencia cierta), con lo que sería polémico porque estarán los típicos padres preguntando "¿y mi hijo, qué se lleva?". Segundo, que hacen falta PCs en condiciones, y las aulas de informática de la mayor parte de los colegios dan pena. Y claro, lo que no puedes hacer es favorecer a los colegios más pijos porque tienen mejor hardware.

En cualquier caso, es un pollo. Pero molaría. Y haría mucho por el gaming. No sé si alguien se apunta a montar algo así. Yo estoy petado (excusas, excusas...), pero ayudaría. Ay... Igual al final me pongo. Pereza, pero sería estupendo.

Ya veremos.


Actualización

Al día siguiente, escribo este post al respecto.

lunes, 28 de septiembre de 2015

La emoción del gamer

Lo confieso: este post es para mí. No interesará a nadie, pero vivencias así hay que contarlas.

Para quien no lo sepa, Hearthstone es el juego ideal para padres frikis cuarentones como yo. No tenemos los reflejos de los niños de 22 años y tampoco queremos ponernos a gastarnos pasta en una colección de cartas interminable. Hearthstone es un juego de cartas virtuales: se juega en PC y tablet (ideal para las veladas frente a tele con tu mujer, cuando los niños ya duermen) y tiene la enorme ventaja de que jugando suficientes horas acabas consiguiendo lo que otros logran en 5 minutos pagando.

Y el otro día me ocurrió algo maravilloso. Disfruté de la emoción de ser gamer: como ver un partido del equipo del que eres forofo, pero siendo tú el protagonista.

Llevaba muy mal una partida...

Su héroe, todavía con 25 puntos de vida. El mío con 10. Él, con tres esbirros en el campo de batalla, cada uno con 1 punto de ataque. Yo con tres, sumando 9. Él, con un arma de 1 punto de daño. Yo con otra. Los dos disponemos de 10 puntos de maná para jugar cartas (jugar una carta cuesta maná).

Su turno.

En su mente solo está acabar con mi héroe. Necesita hacerme ataques por la suma de 10 puntos. No piensa en otra cosa. No necesita atacar a mis esbirros: tiene margen de sobra. Con hacerme 5 puntos este turno y otros 5 el siguiente, acaba conmigo. Yo necesitaría hacerle 25 en un solo turno. Imposible.

Pero él quiere acabar este turno. En su mente calcula las opciones, mira las cartas de su mano, suma los puntos de ataque. ¡Debería poder hacerme 10 puntos!

Lo que él no sabe es que yo llevo tiempo guardándome dos cartas maravillosas: Dos copias de Campeón bendito, que duplican el ataque de un esbirro. Tengo tres esbirros: uno con 5 de ataque y otros dos de 2. Si aplico un campeón bendito al esbirro de 5, le duplico el ataque a 10. Si le aplico el segundo, se lo subo a 20. Con mis dos esbirros de 2 de ataque cada uno, ya son 24 de daño. Con mi arma, 25 y gano. Pero claro: no es mi turno. Es el suyo. Y quiere acabar ya. Quiere acabar conmigo ya mismo. Lo noto. Y más le vale conseguirlo, porque si no, para su sorpresa, perderá. En mi favor, que él no sabe lo que tengo y puede tomárselo calma (o eso cree). En mi contra, que no sé lo que esconde su mano, y podría conseguir hacerme los 10 puntos que necesita.

Mi hijo mayor y yo estamos con los ojos clavados en el monitor, esperando el desenlace. Aún no ha jugado cartas... En Hearthstone puedes ver sobre qué pasa el ratón del contrario. Ves el dorso de las cartas de su mano iluminarse y las cartas moverse según las lanza sobre el tablero. Mi hijo y yo vemos pasearse el ratón sobre las cartas y, de pronto, una se pasea sobre el tablero y se vuelve.

Normalmente, si saca esbirros nuevos, no podrán atacar hasta el turno siguiente. Pero lo que acaba de jugar es un Jinete de lobos, que tiene "cargar", lo que le permite atacar según se juega. El Jinete se posa con fuerza sobre la arena y golpea: mi héroe recibe 3 puntos de daño, lo que me deja con 7. La cosa va mal.

Luego saca una carta que otorga un punto de ataque a los esbirros adyacentes. Así que de los tres esbirros que tenía con 1 de ataque ahora tiene dos con 2 de ataque. Los lanza contra mi héroe: 5 de vida, 3 de vida... La cosa va MUY mal. Pasea su ratón sobre su mano. Busca algo con que mejorar al esbirro que le queda, pero no parece encontrar nada útil. Ataca: 2 de vida. Luego coge su arma y ataca otra vez. Solo me queda un punto de vida. Está a un punto de ganar la partida.

De nuevo ese juego con el ratón. Sus cartas se ilumina según busca entre ellas algo más que hacer. Le quedan tres de maná y mi hijo y yo empezamos a reír de forma nerviosa. El otro jugador tiene que acaba ya, pero no parece poder. Sin embargo, no es lo único que puede dar al traste con mi partida: Podría matar a uno de mis esbirros, aprovechando que le sobra maná este turno.

Y las cartas siguen iluminándose, y nosotros seguimos con los ojos clavados en el tablero.

En ese momento suena un efecto de sonido maravilloso, acompañado de un gráfico que se presenta sobre el centro del tablero que reza: "TU TURNO".

Acabo de ganar la partida. Mi hijo y yo damos botes en nuestras sillas. Gritamos medio riendo, nerviosos. Estamos sacando fuera tanta tensión y emoción acumuladas. ¡Un punto de vida! Nos sentamos, miramos la arena, y por mi cabeza pasa la idea de lo tranquilo que debe de estar el muchacho al otro lado de Internet, en cualquier punto del mundo, tan seguro de su victoria.

Juego lentamente, sin prisa. Ataco con mi arma: 24 de vida. Ataco con el primer esbirro: 22 de vida. Ataco con el otro: 20 de vida. Él alucinará viendo que no me rindo. Solo me queda un esbirro de 5 de ataque. Pero entonces verá que juego mi "Campeón bendito", dándole 10 de ataque. Y vuelvo a jugar el otro, dándole 20. Y su cara, qué pena no ver su cara, debe de ser un poema. Mi esbirro, con 20 de daño, se lanza contra su héroe. En Hearthstone, los golpes fuertes tienen efectos brutales, con grandes movimientos de cámara. ¡20 de daño! No se ven golpes así en muchas partidas. El tablero entero tiembla: sus esbirros vibran, los míos también, la cámara retumba... Y la ficha de su héroe se rompe en pedazos.

He ganado.

Esos emocionantes momentos, épicos, no se viven igual si uno gana que si pierde, por supuesto. Pero, en cualquier caso, son fantásticos. Cuando alguien te la juega de esta manera, sientes sorpresa, emoción por ver algo tan particular y extraño, admiración incluso. No se trata tanto de si se hacen o se sufren, sino de ver eventos tan épicos y estar ahí, formando parte activa en ellos.

¿Lo malo? Que no activé la grabación, así que es un momento épico que se perderá como lágrimas en la lluvia...

lunes, 21 de septiembre de 2015

Pasiones infantiles

He escrito mucho sobre mi hijo mayor y su pasión por los videojuegos. Aunque este post no trata sobre eso, haré un breve update del asunto: de momento, como veo que le encanta probar diferentes juegos y géneros, ha abandonado las clases de Dota. Según le vea centrarse volverá a ponerse con un título concreto. Ya habrá tiempo.

Pero sí: los videojuegos le apasionan. Y no solo jugarlos: también crearlos. El otro día vino con una idea para un juego, parida entre él y un compañero y, tras darle unas vueltas, la transformamos en algo totalmente diferente. Suele pasar en esto del brainstorming. El caso es que este año seguiré dándole computación, pero en vez de usar Scratch (con el que va a empezar el pequeño), con Unity. Y eso es ya darle mucha potencia, amigos. Es un software de desarrollo profesional. Así que irá haciendo realidad su juego. Le encanta, y tras la clase se tira horas toqueteando, cambiando código y mirando los resultados.

Pero bueno, lo dicho: este post no va de videojuegos. Va de otras pasiones. En el primer post de este blog dije que mi hijo mayor no tiene más pasión que los videojuegos. Pues bien: el tiempo ha dejado esa frase absolutamente obsoleta. Mi hijo es un apasionado de muchas cosas. Y yo diría que cada día más. Creo que el hecho de que me gusta enseñarle sobre todo lo que pregunta y ampliárselo según él lo solicita hace que su cabeza pida más y más y le haga consciente de la cantidad de extraordinarios conocimientos que hay ahí fuera, esperándole. Le chifla saber sobre las células, el cuerpo humano, animales, astronomía, historia, átomos y moléculas... Y siempre dice que quiere ser químico.

Pues de esas pasiones va este post.

Los niños son, sencillamente, sorprendentes. Cuando la gente ve en la televisión programas como Master Chef Junior, se quedan de piedra por lo que chavales de muy corta edad son capaces de hacer. Pero es que, realmente, a poco que se les trate como casi-adultos y se les enseñe bien, los niños son esponjas. Estamos demasiado acostumbrados a limitarles, a no hacerles caso cuando llegan con ideas originales aparentemente absurdas, a decirles que eso ya lo aprenderán cuando sean mayores o a, simplemente, comprarles un quimicefa para dejar tranquila nuestra conciencia porque al niño le atrae la química. Y el quimicefa acaba donde acaba siempre: en un armario y sin usarse. Detesto esos juguetes de ciencia para niños, lo reconozco: algo tengo en su contra.

Pero la ciencia es algo más. Es pasional. Y donde digo ciencia digo letras: la historia es maravillosa bien enseñada. Y la literatura. ¿Qué no lo es si te apasiona?

El caso es que pensaba yo anteayer en esto cuando recordé un artículo sobre por qué Silicon Valley es lo que es. No he logrado encontrarlo para poner el enlace. Entre los muchos factores que manejaba, uno eran los talleres y clubes de electrónica, donde chavales, jóvenes y adultos se juntaban en locales unidos por su pasión por la electrónica. Atentos: he escrito "chavales". Sí: en algunos de esos clubes admitían chavales, que podían pasearse por ahí, preguntar y actuar y ser tratados como adultos. Y es que en el fondo, salvo que les falte alguna base concreta de conocimiento para entender algo crítico, desde los 12 años pueden hacer muchas cosas que creemos que son solo de adultos. Y si les falta ese conocimiento clave, tranquilos: si tienen pasión, la aprenderán.

Este post viene a que echo eso de menos. Me ha llegado la hoja de extraescolares para apuntar a los niños. Una de ellas es "física y química", referida, claro está, a clases de apoyo para alumnos de ESO y Bachillerato. Mi hijo ha saltado en el sofá y ha gritado "¡química!", para luego recibir el frío jarro de agua de la realidad: no es para él.

A los niños les pueden gustar los deportes y tienen extraescolares, pero ¿dónde están las extraescolares de disciplinas que se enseñan en el colegio? ¿Hay que mantener a los chicos estandarizados, aprendiendo cada cosa de forma aburrida y lenta según está programado? ¿Por qué, si hay un grupo de alumnos a los que les encanta saber de biología, no hay un taller de biología donde aprendan más, mucho más?

Es por la estandarización: el sistema educativo es fijo, inflexible, y los niños y sus pasiones deben adaptarse. Tienen que entrar por la cinta sinfín, pasar por el procedimiento estándar, aprender lo que dice el programa (y no más, por favor, que se saturan sus pequeños cerebros) y, por fin, salir con un titulito de mierda que no vale más que para ser un humano estándar con conocimientos estándar.

Ya, ya... Estoy exagerando un poco. Pero me pone enfermo. Estoy un tanto rabioso. Pensaba en esto ayer y esperé a hoy para no romper mi compromiso de no escribir nada estando calentito. Pero es que me caliento según escribo, qué le vamos a hacer. Y conste que soy un fan de la estandarización, pero claro... ha de existir flexibilidad, sobre todo con los seres humanos y sus diversas formas de ser.

En conclusión: Soy un exigente, lo sé. Pero no me conformo con que mi hijo tenga opción de elegir una extraescolar de Dota o Starcraft. Quiero que en esa hoja de extraescolares se oferten también talleres de introducción a la física, química, historia, biología, geología, literatura, tecnología, etcétera.

Entre tanto, le enseñaré lo que pueda en casa, como de costumbre. Manda narices que no pueda hacerlo con amiguitos.

Sistema educativo de los c******.

lunes, 14 de septiembre de 2015

USA y Europa

Hace un par de meses tuve la oportunidad de charlar un buen rato con un americano. Se trata de un hombre, ya algo mayor, de Massachusetts. La conversación fue sobre política, y creo que resultó educativa para ambos. En ella revisamos la diferente visión de la política y la sociedad que hay en ambos lugares y lo que conlleva cada una, así como las tendencias que siguen ambas visiones.

En politología existe algo llamado gráfico de Nolan, que divide el espectro ideológico en dos ejes: libertad individual y libertad económica. Estados Unidos es un país que nació sobre las bases del liberalismo económico. Allí, la libertad económica se presupone. Sin embargo, en Europa existe una mayor presencia de ideologías socialistas y comunistas y, por tanto, el liberalismo económico permanece en discusión y no se presupone en absoluto.

Por ello, en Estados Unidos, donde el liberalismo económico se presupone, "liberal" se refiere a "defensor de las libertades individuales". Es, por tanto, una ideología de izquierdas. En Europa, sin embargo, liberal es un término que se atribuye a la derecha. La razón es que cuando nosotros hablamos de "liberalismo" nos referimos más al económico. Realmente, ambas doctrinas forman parte del "liberalismo", pero no se aplican igual a ambos lados del océano.

El liberalismo individual me parece menos interesante, porque creo que en todo el mundo el tiempo va incrementándolo. Cuanto más tiempo pasa, da igual en qué lugar del planeta te sitúes, la tendencia es el incremento de las libertades individuales.

Sin embargo, el liberalismo económico es algo que no tiende a incrementarse con el tiempo. En Estados Unidos, estado liberal (económico) por excelencia, existe desde hace bastante tiempo un espíritu claramente crítico hacia las consecuencias del extremismo liberal. Se critica la carencia de medios de muchas personas para obtener una asistencia sanitaria de calidad, los excesos derivados de la privatización del cobro de multas municipales, etcétera. Es decir, Estados Unidos tiende a limitar su liberalismo económico en favor de políticas que en Europa consideramos derechos indiscutibles.

En Europa, sin embargo, la tendencia de las últimas décadas ha sido a opuesta. Hace ya más de 20 años se inició en toda Europa una fiebre de privatizaciones de empresas que hasta entonces eran públicas. Y se lió parda. Hubo gente que salió a la calle a protestar (en España salir a protestar es deporte nacional, así que ese hecho no dice mucho). Además, la viabilidad económica del estado de derecho está en entredicho. Cosas como el sistema de pensiones, los subsidios del paro o el gasto en la sanidad pública están siendo revisadas en muchos países de la Unión Europea.

Este post no es para opinar sobre lo que pasará o lo que debería pasar. Ni pretendo opinar sobre estos temas. Pero en esa conversación esas fueron las interesantes conclusiones y aprendizajes que obtuvimos: la diferente visión del liberalismo que hay a ambos lados del "charco" y la tendencia de ambos bloques geopolíticos a aproximarse el uno al otro. ¿Dónde estará el término medio? Lo ignoro. El tiempo dirá.

martes, 8 de septiembre de 2015

La luz al final del túnel

Hoy he vuelto al trabajo (de nuevo: ya volví para irme otros 15 días). Los niños empiezan el colegio. la rutina nos devuelve a la normalidad.

Ayer, último día de vacaciones, tuve tiempo al fin de dedicarme un poco al proyecto que compartimos Canajack (diseño) y yo (programación y negocio): un juego para niños que esperamos publicar en iOS algún día. Así que charlamos un rato y me sorprendió con una grata noticia: "He terminado." - dijo - "Ya están hechos TODOS los gráficos". De ayer a hoy, mi vida ha cambiado, y no he podido hacer menos que venir feliz al trabajo.

Para poner en antecedentes y ayudar a entender el porqué de esta reacción, permítanme decir que el proyecto es corto. Muy corto. Podría hacerse en un mes, tal vez dos, si le dedicásemos jornada completa. Sin embargo, no le dedicamos eso: dedicamos ratos libres. Y no todos los ratos libres de que disponemos. La familia está ahí, la casa está ahí, los amigos están ahí... Vacaciones, gestiones... DESCANSOS... Así que le dedicamos algunos ratos libres. Y eso es poco tiempo. Muy poco.

A eso hay que añadir que es nuestra primera experiencia desarrollando apps para dispositivos móviles. Iniciamos el proyecto en un formato y con un estilo de diseño. Luego, nos planteamos usar un motor de 3D y Canajack se curró los gráficos de nuevo, y yo toda una nueva programación. Cuando vimos que el resultado no era el esperado y que el rendimiento caía en picado, decidimos cambiarlo. Al final, se podría decir que hemos desarrollado el juego tres veces y, en el camino, hemos aprendido mucho, que era uno de los objetivos. Pero claro: solo dedicamos algunos ratos libres, y hemos hecho el juego tres veces. En diciembre haremos dos años de proyecto.

En este tiempo, cada Navidad hemos retrasado la fecha de finalización a Semana Santa. Cada Semana Santa, al inicio del verano. Cada inicio de verano, al final del verano. Cada final del verano, a Navidad. La última vez decidimos no dar fechas: solo avanzar. Y, curiosamente, ayer vi luz al final del túnel.

Hoy puedo decir con gran seguridad que tendremos una versión alfa esta semana. Cuando la toquemos en el iPad y juguemos un rato veremos que hay que hacer cambios -más cambios-, pero serán pequeños. Creo que podemos plantearnos firmemente tener una beta este mes. Sin sonido, pero ya con toda la mecánica y gráficos. Y eso, pensando que cumpliríamos dos años sin terminar, es mucho... y aún nos faltan más de tres meses para llegar a esos dos años. Estoy contento.

Aún quedan por delante cambios, la música, los efectos de sonido, desarrollar la web, terminar de preparar las campañas, hacer los banners, revisar las notas de prensa, traducciones... Queda mucho trabajo. Pero no es lo mismo trabajar pensando que esto es demasiado tiempo a ver la luz al final del túnel.

lunes, 17 de agosto de 2015

De vuelta al trabajo

Está siendo un extraño verano. Entre días de baja y vacaciones ando poco por la oficina. Hoy he vuelto de nuevo. Pero solo una semana: luego, otros 15 días fuera. Un extraño verano.

Hemos estado una semana en la provincia de Málaga. Se disfruta, porque descansas y tu mente deja de estar en las cosas de casa. Durante la vuelta, en el coche, pensaba por primera vez en el ordenador. Por primera vez en una semana. En ese momento, mi mujer me habló de tareas relacionadas con el banco. Estábamos a mitad de camino hacia Madrid y, en ese momento, de golpe, se terminó la semana de descanso. Un pensamiento y una frase marcaron el final del descanso.

Teniendo los proyectos de programación pendientes, reconozco que tirarme una semana por ahí, "perdiendo el tiempo", me hace sentir cierta frustración. Te tiras todo el curso pensando en cómo conseguir tiempo libre y resulta que, cuando lo tienes, te piras de vacaciones sin ordenador. Pero en ese momento en que terminaron las vacaciones con solo un pensamiento y una frase, agradecí la sensación de haber desconectado.

La semana que viene tengo 15 días en casa. Habrá niños, sí. Y la segunda semana mi mujer estará trabajando, por lo que estaré con los niños en exclusiva, pero quiero seguir con mis proyectos. Son 15 días para avanzar y pasar de la desconexión a sentir que mi vida avanza y algún día cerraré la etapa de mi trabajo actual para pasar a una nueva, más excitante y prometedora.

Estoy ilusionado y, hablando con Canajack por la mañana, como hacemos de costumbre al abrir la oficina, nos hemos emocionado mutuamente. Ha avanzado en los diseños del juego que estamos desarrollando, y yo en la programación. Así que avanzamos. Avanzamos rápidamente. Llevamos un año y medio luchando por conseguir tiempo y terminar el proyecto y, poco a poco, vamos viendo el final.

No he cumplido con el blog sobre el proyecto, la verdad. Un fracaso. Otro más en mi haber. Pero el proyecto realmente importante sigue adelante. Nunca habíamos estado más de dos meses con un proyecto y llevamos año y medio. Es genial. Estamos ilusionados.

lunes, 6 de julio de 2015

Terminó el Mundial de Fútbol Femenino 2015

Empecemos por la enhorabuena al equipo de Estados Unidos, que se ha alzado con el Mundial por tercera vez.

Con una hija de tres meses, me hace pensar en su futuro si decida algún día ser deportista. Ya he escrito posts comiéndome la cabeza sobre el tema, hablando de mi hijo mayor y los e-Sports o de lo duro que ha de ser decirle al mundo que uno quiere ser deportista profesional.

Pero claro, mi hija es eso: hija, no hijo. Es una chica. Qué triste tener que pensar en su futuro de otra manera por el mero hecho de ser mujer, ¿verdad? Vamos, que tomará sus decisiones y, haga lo que haga, le ayudaremos en lo que podamos. Pero el caso es que el trato que el mundo le dará es diferente, y eso me parece triste.

Siempre he tenido una opinión un tanto peculiar sobre el tema del deporte femenino, y me reitero en ello. La existencia de dos categorías, una masculina y otra femenina, me parece sexista. Me parece una aberración que mi hija, si quiere jugar al fútbol, le dejen hacerlo en igualdad con compañeros chicos hasta cierta edad y, a partir de ahí, la discriminen por su sexo y la manden a un equipo alternativo, solo para mujeres.

Que exista una selección femenina me parece fantástico. Está bien que quien se siente en cierta desventaja por el motivo que sea pueda competir con personas a las que considera sus iguales. Las mujeres, al tener una menor potencia física, es normal que corran menos, chuten menos fuerte o tengan un menor aguante en el campo durante los 90 minutos. Vale, sí: debe existir una categoría femenina para "proteger" a las mujeres de un abuso por parte de los hombres que pudieran entrar en sus competiciones con ventajas evidentes.

Lo que cuestiono no es la existencia de una categoría femenina, sino la de una masculina. La masculina tiene como objetivo proteger a los hombres, ¿de qué? ¿De que una tía llegue y les hunda el orgullo? La categoría masculina existe como un complemento aparentemente lógico de la femenina. Pero la realidad es que los hombres son la categoría de máximo poder físico: no necesitan protección.

Entonces qué, ¿los tíos no juegan? Por supuesto: en una categoría absoluta. Creo firmemente que, en todo deporte o competición donde haya categorías para proteger a ciertos colectivos porque tengan limitaciones o desventajas de la índole que sean, debe existir siempre una categoría absoluta y, además, que quienes no requieren protección tienen que jugar en esa categoría, y no en una propia.

La razón es puramente la igualdad. En categorías deportivas, cuanta más espectacularidad mayores suelen ser los ingresos. Por eso la gente ve más el deporte masculino que el femenino. Hay mejores marcas, saltos mayores, carreras más rápidas, mayor potencia... Pero si alguien de una categoría protegida es suficientemente bueno como para competir en una categoría superior, aunque en ella no destaque, y con ello obtener mayores y mejores ingresos, ¿por qué se le impide?

Piensen en la que es considerada la mejor guardameta del mundo, Hope Solo. Sospecho que, tal vez, podría obtener mejores resultados en una portería que algunos jugadores de segunda división (incluso de primera). Vale, igual no, pero ¿acaso no tiene derecho a intentarlo? ¿Acaso, si parase mejor que otros, no tendría derecho a que un equipo masculino le hiciese una oferta?

Solo juega en la primera división femenina de Estados Unidos. ¿Saben cuánto gana? 22000 dólares al año. FLIPEN. $22000 a la que lleva siendo la mejor portera desde hace años. Es la décima jugadora que más gana en el mundo. Las que están por encima ganan bastante más, hasta 400000 la que más, pero lo hacen por publicidad. Sus clubes no les pagan más que un mediocre salario. ¿Saben cuál es el salario mínimo en segunda división? 64000 euros.

Me da igual el típico argumento de los vestuarios: cuando hay que cambiar las cosas, se cambian. Si hay que poner rampas a los minusválidos, que es de justicia, a las mujeres se les pone otro vestuario (si hace falta), que es también de justicia. Me da igual el argumento de los contactos en el campo: sabiendo que habrá contactos, algo que se puede tomar con profesionalidad (si no hay abusos, claro, que para algo están los árbitros), es decisión de esa mujer jugar o no con hombres (y viceversa).

Porque al final se trata de eso, de que puedan decidir. Los hombres protegen su ego en sus categorías masculinas impidiendo el acceso a mujeres que podrían dar la talla, me da igual si en primera, segunda o tercera, donde seguro que les pagarían el triple que en primera femenina.

En resumen, y sé que el tema es polémico, estoy en contra de la existencia de las categorías deportivas masculinas en cualquier cosa que no sea gimnasia rítmica, natación sincronizada o similares, en las que las femeninas deberían desaparecer para ser absolutas. Y espero que algún día un padre denuncie a alguna federación por sexismo y que un juez valiente le dé la razón. Espero que sea pronto, porque mi hija, como las de todos, lo merecen. Y espero no tener que ser yo porque en vaya follón me metería...

...pero lo haría.

jueves, 25 de junio de 2015

La dura elección de los adolescentes deportistas

Esta mañana he estado dándole vueltas a la afición de mi hijo mayor a los videojuegos, sobre todo el Dota 2. Lo que más echo de menos en sus clases, ya lo he comentado otras veces, es que, siendo un deporte de equipo, mi hijo no tiene equipo. Sería fantástico contar con padres más abiertos a los beneficios de los videojuegos y ver a varios chavales crecer juntos en una actividad como esta, pero me ha resultado imposible encontrar gente.

El caso es que esta mañana, navegando navegando, he leído un post de un pro gamer hablando de su experiencia en el mundillo. El chico decidió, tras su segundo año de universidad, dedicarse por entero al Dota. Ha tenido éxito. Se trata de EternaLEnVy, un canadiense de 23 años que participa este año en The International, el mayor campeonato de Dota 2, con el equipo Cloud9.

Casualidades de la vida, hoy aparece publicado en El País un artículo sobre deportistas españoles que, pese a su palmarés, están hoy pasándolas canutas porque no tienen fácil trabajar una vez se han retirado del deporte. Normalmente escribo de forma muy videojuego-céntrica sobre las dificultades de ser pro-gamer en un país que no lo pone fácil. Pero la realidad es que ser deportista de élite, ya sea de videojuegos, atletismo o cualquier otra disciplina, es muy complicado.

Pongámonos en situación. Tienes 18 años. Ante ti, el futuro, nada menos. Estás en el momento de elegir carrera, módulo de FP o lo que sea que desees estudiar. Aparte, te gusta un deporte. Cualquiera. Atletismo, natación o Dota 2... Te gusta. Y algún profesional se fija en ti y te anima. Pero claro: son de cinco a diez horas diarias entrenando, además de vivir cuidando los tiempos de descanso, alimentación... No parece muy compatible con los estudios. El problema es que es una apuesta de bajas probabilidades de éxito: o ganas pasta suficiente para, cuando te retires siendo aún joven, poder plantearte tu futuro con tranquilidad, o vas a tener problemas, así de simple. Y como tú hay miles de jóvenes.

Pero bueno: muchos deportistas estudian, así que por qué no lo vas a hacer tú. El problema es que, aunque estudies, cuando te retires no tendrás experiencia laboral. Un título, sí: muy bonito, gracias. Experiencia laboral cero. ¿Te van a contratar? No.

Como padre, me planteo que uno de mis hijos se me ponga delante con tal ocurrencia y lo tengo claro: "niño estudia, porque lo otro es un suicidio integral". Pero ¿vas a truncar así, tan pronto, la potencial carrera de tu hijo? Pongámonos en su lugar: ¿qué harías tú si fueses el hijo?

Y esto es en cualquier deporte salvo, tal vez, el fútbol.

En fin, son pensamientos... Con suerte, no tendré que verme en tal tesitura. Si no, pues ya veremos qué pasa.