miércoles, 8 de octubre de 2014

Haciendo historia

Hace casi cinco meses, inicié este blog, Incasequible, con una entrada que, curiosamente, ha sido la más leída hasta el momento. El tema eran los videojuegos y por qué la gente considera negativo jugar a ellos y no a otros como el ajedrez. Por qué jugar a videojuegos tres horas es vicio y estar cinco dándole al balón no.

El día que publiqué el post un tal Pablo comentó que se ofrecía a dar clases de Dota o Starcraft a mi hijo mayor. Lo que en los comentarios no aparece es que, tras conocerle, acepté. El miércoles pasado, 1 de octubre, mi hijo inició su "extraescolar de Dota", que más bien es una clase particular. Pablo cobra su hora semanal (debo decir que ha sido muy generoso con el precio, que no creo que sea alto) y enseña algo que le apasiona a un niño que también es un apasionado. Mientras escribo este post están los dos "doteando" juntos.

El viernes siguiente, jugué con mi hijo y debo decir que le vi detalles que me sorprendieron. Para colmo, me aleccionó alguna vez (con 9 años... Sabía que ese momento llegaría, pero no esperaba que tan pronto). Le vi contento, satisfecho, orgulloso. Y yo me sentí feliz de verle no solo disfrutar con una pasión, sino, además, mejorar en ella de la mano de alguien que sabe.

Sé de países donde los chavales reciben clases de videojuegos, y donde incluso hay pisos, a modo de residencias, donde los integrantes de un equipo viven juntos: comen, estudian, duermen y entrenan juntos. Esos pisos comunes tienen al frente a un entrenador y, en ocasiones, un equipo de promoción y organización detrás. Son profesionales.

Yo no aspiro a eso con mi hijo, aunque no me negaría a que se dedicase profesionalmente si así lo desea (¡menuda experiencia!). Lo que sí reivindico es que, habiendo como hay extraescolares y profesores de otros juegos y deportes que todos aceptamos, los aficionados a los videojuegos tengan esa misma oportunidad.

Creo que en casa estamos haciendo un poco de historia. Historia del videojuego en España, en cierto modo y a muy pequeña escala. No tengo noticia de otro caso de clases particulares de videojuegos para niños en nuestro país. Padres de mi urbanización y cercanos a nosotros se sorprenden de las clases de mi hijo. Pero su sorpresa da la oportunidad de comentarlo, explicarlo y darlo a conocer; de mostrar a una parte pequeña de nuestra sociedad que esta posibilidad existe y es igual de aceptable que las clases de chino en el colegio.

Hasta que se extienda esta idea, mi hijo dará clases de Dota en solitario. Una pena, porque es un juego de equipo: cinco contra cinco. Y nos faltan cuatro compañeros. Pero es un comienzo, una ruptura de los estereotipos y los prejuicios. De momento, es bastante, aunque reconozco que me gustaría ver evolucionar todo esto hacia la formación de un equipo y, por qué no, más campeonatos nacionales y afición, mucha afición.

Gracias, Pablo, por la oportunidad. El resto de España, que se anime. Y yo me voy a ver si terminan estos dos la clase porque son capaces de tirarse media hora más de lo acordado dándole al Dota.


Por cierto: si alguien se plantea animarse, el juego es gratuito. Hace falta un PC corriente, una hora semanal (los miércoles, de 6 a 7 de la tarde) y muchas ganas. Dota es en equipo, y aprenden mucho sobre colaboración, porque cada jugador tiene un papel, y es clave que lo haga bien en beneficio de todos. Si alguien quiere, que comente abajo y lo hablamos.

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